Beatriz Díez/ BBC Mundo
“¡No sabía que el cuerpo podía hacer eso!”, “¿de verdad hay personas a las que les gusta esa postura?”.
Son algunas de las reacciones de jóvenes expuestos a imágenes pornográficas en una clase en la escuela de salud pública de la Universidad de Boston, Estados Unidos.
Sí, leyeron bien, pornografía en el aula.
Para su impulsora, la doctora Emily Rothman, acercar la pornografía a los adolescentes desde un punto de vista académico es una vía para reducir la violencia sexual entre jóvenes.
“Sirve también como herramienta para generar debate y poder desterrar mitos sobre el sexo”, le dice Rothman a BBC Mundo.
Pero ¿cuáles son esos mitos y cómo se aproximan los jóvenes de hoy día a la sexualidad?
Muchos padres de adolescentes temen la llegada de ese momento en el que deben abordar el tema del sexo con sus hijos.
Para los jóvenes tampoco es la conversación ideal. Por eso, unos y otros evitan hacerlo.
Finalmente, los jóvenes buscan la información por muchas otras vías y los padres no parecen particularmente interesados en impedírselo.
“Antes de la era de los smartphones e internet, conseguir información sobre la sexualidad era difícil para los jóvenes”, afirma Al Vernacchio, escritor y educador especializado en sexualidad en escuelas de secundaria y preparatoria.
“Tenían que acudir a los libros o esperar a que los adultos hablaran con ellos, pero hoy en día tienen acceso a la información de forma muy fácil”, agrega.
“Lo que pasa es que no siempre es información buena. Y por eso es importante que los adultos hablen con los jóvenes, no sólo sobre la información que encuentran online sino sobre valores y lo que verdaderamente sienten por dentro”.
En el transcurso de una larga carrera en este campo, Vernacchio ha observado claramente una transformación en la forma como los jóvenes afrontan el sexo.
“El cambio más grande que he visto viene por la gran influencia que tiene la tecnología en lo que piensan los jóvenes sobre la sexualidad, y en algunos casos en cómo actúan”.
A Brenda, una joven de 17 años que se identifica como lesbiana, internet le sirvió para ver cómo es el sexo entre mujeres sin tener que preguntárselo a nadie.
“No me atrevía a decir nada en casa, pero quería estar preparada por si llegaba el momento. Así que hice una búsqueda rápida en Google y encontré lo que necesitaba”, le cuenta a BBC Mundo.
En el caso de Brenda, el objetivo era encontrar una suerte de “manual de instrucciones”, pero muchos jóvenes que acuden a internet para saciar su curiosidad sexual aterrizan en páginas pornográficas.
“La pornografía no nació ayer”, reconoce la sexóloga Margaret Jones, “pero antes era más difícil acceder a ella, o por lo menos el camino era más clandestino”.
“Ahora tienes portales como Pornhub que te ofrecen todo tipo de contenido pornográfico. Sí, tienes que marcar una casilla para decir que tienes más de 18 años, pero ¡quién comprueba si eso es realmente así!”, advierte.
El sitio web al que se refiere Jones recibe miles de millones de visitas al año.
Según la experiencia de Jones, no todos los jóvenes disfrutan necesariamente de este contenido, al que a veces llegan involuntariamente y que en ocasiones les escandaliza.
Es por eso que la sexóloga cree importante que, además de clases regulares de educación sexual, haya cursos específicos sobre cómo ver o interpretar la pornografía.
“La mente adolescente no está totalmente lista para distinguir entre realidad y fantasía. Hay que hacerles ver que las relaciones sexuales no tienen por qué ser así.
“Es como si enseñaras a manejar a alguien mostrándole películas de persecuciones de autos, no es la realidad”.
Paradójicamente, pese a este fácil acceso a la información, sumado a la existencia de aplicaciones para ligar como Grindr o Tinder, los jóvenes actuales son menos activos sexualmente.
Esto es así por dos razones principales, afirma Vernacchio:
“La pornografía online y el material sexualmente explícito es muy fácil de conseguir; por lo tanto, hay maneras de satisfacer tus impulsos sexuales que no tienen que involucrar a otra persona.
“En segundo lugar, a los jóvenes no les hemos enseñado bien cómo tener relaciones sanas. Las relaciones requieren un esfuerzo, los chicos tienden a pensar que son fáciles y tan pronto como dejan de serlo, o no son tan divertidas, se rinden”.
Quizá una razón para explicar que los jóvenes tengan menos sexo es el deseo aparentemente renacido de preservar la virginidad.
En Estados Unidos han recobrado fuerza grupos de jóvenes comprometidos con no mantener relaciones sexuales antes del matrimonio.
Algunas jóvenes eligen el sexo oral para preservar su virginidad o no quedarse embarazadas, pero también porque no se sienten cómodas con sus cuerpos”.
Se dice que algunas jóvenes prefieren practicar sexo oral o incluso anal para mantener “la virginidad”.
“¿Qué significa ser virgen?“, plantea la sexóloga Jones, quien considera que todo dependa de cómo se definan los términos.
“Una persona virgen es alguien que nunca ha tenido sexo, pero no es tan simple como parece. El sexo significa cosas distintas para la gente, por lo que la virginidad también puede tener significados distintos.
“¿Hablamos de pérdida de la virginidad sólo cuando hay penetración del pene a la vagina? ¿Qué pasa entonces con todas las otras prácticas sexuales en las que no hay penetración?”.
Por lo que se discute en sus clases, Vernacchio observa que la virginidad plantea un interesante dilema.
“Le importa mucho a las chicas y para nada a los chicos, con lo que establece una dinámica desigual e injusta. Les digo a mis estudiantes que intenten encontrar una definición de virginidad que sea importante para todos, no sólo para un género”, expone.
“Algunas jóvenes eligen el sexo oral para preservar su virginidad o para no quedarse embarazadas, pero también porque no se sienten cómodas con sus cuerpos.
“No quieren que sus parejas se relacionen con sus cuerpos de esa manera. Prefieren hacerles algo a los chicos, porque así ellas no quedan tan expuestas”, indica.
En su acercamiento a la sexualidad, aunque no sean tan activos, los jóvenes tienen una mentalidad más abierta que los adolescentes de generaciones anteriores.
En líneas generales, aceptan más fácilmente a la comunidad LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y trangénero), las relaciones interraciales y el sexo fuera del matrimonio.
“Creo que es algo bueno”, opina Vernacchio. “Han aprendido, probablemente por la televisión y las películas y la sociedad, que muchas de las formas antiguas de pensar sobre hombres y mujeres son injustas.
“Buscan maneras de hacer que las cosas sean más justas. Ven que es más justo incluir a más personas y permitir a más personas a tener los mismos derechos”, concluye.