Tal como ha ocurrido con otros recursos naturales como el petróleo, la industria pesquera internacional es rentable, competitiva y una fuente de conflicto entre los países.
En las últimas décadas, la demanda por el producto se ha duplicado: en los años 60 el mundo consumía un poco menos de 10 kilos de pescado per cápita al año, mientras que en 2016, el consumo aumentó a 20,3 kilos por personas, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Algunos expertos advierten que la competencia entre los países se ha intensificado y puede provocar una guerra pesquera global.
“Los países están tomando medidas drásticas para proteger a sus peces”, le dice a BBC Mundo Johan Bergenas, director de Políticas Públicas especializado en temas de defensa y medio ambiente de Vulcan, organización estadounidense dirigida por el cofundador de Microsoft, Paul G. Allen.
“Desafortunadamente la dinámica alrededor de la industria pesquera es ideal para un conflicto armado“, apunta.
Las zonas con mayores conflictos están en el sur y el noreste asiático; las costas de América Central y América del Sur; y en aguas africanas, agrega el experto.
Hasta ahora, los mayores conflictos han involucrado a embarcaciones procedentes de China, el mayor exportador de pescado del mundo y cuya población consume más del doble del promedio en otros países.
“Las autoridades chinas consideran que las embarcaciones pesqueras son herramientas importantes para expandir la presencia marítima del país en aguas disputadas”, dice Zhang Hongzhou, profesor de la Universidad Tecnológica Nanyang de Singapur.
Además, entregan subsidios estimados en US$3.000 millones al año a sus flotas pesqueras.
En un análisis que forma parte de un proyecto con el centro de estudios Wilson Center, Johan Bergenas plantea 5 razones que, a su juicio, muestran que se aproxima una guerra pesquera:
“El Pacífico podría transformarse en el Medio Oriente del atún“, haciendo un paralelo con la competencia por el petróleo.
Eso porque un 60% del atún del mundo es capturado en una sola región geográfica: el Océano Pacífico Occidental y Central.
El resto de las especies también están concentradas en zonas específicas, razón que las convierte en fuente de conflicto permanente.
Una investigación de Global Fishing Watch, publicada en la revista Science este año, reveló que solo 5 países acaparan el 85% de la pesca en alta mar, es decir, lejos de sus zonas económicas exclusivas: China, España, Taiwán, Japón y Corea del Sur.
La concentración en el Pacífico del atún ha hecho que la soberanía de esas aguas se vuelva extremadamente valiosa.
La sobrepesca y las disputas por derechos pesqueros son comunes en esas aguas, que están llenas de pequeñas islas-Estado.
Por otro lado, China, el país más dependiente de la pesca del mundo, “utiliza su flota pesquera como el tercer brazo de su Armada”, según el Departamento de Defensa de Estados Unidos.
En su informe anual al Congreso en 2017, el Pentágono señaló que “China está construyendo una flota pesquera estatal para su milicia marítima en el Mar de China Meridional”.
Pekín dijo el año pasado que su soberanía en islas disputadas en aquella zona es “irrefutable”.
La producción pesquera no alcanzará a cubrir la demanda en siete años más. En paralelo, fuerzas externas como el cambio climático, también están poniendo presión sobre el recurso.
Aunque la acuicultura puede ayudar a satisfacer la creciente demanda, no es suficiente.
Actualmente 1.000 millones de personas dependen de la pesca para satisfacer sus necesidades nutricionales, y este número crecerá en la medida que aumenta la población.
El pescado es uno de los recursos alimenticios más vendidos en el mundo.
La FAO proyecta que la demanda de pescado podría aumentar un 21% para el año 2025.
“La pesca ilegal, no informada y no regulada tiene un valor estimado en US$36.000 millones al año, equivalente a un 25% del mercado legal”, señala Bergenas.
Además, “existen organizaciones criminales que explotan el recurso para financiar actividades ilegales”, como es el caso del pez totoaba, traficado por carteles de la droga en México.
Por otro lado, los barcos de pesca son utilizados por organizaciones para trasladar mercancías ilegales.
Por ejemplo, en 2016, la Marina de EE.UU. confiscó armamento en pequeños barcos pesqueros en el Mar Arábigo que era transportado desde Irán a Yemen.
Y la Guardia Costera de EE.UU. recientemente confiscó más de 7.000 kilos de cocaína avaluados en unos US$260 millones que eran transportados por las costas de Sudamérica y Centroamérica.
Por su creciente demanda interna, China ha llegado a América Latina en busca de productos como el calamar gigante o el bacalao en aguas de Argentina; el atún en las de Chile; el tiburón en las de Colombia y Ecuador; o la totoaba en las de México.
Hay barcos chinos que faenan de forma legal, pero otros no.
Por ejemplo en 2016, fue emblemático el caso de un barco guardacostas argentino que hundió un pesquero chino que estaba faenando dentro de su zona de exclusión económica (200 millas de la costa).
Y ese mismo año, China rechazó la queja de México por la pesca y comercio de la totoaba, una especie mexicana en riesgo de extinción que habita en el alto Golfo de California.
La presencia de embarcaciones chinas ha provocado conflictos en aguas frente al oeste de África, Corea del Sur, Vietnam, Indonesia, Filipinas.
Lo que no se sabe es la dimensión que estos incidentes podrían alcanzar en el futuro. Y hasta ahora, no se ha producido un conflicto diplomático de grandes proporciones entre potencias que ponga en entredicho la estabilidad de las relaciones internacionales.
Mientras algunos analistas como Bergenas piensan que eso es cuestión de tiempo, otros son más cautelosos y confían en que la solución diplomática de los conflictos logrará controlar las tensiones.