La comunidad judía ortodoxa tiene un lugar sagrado para las mujeres: el mikve. Ahora además se ha convertido en un sitio en el que detectar señales de cáncer de mama y violencia doméstica, y donde buscar ayuda.
Es menester religioso para toda judía ortodoxa casada ir al mikve, o baño ritual, todas las noches de la semana después de que les termine la regla. Es una manera de purificarse espiritualmente. Mientras que algunas mujeres de esa comunidad puedan oponerse al concepto de “purificarse” para sus esposos, para otras tiene un fuerte significado emocional.
Tradicionalmente, una mujer asiste al mikve por primera vez antes de su boda y continuará yendo cada mes hasta que deje de menstruar.
Antes de entrar al mikve, la mujer pasará un tiempo limpiando completamente su cuerpo y asegurándose de que no haya objetos extraños en su persona que puedan crear una barrera ente ella y el agua del mikve -por ejemplo, rastros de esmalte de uñas, o una pelusa de la toalla. Entrará a un cuarto privado donde se bañará, lavará el pelo, limpiará las uñas y examinará su cuerpo cuidadosamente.
Una vez termine ese proceso, irá al mikve, donde tendrá que sumergir todo su cuerpo, incluyendo cada pelo de su cabeza. Usualmente se zambullirá completamente tres veces y dirá una oración.
El mikve típico se parece a una piscina privada en miniatura que se llena con agua natural “viva”, generalmente de lluvia. Suele haber alguien presente para guiar a la mujer, pero las mujeres en Israel recientemente ganaron el derecho a bañarse a solas, como algunas prefieren. Sin embargo, hay asistentes en el edificio en caso de que la mujer desee conversar o buscar consejo.
En Israel, donde unas 750.000 mujeres asisten al mikve cada mes, las organizaciones benéficas han tomado la iniciativa de entrenar a las asistentes que trabajan allí para que se fijen en señales de cáncer o de abuso doméstico para que puedan aconsejar discretamente a las mujeres a buscar ayuda.
También están exhortando a los mikves a que coloquen afiches con información sobre cáncer y violencia familiar para concientizar y puedan dar los pasos necesarios para que las ayuden.
La doctora Naomi Marmon Grumet es fundadora de el Centro Edén en Jerusalén, una organización benéfica que hasta ahora ha capacitado a unas 800 ayudantes que trabajan en unos 150 mikveh y van a charlas sobre cáncer de mama con profesionales de la salud.
Las asistentes participan en ejercicios en los que asumen un rol que les permita apreciar cómo podrían de manera sutil sugerirle a una mujer a que busque ayuda. También le proporcionan números de contacto de los médicos para pasárselos a las mujeres.
Marmon explica que las asistentes apartan la vista cuando una mujer entra en el agua, pero que podrán ver si tiene algo como un hematoma o un bulto inusual.
También podrán darse cuenta si alguna no quiere abandonar el lugar del mikve después del baño. Como eso implica regresar al marido, podría ser una señal de que está siendo abusada.
En la comunidad ortodoxa, las relaciones matrimoniales sólo se pueden reanudar una vez que la mujer haya ido al mikve durante siete días después de la regla.
Marmon Grumet hizo su doctorado en cómo las mujeres judías observan la ley de pureza ritual, que fue cuando empezó a conversar con ellas sobres sus experiencias en el mikve.
Una de ellas fue una mujer que tenía 10 hijos y cuyo esposo abusaba de ella.
“Me dijo que la única mujer que realmente sabía al respecto era la asistente del mikve porque, me dijo: ‘Ella ve mi cuerpo, ve mis moretones'”.
“Se me encendió una luz en la cabeza y me di cuenta de que hay personas en nuestra comunidad que ven muchas cosas y si sólo supieran cómo ayudar a otras mujeres, podrían ser un gran recurso. Podrían ser asistentes de primera respuesta y no sólo ver a las mujeres, sino también ofrecer algún tipo de apoyo”.
Para Marmon Grumet, el apoyo simplemente implicaría demostrarle a las mujeres que se preocupan por ellas.
“No espero que las ayudantes de mikve sean terapeutas, pero sí poderle decir a una mujer que hay una línea de asistencia a la que pueden llamar y recibir apoyo, o decir: ‘Me preocupo, estoy aquí para ti, no te mereces esto'”.
En otros casos, las mujeres podrían pedir consejos directamente a las asistentes.
Marmon Grumet da el ejemplo de una mujer que le dijo a la asistente que su seno sangraba algunas veces, aunque pensaba que se debía a un nuevo sostén. La asistente le aconsejó que se hiciera un examen y le dio el nombre de un médico.
La mujer regresó a agradecerle. “Le hubiera hecho caso omiso, pero se trataba de cáncer en estado primario”, dijo.
Nadie entiende mejor la importancia de revisarse los senos que Shani Taragin, de 45 años, una profesora de ley judía en Jerusalén.
Taragin detectó un bulto en su seno hace cinco años, cuando se preparaba para el baño. Estaba enseñando en un campamento de verano y usó las aguas naturales de un lago cercano para su mikve.
