Abu Taher trabajó durante años como vendedor de ropa en Chittagong, Bangladés, pero cuando le llegó la jubilación, le quedó poco dinero para el mes a mes.
Entonces comenzó a depender de sus dos hijos para sobrevivir.
“Mi esposa y yo pasamos muchas privaciones por criar a nuestro hijo. Pero después de que él se casó, dejó de ayudarnos con el dinero”, explica Taher.
Aunque su hija sí le ayudaba, no resultaba suficiente.
Entonces, según él, a sus 75 años no le quedó otra opción más que demandar a su hijo, Mohammad Shahjahan, para que le pasara dinero para su manutención.
Siempre fue un “buen chico”, dice Taher sobre su hijo.
“Fue una decisión dura de tomar -agrega-. Desde hace tiempo la gente me venía diciendo que lo tenía que hacer, pero yo no quería. Al final hice la demanda cuando no me quedó otra opción”.
Pero Shahjahan rechaza los argumentos de su padre, con quien lleva décadas distanciado.
El hombre, que trabaja como banquero, asegura que había ayudado a sus padres y que esta demanda solo tiene como objetivo “perjudicarlo”.
Aunque una pelea o un distanciamiento pueden ocurrir en la mejor de las familias, lo cierto es que la forma en que Taher quiere resolver las cosas puede no ser muy gentil pero sí es legal.
Su caso está regido por la ley de manutención de padres de Bangladés, una serie de normas que protegen a los padres de familia que no cuentan con el apoyo de sus hijos.
No obstante, no es una ley exclusiva del país asiático: muchos países de Europa y ciertos estados de EE.UU. tienen normas similares de apoyo filial, pero pocas veces se aplican contra sus ciudadanos.
Pero en Asia es distinto.
Ray Serrano, investigador de la Universidad de Emory, lleva años analizando estas leyes filiales que tienen como base el concepto de “piedad familiar” o respeto por los mayores en una sociedad.
Y describe esta normativa como una “extensión de la cuota alimentaria que deben pasar los padres a los hijos” en sociedades que quieren apoyar los valores de la familia o la vida en comunidad.
Un buen ejemplo es Singapur: padres adultos mayores que no pueden valerse financieramente por sí mismos pueden buscar ayuda económica bajo la ley manutención de los padres.
Allí se puede pedir ante la justicia que los hijos brinden apoyen económico, si están en condiciones de hacerlo.
Un tribunal puede determinar un monto mensual o una mesada. Este pago también se puede conseguir a través de una conciliación.
Así, en Singapur pocos casos han llegado a un tribunal y la mayoría se resuelve a través de mediaciones conciliatorias.
China, India y Bangladés tienen sistemas similares, que han desarrollado en los últimos años a raíz del envejecimiento de su población.
Para el profesor Serrano, se basan en sistemas de “reciprocidad”: “Si eres un adulto que ya no vive con tus padres, deberías poder mantenerlos económicamente”.
Los hijos pueden ser multados e incluso enviados a prisión en algunos casos.
Hace poco, en China, en la provincia de Sichuan, cinco adultos fueron condenados a 2 años de cárcel por abandonar a su padre mayor, después de que un tribunal estableció que no habían “cumplido con sus deberes de hijos”.
Estas leyes están enfocadas en atender la pobreza entre adultos mayores, más que en un sistema de bienestar en el largo plazo.
Pero mientras las sociedades envejecen, estas normativas pueden ser una herramienta para alivianar la presión sobre el Estado.
La Organización Mundial de la Salud dijo que, para 2020, el número de personas que tendrán más de 60 años sobrepasará al número de niños por debajo de los 5 años.
Y que, para 2050, cerca del 80% de los adultos mayores va a vivir en países de medianos y bajos ingresos.
Serrano dice que los sistemas como el de Singapur pueden actuar como un “bastón que empuja a los hijos” para que cuiden a los padres que envejecen.
Sin embargo, este giro en la definición de políticas de la tercera edad plantearía problemas en países como Estados Unidos o Reino Unido.
James Sabin, investigador de la Universidad de Harvard, dice que es poco probable que leyes como estas ganen terreno en EE.UU.
Para él, EE.UU. se encuentra en el “otro extremo” de una nación como Singapur y su espíritu de vida comunitaria mayor.
“Somos una sociedad con pocas probabilidades de pasar por encima de los derechos individuales“, dice.
También señala peligros potenciales en los casos de hijos que argumenten que sus padres no merecen apoyo financiero.
“No creo que queramos depender de la corte para estas decisiones sociales y psicológicas“, dice Sabin.
Pero, para Abu Taher, el sistema bangladesí le proveyó una muy necesaria ayuda.
Llegó a un acuerdo con su hijo, quien ha acordado pagarle unos US$119 cada mes.
Hasta ahora ha cumplido con el trato y Taher dice que, si su hijo sigue pagando, retirará el caso del tribunal local de Chittagong.