El tiempo

Francisca Gómez Grijalva

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 y formas creativamente entretejidas, donde la matemática maya y los conceptos de los nawales-días (q’ij), son indispensables y esenciales para hacer posible la acción humana creativa, equilibrada y armónica.

De ahí que en la matemática maya, la semilla y la flor simbolizan el cero porque se entiende que la semilla germinará y florecerá con el paso del tiempo, y que de la flor brotarán los frutos que contienen las semillas, que darán continuidad a la vida.

No se trata únicamente de la semilla en términos biológicos, sino también de cómo los pensamientos y sentimientos son semillas que florecen, dan vida y alimentan a las personas de manera emocional, mental y/o espiritual. Por tanto, la flor numérica maya significa principio y final en términos energéticos, analíticos, artísticos, cuantitativos, cualitativos, tanto individual como colectivamente.

Este principio y final también lo podemos apreciar en la interacción de las energías de los diferentes elementos del universo: agua, tierra, aire, fuego, que se han materializado en el sistema planetario. Desde esta perspectiva, la vida de los seres humanos también está estrechamente vinculada con las diversas dinámicas, movimientos y ciclos del universo.

Esta concepción del tiempo y del espacio permite comprender por qué el cholb’al q’ij, (la organización y secuencia ordenada, circular y cíclica del tiempo) es uno de los grandes legados del pueblo maya a la humanidad. A través del cholb’al q’ij, se ha logrado constatar que las y los mayas entienden el tiempo como un proceso circular, no lineal y que este sistema agrupa una serie de sistemas calendáricos, cuyos ciclos se crean, recrean y están perfectamente sincronizados e interconectados; siendo los más conocidos: el calendario lunar y el calendario solar.

La ciencia eurocéntrica —incluso a través de mediciones satelitales de la NASA—, ha reconocido que el cholb’al q’ij, es uno de los sistemas de medición y organización del tiempo que tiene mayor precisión; sin embargo, en la vida cotidiana del mundo sigue rigiendo el calendario gregoriano, a pesar de que requiere ajustes cada cierto número de años —de ahí los años bisiestos, por ejemplo—.

Esto muestra claramente la subvaloración de este aporte científico maya, por constituir un saber no eurocéntrico, es decir, un saber considerado no científico y por tanto, no hegemónico. Por ello, cientistas poscoloniales y descoloniales cuestionan esta ciencia hegemónica y androcéntrica, que desde el siglo XVI redujo a creencias, costumbres, tradiciones y folclore, los saberes y epistemologías de Ab’ya Yala.

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