En momentos en que gran parte del mundo sigue confinado por la pandemia de SARS-CoV-2, los ojos están puestos en las ciudades y países que han empezado a levantar algunas de sus restricciones para regresar, paulatinamente, a un estado de relativa normalidad.
En lugares como Alemania, Corea del Sur o China, por ejemplo, las autoridades han sopesado con detenimiento la situación, tomando en cuenta factores como la tasa de reproducción (la capacidad del virus de propagarse), el número de casos y la severidad de los mismos, antes de decidir flexibilizar el aislamiento.
Sin embargo, pocos días después de que la canciller alemana, Angela Merkel, diera el visto bueno para relajar la cuarentena, datos oficiales revelaron un aumento en el número de casos.
La tasa de reproducción del virus subió allí a 1,2 y 1,3 por varios días, cuando mantenerla por debajo de 1 era una parte fundamental en la ecuación para relajar las normas.
Algo similar ocurrió en Corea del Sur. Y en Wuhan, la ciudad china donde se originó la pandemia, después que no se registraran nuevos enfermos de covid-19 desde el 3 de abril, aparecieron seis casos el fin de semana pasado, todos en un mismo conjunto residencial.
¿Significa esto que el levantamiento de las medidas ha sido un fracaso? ¿Es inevitable que el fin del aislamiento dé lugar a una nueva ola de contagios? ¿O qué debemos esperar realmente tras la salida de la cuarentena?
Lo que está sucediendo en estos países, le explica a BBC Mundo Andrew Tatem, investigador de enfermedades emergentes de la Universidad de Southampton, en Reino Unido, “es lo esperable“.
“No estamos en una etapa en la que se elimina la enfermedad. Hay maneras de frenar la aparición de casos, pero para eso se necesita una vacuna, o que todo el mundo haya sufrido la enfermedad y tenga cierto tipo de inmunidad, y ese no es el caso”.
“La gran mayoría de la población —en algunos casos el 95%— sigue siendo susceptible al virus, que sigue circulando por el mundo. Así que definitivamente esperamos que se produzcan más casos“, señala el científico.
Es difícil saber cuándo este incremento en el número de infectados excede lo esperable y debe ser motivo de preocupación para las autoridades.
“No hay un número determinado. Si por ejemplo un país tiene mil casos nuevos, depende de si están en una ciudad o de si están distribuidos equitativamente en todo el país”, explica Tatem.
“En el primer caso es preocupante y amerita la implementación de medidas, mientras que en el segundo no constituye un problema”.
Lo importante, en opinión del profesor de Epidemiología de la Universidad de Hong Kong Ben Cowling, es “qué potencial tiene la infección de volver a propagarse“.
“Si las medidas se relajan completamente y volvemos a la normalidad, el potencial es muy grande”.
En Alemania, por ejemplo, el Instituto Robert Koch (RKI, por sus siglas in inglés), que asesora al gobierno alemán en temas de coronavirus, afirmó que no le preocupa la tasa de reproducción lleve varios días por encima de 1.
“Los días individuales no son un problema”, afirmó Lars Schaade, del RKI, sino cómo se comporta la tasa en un período de tiempo más largo.
La aparición de nuevos casos no significa necesariamente que estamos ante una segunda ola de la pandemia, aunque tampoco hay una definición exacta de qué constituye una nueva ola en términos de salud pública.
Básicamente, dice Cowling, hablamos de una nueva ola “cuando el número de casos alcanza un nivel en el que los hospitales deben tomar medidas especiales para responder a la epidemia, como por ejemplo liberar camas para crear más espacio para pacientes con coronavirus”.
Pero hasta que se obtenga una vacuna y la mayoría de la población esté inmunizada, es probable que estas olas se repitan y que tengamos que acostumbrarnos a convivir con ellas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) hizo esta semana una advertencia en esta misma dirección, aventurando incluso que el viruspodría quedarse entre nosotros para siempre, como ha ocurrido con el virus del VIH.
“Es importante poner esto sobre la mesa: el virus podría convertirse en otro virus endémico en nuestras comunidades y estos virus podrían no irse nunca”, sentenció Mike Ryan, director de Emergencias Sanitarias de la OMS.
“El VIH no ha desparecido, pero nos hemos adaptado al virus”.
Muchos se preguntan si el impacto de un nuevo brote será menor o mayor que el que el que tuvo el SARS-Cov-2 cuando surgió por primera vez.
Las epidemias y las enfermedades infecciosas se comportan de maneras diferentes. Si nos guiamos por la pandemia de gripe española de 1918 —un evento considerado como la “madre de todas las pandemias” y que dejó más de 50 millones de muertos— sus sucesivas oleadas fueron más letales que la primera.
Sin embargo, señala Cowling, “la primera se produjo en verano, mientras que la segunda tuvo lugar en invierno”.
“En cambio, con el coronavirus, (al menos en el hemisferio norte), la primera fue en el invierno y la primavera, y la segunda podría llegar en el verano, con lo cual el clima podría jugar a favor”.
América del Sur está en la situación opuesta. “Probablemente allí represente un gran desafío en los próximos tres o cuatro meses”.
No obstante, más allá del clima, y a diferencia de lo que ocurrió con la gripe española, mucho dependerá de las medidas que se tomen para limitar la propagación.
Por otra parte, ahora las autoridades tienen más experiencia y conocimiento sobre el virus y sus formas de contagio.
“El mundo está mucho más alerta y hay preocupación, por ello espero que si se produce una segunda ola se vuelvan a implementar medidas y que no sea tan extrema”, argumenta Tatem.
Los expertos consultados por BBC Mundo coinciden en que, dado que es esperable, no se puede considerar la aparición de nuevos casos tras la flexibilización del aislamiento en China, Corea del Sur o Alemania como un fracaso.
“No es lo que querrían las autoridades, pero es algo que esperaban y para lo que han planificado”, dice el científico de la Universidad de Southampton.
“El hecho de que hayan logrado detectar el aumento de los casos muestra cierto éxito en la forma en que han creado sistemas para detectarlos mientras son relativamente bajos”.
“Mientras le hagas pruebas a suficiente cantidad de gente y reacciones rápidamente, la evidencia muestra que el virus se puede mantener bajo control“.
No hay que olvidar que las cuarentenas son una estrategia a corto plazo destinadas a reducir el número de contagios que provoca cada persona infectada, para evitar que la tasa de infección aumente a un ritmo exponencial.
Buscan lo que se conoce en términos técnicos como “aplanar la curva” para que los hospitales no se vean desbordados por encima de su capacidad, lo cual hace que disminuya el número de muertes, y permite también ganar tiempo mientras los científicos aprenden cómo se comporta el nuevo coronavirus, desarrollan tratamientos efectivos y trabajan en busca de una vacuna.
Es decir, no tienen como propósito llevar el número de casos a cero.
En esta etapa, los gobiernos se ven en la difícil posición de tener que encontrar un balance entre la necesidad de reabrir y estimular la economía, al mismo tiempo que proteger la salud de la población.
“En este momento es el gran dilema y no creo que haya una respuesta acertada: los países que mantengan la cuarentena por semanas y meses sentirán el impacto en la sociedad y en la economía, mientras que los que no lo hagan, sentirán el impacto en la salud de la población y podrán sufrir una segunda ola”, comenta el experto de Hong Kong.
Ante esta perspectiva, las autoridades deberán estar atentas a los contagios para evaluar cómo, cuándo y qué medidas introducir.