Estaba muy oscuro, así que se examinó el cuerpo más cuidadosamente para ver si tenía objetos extraños en su cuerpo, como algún residuo de protector solar. Taragin siempre se había examinado los senos rápidamente al prepararse para el mikve, pero esta vez fue mucho más meticulosa.
“Sentí un bulto arriba en el extremo izquierdo de mi seno y seguí presionando. Realmente se sentía como un objeto extraño. Continué presionando y me di cuenta de que era algo interno, así que pude seguir adelante con mi inmersión en el mikve”.
“Aún inmersa, todo en lo que podía pensar era: ‘¿Qué es este bulto?'”
Taragin sabía que algo andaba mal e hizo una cita con un especialista tan pronto como pudo. Encontró que tenía cáncer de mama.
Para entonces, Taragin ya trabajaba para el Centro Edén, enseñando ley judía a las asistentes de mikve, pero decidió incorporar el cáncer de mama en sus cursos.
“Mi historia demuestra que una realmente puede usar el mikve como la base para enseñar sobre el cáncer de mama”, dice.
Es un proyecto muy importante: las judías asquenazi, de ascendencia europea oriental, tienen alto riesgo de desarrollar cáncer de mama y ovario.
Eso se debe a que una de cada 40 judías asquenazi portan la mutación genética BRCA, diez veces más que la población general. Estudios recientes muestran que las judías sefardíes, de ascendencia española y portuguesa, también podrían estar genéticamente predispuestas a desarrollar el cáncer de mama y de ovario.
“Es casi como si la halacha (ley judía) te estuviera diciendo que seas sensible con tu cuerpo”, señala Taragin.
También es el momento para que una mujer entre en contacto con su ser físico. “Estás examinando tu cuerpo, así que es una gran oportunidad para hacerte un examen personal”.
En cuanto a las asistentes de mikveh detectando señales de cáncer, Taragin recomienda que sean tan delicadas como les sea posible.
“Siempre hay maneras de decir las cosas para no invadir la privacidad de una mujer”, recalca.
Dice lo mismo en cuanto a la violencia doméstica. El Centro Edén también aboga para que se coloquen afiches con números de asistencia en los mikves. En Israel hay un creciente problema de violencia familiar, con unas 20 mujeres muertas en 2018, según datos recopilados por la asociación femenina WIZO.
El Centro Edén también ofrece capacitación para que las asistentes del mikve sean más sensibles en términos de asegurarse de que las mujeres que tienen cáncer, o que hayan tenido cáncer, tengan una experiencia positiva cuando están en el baño ritual.
Esa capacitación incluiría, por ejemplo, que las asistentes no miren fijamente a una mujer que haya tenido una mastectomía, o tratarla de alguna manera en que se sienta incómoda.
Ahora también hay un programa en Inglaterra que ofrece información y consejo a las asistentes de mikve para ayudarles a ser sensibles a las necesidades de las mujeres que han recibido un diagnóstico y para informarles de que pueden actuar como un recurso dentro de la comunidad.
El Chai Cancer Care, la organización benéfica del cáncer para la comunidad judía, ha elaborado panfletos para las asistentes de mikve.
El programa fue lanzado en Londres y Manchester por Michal Mocton, de 41 años, que tuvo cáncer de mama hace seis años.
Mocton tuvo la inspiración para empezar la capacitación después de su propia experiencia de ir al mikve después de haber sido diagnosticada.
Explica que las asistentes del mikve sólo se fijan si las mujeres se han sumergido, pero algunas mujeres se pueden sentir particularmente cohibidas.
“Es importante que las asistentes recuerden que la mujer puede no haber mostrado a nadie sus cicatrices y luego se encuentra bajo una luz intensa, teniendo que examinar su cuerpo y sintiendo como si otra persona la está mirando cuando entra al mikve”.
De manera que recomienda que las asistentes deberían dejarse guiar por la propia mujer, sin mirarlas fijamente y actuar con un alto nivel de sensibilidad.
El folleto concientiza a las asistentes de que cada vez más mujeres han optado por hacerse mastectomías si son portadoras del gen BRCA y recomienda que estas mujeres deberían sentirse bienvenidas y cuidadas.
“Ir al mikve es el cénit de la espiritualidad, pero puede ser muy difícil para las mujeres que han recibido un diagnóstico (de cáncer)”, comenta Louise Hager, presidenta de Chai Cancer Care.
“Es un privilegio ser una asistente de mikve y poder ayudar a las mujeres a cumplir con esta mitzva (obligación religiosa). Entre más las preparemos, mejor”, expresa.
“Estamos entrando en una era en que las mujeres están más abiertas a hablar sobre el cáncer. Necesitamos empoderar a las asistentes del mikve para que tengan más información y sientan que la pueden transmitir a otras”.
Mocton fue a un mikve por última vez a los 37 años, cuando le removieron los ovarios y ya no estaba menstruando. Le gustaría que las asistentes sean conscientes de que algunas mujeres podrían estar yendo allá por última vez y es importante ayudarlas a que sea una experiencia significativa.
Insta a las asistentes a que recuerden que la “mitzva del mikve ha conectado a las mujeres durante generaciones, por lo que es importante que cada una de las mujeres que vaya se sienta bienvenida y conectada a su herencia cultural”.
Fotos por Heidi Levine con derechos reservados.