En Reino Unido aumentan las cifras de niños que buscan tratamientos de bloqueo hormonal para decidir con más calma sobre su cuerpo y sobre qué género quieren vivir el resto de sus vidas.
“Estoy contenta de que me hayan dado la medicación porque ahora sé que no me va a salir vello facial. No quiero barba, soy una chica”.
Son palabras de Jessica, de 11 años y una de los más de 300 niños transgénero que cada año toman tratamiento para bloquear la llegada de la pubertad en Reino Unido
El objetivo es darles tiempo para decidir si quieren vivir sus vidas como hombres o como mujeres.
La BBC ha seguido su caso durante los últimos 4 años.
Jessica se está preparando para empezar la escuela secundaria en septiembre.
Hace poco que acaba de empezar un tratamiento para bloquear la pubertad que consiste en inyecciones hormonales mensuales.
“Si alguien me pregunta si soy transgénero, entonces se lo digo. No lo voy a gritar, pero lo voy a decir”, dice.
“Me parece bastante grosero, la verdad, cuando la gente dice que esto es solo una fase porque en realidad no lo entienden”.
El servicio de salud pública de Reino Unido (NHS por sus siglas en inglés) dispone de dos centros especializados para tratar a menores de 18 años por temas de género.
El número de niños que visitaron las clínicas el año pasado aumentó en un 25%, hasta alcanzar 2.519, unos 50 a la semana.
Según los doctores no hay una sola razón que explique ese aumento pero cada vez hay un mayor reconocimiento social de las personas transgénero y más información sobre las opciones de tratamiento existentes.
De esos 2.519 unos 300, como Jessica, son referidos a otra clínica distinta para empezar un tratamiento de bloqueo hormonal que solo puede ser recetado por el NHS después de iniciada la fase de la pubertad.
Lo que este tratamiento reversible hace es evitar que el cuerpo produzca hormonas sexuales, para así retrasar procesos como el desarrollo de los pechos, la gravedad de la voz o el vello corporal.
Esta medicación, que se le ofrece desde 2011 a los menores de 16 años, es una manera de “comprar tiempo” para que puedan pensar y decidir con menos presión cómo quieren vivir sus vidas.
La madre de Jessica, así como su padrastro, dicen sentirse “aliviados” por su hija, que estaba muy preocupada por la posibilidad de que le creciera pelo en la cara.
“No sé si estar contenta o triste”, admitió su madre, Ella.
“Sé que este no es el final y que los efectos son reversibles. Pero para mí es una confirmación de que este es el final de mi (hijo) James”.
“Lo más importante para nosotros es la felicidad de nuestro hijo. Obligarlos a tratar de ser alguien que no son no es una opción. Solo queremos que sea feliz, eso es todo”.
Jessica se está preparando para empezar la secundaria y sabe que los niños pueden ser muy crueles.
Cas, que tiene 13 años, lo sabe muy bien y por propia experiencia. Este adolescente compartió con la BBC algunos de los mensajes de abuso que recibió de manera anónima, para aumentar la concienciación sobre el tipo de cosas con que los niños transgénero tienen que lidiar.
Algunas palabras son demasiado groseras para ser reproducidas aquí, pero esencialmente lo invitaban al suicidio.
“Si te veo vivo en la escuela el lunes voy a filtrar el hecho de que eres en realidad un pequeño trans y que ni siquiera eres un niño. Así que hazlo, adiós patética nena. Te veo en el infierno”, decía el mensaje de texto que vio la BBC.
“Algunas personas no se dan cuenta del efecto que sus palabras pueden tener sobre la gente”, dijo Cas, que admitió haberse sentido muy mal al recibir ese mensaje.
Como era anónimo, su familia nunca pudo averiguar quién lo había enviado.
“Yo sé que algunas personas simplemente no lo entienden y no pasa nada, la gente tiene sus propias opiniones”, dice.
“Yo no voy a cambiar las opiniones de todo el mundo, pero creo que la gente debería saber que somos humanos y que solo porque no nos sintamos cómodos en nuestros cuerpos eso no es un motivo para enviarnos mensajes de odio”.