Los antojos de comida son notoriamente difíciles de resistir. Pero aquí te contamos cómo los puedes resistir a través de una sencilla táctica.
El aroma del pan que llega a tu nariz, un vistazo a esas papas fritas o la sensación repentina de nostalgia pueden hacer que incluso los dotados con más fuerza de voluntad olviden rápidamente esa tantas veces tomada resolución de alimentarse más saludablemente.
Los antojos están vinculados a la memoria. Cuando comemos un alimento que nos gusta, creamos un recuerdo positivo. Cuando asociamos una comida con recuerdos felices, afecta a lo bien que creemos que sabe y lo bien que nos hace sentir, le explicó a la BBC el psicólogo social Carey Morewedge, de la Universidad de Boston, EE.UU.
Cuanto más comemos de esa comida, más reforzamos este recuerdo. Cuando se forman estos recuerdos positivos, se entrometen en nuestra conciencia como un anhelo. Un olor, sentimiento o lugar pueden traer a la mente esa memoria y provocar un antojo.
Los antojos están estrechamente relacionados con los centros de recompensa en el cerebro.
Los alimentos cargados de carbohidratos, como las bebidas azucaradas y las papas fritas, desencadenan una ruta de señales hacia estos centros de recompensa, mientras que los alimentos grasos como el queso toman una ruta diferente.
Si mezclas carbohidratos y grasas -en un helado o chocolate, por ejemplo-, esos centros de recompensa se refuerzan, según una investigación de la Universidad de Yale.
Entonces tu cerebro te recompensa por satisfacer los antojos de estos alimentos.
Nuestras emociones y estilo de vida pueden hacer que los antojos sean más difíciles de resistir. Y hay algunos factores que han demostrado debilitar la resolución.
Hay una serie de teorías sobre cómo ayudarte a resistir un antojo de comida, o incluso prevenir el antojo.
Varias de las teorías anteriores requieren una acción -beber agua, hacer ejercicio, etc.- que ayuda por diferentes razones, entre ellas porque te distraen.
Van por la línea de los consejos que te dan amigos o familiares, aquello de: “¡Deja de pensar en eso! Ponte a pensar en otra cosa y verás que se te pasa”.
Sabios consejos.
Pero, entonces, ¿por qué un equipo de investigadores aconseja todo lo contrario?
Ellos mismos en su estudio empiezan recordando a los perros del fisiólogo y psicólogo Iván Pávlov, aquellos que en los experimentos salivaban anticipando la comida, y señalan que eso refleja nuestra propia experiencia imaginada, es decir, pensar en el consumo futuro de chocolate aumenta nuestro deseo y nuestra motivación para obtenerlo.
Entonces, ¿cómo y por qué pensar repetidamente en un alimento nos puede ayudar a resistir un antojo?
“Parece extraño, pero realmente se basa en buenos conocimientos científicos sobre cómo se forman los antojos”, aseguró Morewedge, uno de los autores del estudio
Paso seguido, explicó que en sus experimentos los voluntarios estaban en cabinas separadas y cada uno tenía a la mano 30 pedazos de chocolate.
“La idea es que esos 30 chocolates estaban estimulando un antojo. Los antojos a menudo se forman a través de un recuerdo que tenemos. Es posible que recordemos un momento positivo en el que comimos chocolate, podemos pensar en el sabor de un chocolate que alguna vez disfrutamos.
“Y así, todos estos diferentes tipos de señales pueden llevarnos a pensar en lo positivo que sería tenerlo y a notar lo desagradable que es que no estamos comiendo chocolate en este momento”.
¡Exacto! Ese es precisamente el momento en el que nos debemos alejar físicamente del chocolate, evitar pensar en él, sacarlo de la mente… ¿no? ¿Por qué no hacer simplemente eso?
“Es cierto que eso intuitivamente parece tener sentido, pero también es problemático debido a la memoria“.
“Hazme un favor: trata de no pensar en un oso blanco”.
“Apenas alguien te dice eso, piensas en un oso blanco”.
“Eso es lo que encontramos al investigar: cuando las personas intentan suprimir los pensamientos de algo, tienden a activar esos pensamientos y es más probable que los tengan”.
Sabiduría popular: entre más tratas de evitar algo que te gusta, más te tienta.
Entonces, a los voluntarios se les pidió que pensaran en comerse todo ese chocolate, como una forma de disminuir la tentación y, por ende, el consumo.
La lógica de la aparentemente ilógica táctica es así:
Habíamos quedado en que pensar en el consumo futuro de chocolate aumenta nuestro deseo y nuestra motivación para obtenerlo.
Pero una vez obtienes el tan anhelado chocolate y te lo empiezas a comer, tras unos bocados, tu apetito generalmente disminuye y la oferta de una segunda barra es menos atractiva que la primera.
Pues los estudios de Morewedge y sus colegas mostraron que la disminución en la respuesta hedónica también puede ser inducida imaginándote que te comes la primera barra de chocolate.
En las comparaciones de los sujetos a los que se les pidió que imaginaran el consumo repetitivo de dulces o queso, observaron una caída específica en la cantidad consumida cuando a los sujetos se les ofrecieron los alimentos imaginados previamente.
Vale la pena intentarlo, ¿no? Si te resulta efectivo, sería una forma más agradable de resistir un antojo que intentar constantemente alejar de nuestra mente esas cosas que tanto nos gustan.