Sue Scott ya había organizado su funeral. Era invierno de 2013, tenía 36 años y su cáncer de cuello de útero había hecho metástasis muy rápidamente.
Quimioterapia, radioterapia, operaciones… todo había fallado. Los tumores ahora se alojaban en su hígado y su colon.
Pero Sue tuvo una última oportunidad: una prueba experimental en el centro clínico de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, un hospital de investigación financiado con fondos públicos.
Allí, los médicos ensayaron reemplazar el sistema inmune de los pacientes por linfocitos (glóbulos blancos) programados para atacar específicamente los cánceres relacionados con el Virus de Papiloma Humano (VPH), un virus de transmisión sexual y muy expandido.
Unos meses más tarde, los tumores de Sue habían desaparecido por completo.
En marzo, celebró cinco años de remisión completa. Sus médicos la consideran curada. “Mi mayor recompensa es ser una fuente de esperanza para otras personas”, dice Sue, que trabaja en Washington como agente de bienes raíces y quien también trabaja voluntariamente con pacientes oncológicos.
El ensayo clínico en el que participó representa un gran avance en la lucha contra el cáncer. Se trata de la primera vez que los investigadores han demostrado que la inmunoterapia, que ya es eficaz contra el cáncer de sangre y de piel, también puede usarse con éxito contra el cáncer de cuello uterino.
Además, la curación de Sue llevó a los médicos a un inesperado descubrimiento que podría potencialmente eliminar otros tipos de tumores.
Christian Hinrichs, del Instituto Nacional del Cáncer, fue quien anunció las buenas noticias a Sue en febrero durante una visita de control.
“Hemos obtenido de ti una secuencia genética, que se puede poner en las células de cualquiera para que ataquen el cáncer de la misma manera”, le dijo. “Estamos tratando de ver si funciona clínicamente”.
El doctor Hinrichs, de 46 años, también sobrevivió a un extraño tipo de cáncer, que afecta a solo seis personas por cada millón.
Cuando tenía unos 20 años, supo que tenía un melanoma en el ojo derecho. Pero después de cada tratamiento con láser o radioterapia, el cáncer regresaba.
Acabó teniendo que extirpar su ojo en 2005. “Haber experimentado el cáncer en carne propia influyó en mi investigación, y también influye aún el miedo de que vuelva”, dice a la AFP.
La función de los glóbulos blancos es atacar a los intrusos. Pero cuando el intruso es un tumor que puede mutar, esconderse o crecer a tal punto que desborda el sistema inmunitario, los linfocitos a menudo fallan.
La inmunoterapia intenta solucionar este problema. Funciona bien contra cánceres de la sangre tales como el linfoma o la leucemia, porque en estos cánceres portan consigo una especie de bandera o de señal en su superficie (los antígenos del tumor) que los hace fácilmente identificables.
Pero la mayoría de los cánceres no tienen esta “bandera”.
En el caso de Sue, el cáncer tenía los antígenos del VPH, una señal reconocible por el sistema inmune.
“Este tipo de cáncer es muy interesante porque el virus está en el medio”, explica Miriam Merad, profesora de oncología de la Escuela de Medicina Icahn en el Monte Sinaí en Nueva York.
El trabajo del doctor Hinrichs, dice, es “absolutamente crucial” para comprender por qué la inmunoterapia funciona en ciertas personas y no en otras, lo que hasta ahora era un misterio.
Todavía es necesario desarrollar nuevos ensayos clínicos para confirmar el avance.
En el caso de Sue, los médicos extirparon uno de sus tumores y luego aislaron los linfocitos que lo estaban atacando.
Luego “cultivaron” estos linfocitos y produjeron miles de millones más, que luego reinyectaron en su sangre, provocando una verdadera invasión inmunitaria.
El tratamiento fue exitoso en otra paciente, una madre de 41 años, Aricca Wallace, que vive en Kansas City, quien también se considera curada después de cinco años sin ningún tumor.
Pero el ensayo fracasó en las otras 16 mujeres que participaron. Al revisar los datos de estas dos pacientes, Christian Hinrichs se dio cuenta de que en el caso de Sue, dos tercios de las células que ayudaron a matar el cáncer atacaban también a otra señal o bandera, una proteína llamada KK-LC-1.
Esta proteína también está presente en cánceres que afectan a medio millón de personas en todo el mundo, incluido uno de los cánceres de mama más mortales, así como algunos de estómago.
Por lo tanto, los médicos encontraron su nuevo objetivo. “Fue una gran sorpresa”, dijo Hinrichs. “Esto nos recuerda que la ciencia a veces nos lleva en direcciones diferentes a las que habíamos anticipado”.
El siguiente paso es lanzar ensayos clínicos para tratar el cáncer en el que se manifiesta la KK-LC-1, lo que ocurrirá en aproximadamente un año.
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