Redacción / BBC News Mundo
La tecnología no deja de sorprendernos con artilugios y sistemas que hacen nuestra vida más fácil y que incluso revolucionan la forma en que nos relacionamos como sociedad.
Pero no solo los ingenieros o científicos de hoy nos dejan boquiabiertos.
Existen objetos del pasado que todavía nos intrigan y no han podido ser descifrados pese a lo mucho que la humanidad ha avanzado en materia de conocimiento y entendimiento del mundo que nos rodea.
Hasta nuestros días han llegado bien conservadas piezas diseñadas y construidas por nuestros antepasados cuyo uso se perdió en la historia. Nadie recuerda cómo se hicieron y sus funciones continúan siendo un misterio.
1. El hierro que no se corroe
La multicultural India es el hogar de muchos misterios y obras impresionantes y uno de ellos es el Pilar de Hierro de Delhi, una columna de hierro que alcanza los siete metros de altura y que, pese a haber sido construida hace unos 1.600 años, no se ha oxidado.
El pilar pesa unas seis toneladas y es una de las curiosidades históricas que más llama la atención en el campo de la metalurgia. Formaba parte de un templo hinduista levantado durante la dinastía Maurya, el primer gran imperio que unificó India.
Es la única parte del templo que queda en pie.
Años después, en el siglo XIII, el antiguo esclavo Qutb-ud-din Aibak se convirtió en el sultán de Delhi, fundador de la Dinastía de los mamelucos y primer gobernante musulmán del sur de Asia.
En sus cortos cuatro años de reinado, mandó construir el Complejo de Qutb, un conjunto de edificios que incluye el famoso minarete Qutab Minar y la mezquita Quwwat-ul-Islam, en cuyo centro se encuentra en la actualidad el pilar de hierro.
Se cree que esa no es su ubicación original y que su propósito inicial fue servir de homenaje al dios Visnú.
El material del que está hecho es un hierro forjado de gran pureza y de una composición baja en azufre y alta en fósforo. Suele ser considerado una muestra del avanzado nivel de la metalurgia en la India de esa época.
Al sur de la isla de Creta se encuentran las ruinas del palacio minoico de Festo, donde en 1908 el arqueólogo italiano Luigi Pernier encontró un disco de arcilla que todavía hoy intriga a los expertos y genera polémica.
El disco de Festo lleva en ambas caras grabados jeroglíficos dispuestos en un espiral y cuyo significado no se conoce con exactitud.
Se cree que fue fabricado a finales de la Edad de Bronce, aunque algunos arqueólogos como Jerome M. Eisenberg aseguran que se trata de un fraude creado por Pernier.
Otros expertos como Gareth Owens y John Coleman afirman que sí pertenece a la cultura minoica y aseguran haber descifrado su inscripción, al menos, parcialmente.
La cultura minoica se desarrolló en Creta entre 2700 y 1450 a. C. y es considerada la primera civilización avanzada en Europa durante la Edad de Bronce. Festo era una de sus ciudades más importantes.
El disco resulta enigmático porque contiene 61 jeroglíficos que no se han encontrado en otras muestras de escritura minoica. Aunque Owens cree haber decodificado al menos el 50% de su mensaje. Según él, el disco habla sobre una diosa embarazada.
Existe un pequeño objeto de forma curiosa que ha sido encontrado a lo largo del continente europeo: el dodecaedro romano.
Está conformado por 12 caras pentagonales planas que tienen un hueco circular en el centro y pequeñas perillas en los ángulos. La versión más común está hecha de bronce, aunque también hay algunas de piedra.
Más de un centenar han sido hallados en países como España, Italia, Hungría, Francia y Alemania. Se cree que fueron fabricados en los siglos II o III d. C. y no suelen medir más de 11 centímetros.
Pese a lo extendido que parecen haber estado, en la actualidad se desconoce su función. Las hipótesis les atribuyen una gran variedad de usos: desde servir de dado o calendarios agrícolas hasta calibrar tuberías.
En 1939, la compañía bananera estadounidense Standard Fruit Company estaba talando la selva al sur de Costa Rica para poder plantar plátano cuando descubrió unas esferas de piedra precolombinas.
Desde entonces, se han ido hallando más esferas de este tipo en dicho país y el misterio de para qué se usaban y cómo se habían hecho llama la atención de muchos arqueólogos.
Las esferas son tamaños muy diferentes: algunas tienen un diámetro de siete centímetros y otras, de más de dos metros. Pueden pesar hasta 16 toneladas.
Según le dijo el año pasado el arqueólogo Francisco Corrales, del Museo Nacional de Costa Rica, al diario colombiano El Tiempo, su equipo cree que “se utilizaban como signo de jerarquía, rango y distinción”.
El experto explicó que las esferas se hacían con grandes bloques de piedras “que se trasladaban hasta donde se colocaban, utilizando herramientas también de piedra, como martillos, y después se realizaba un trabajo más fino de pulido”.