Wes se convirtió en cineasta e hizo un documental sobre su vida.
Como un adolescente gay en la Rusia postsoviética, Wes Hurley dio un suspiro de alivio cuando su madre se casó con un estadounidense y se mudaron a ese país. Pero pronto descubrió que su padrastro, James, era violentamente homofóbico.
Esto llevó a que tuvieran una relación tensa, hasta que James experimentó una transformación inesperada.
El primer recuerdo de Wes Hurley es de su padre borracho golpeando a su madre. Tenía solo cuatro años y era demasiado pequeño para comprender realmente lo que estaba sucediendo, pero a veces imaginaba que estaba viendo una película.
Formaba un marco cuadrado con sus manos e imaginaba que a través de la lente de sus dedos su vida era un filme.
“Mis padres bailaban y cantaban, y yo imaginaba que mi vida era como una película divertida. O se peleaban y para mí era como algo salido del cine, no una pelea real”, recuerda Wes.
Sus padres pronto se separaron y su madre, Elena, una joven doctora que trabajaba en una prisión, le crió sola.
Elena era poco convencional. No era tímida para expresar sus puntos de vista anticomunistas, era la única de su familia que no era antisemita, y no podía entender el odio virulento que la gente a su alrededor sentía hacia las personas homosexuales.
Ella siempre defendió lo que creía que era correcto, y dejaba saber cuál era su postura.
Esto influenció a su hijo a medida que crecía a fines de la década de 1980 en la ciudad portuaria de Vladivostok, en la costa pacífica de Rusia.
“Era un momento oscuro, pero también fue un momento realmente emocionante para mí. Nuestro país estaba roto. Nos estaban enseñando propaganda comunista, y yo me ponía de pie y decía: ‘Nos estás enseñando mentiras'”, recuerda.
Nadie había visto venir la ruptura de la Unión Soviética, pero en 1991, cuando Wes tenía 10 años, comenzó a desmoronarse, colapsándose definitivamente a fines de diciembre.
“Fue increíble”, dice Wes. “Recuerdo que estábamos en el departamento de un vecino. Todo el mundo estaba pegado a la televisión y a las radios porque era como un thriller. Nadie sabía exactamente lo que estaba pasando. Fue un momento emocionante, inspirador y aterrador”.
Al principio las cosas comenzaron a mejorar. Había más libertad, más comida, y -para deleite de Wes y Elena-, una abundancia de películas estadounidenses pirateadas.
Wes recuerda la noche en que encendió la televisión y apareció la película Ghost, protagonizada por Patrick Swayze, Demi Moore y Whoopi Goldberg.
“Era diferente a todo lo que había visto antes”, dice Wes. “Las películas rusas eran en su mayoría deprimentes y oscuras en ese momento. No habíamos visto nada así que fuera tan divertido, agradable y escapista. Estaba obsesionado con Whoopi Goldberg”.
Otro filme que les llegó fue Curly Sue, una “película terrible” protagonizada por Jim Belushi y Kelly Lynch, que “es como una historia de Cenicienta pero al revés”, dice Wes.
“Realmente nos inspiró, porque (los protagonistas) pasan de ser muy pobres a vivir en un lujoso apartamento de Nueva York y tomar baños de burbujas y comer buena comida, por lo que nos llevó a pensar ‘espero que esto nos pase a nosotros'”.
“Nos enamorarnos del Estados Unidos que vimos en las películas, sin duda. Fue el comienzo de nuestro sueño de venir a EE.UU.”.
Wes y Elena sabían, por supuesto, que las películas eran ficticias, pero las historias positivas que contaban se volvieron de vital importancia para ellos, dándoles esperanza cuando se sentían desolados.
Después de la caída de la Unión Soviética, Vladivostok se convirtió en un refugio para la corrupción y el crimen. Los traficantes de drogas y las pandillas eran un peligro perpetuo para Wes en las calles de su ciudad y su escuela era apenas menos violenta.
Fue en este entorno intimidante que se dio cuenta de que era homosexual.
“En ese momento [ser] gay era algo subhumano, monstruoso, exótico, algo que ‘realmente no existe’ en Rusia. Yo ni siquiera estaba seguro de si las personas homosexuales eran reales o si eran monstruos inventados”, dice Wes.
No se lo contó a Elena, que ya estaba suficientemente preocupada por él.
Pero cuando comenzó a faltar a la escuela y empezó a cargar un cuchillo de carnicero para protegerse, ella tomó la decisión de escapar al mundo que vieron en las películas, convirtiéndose en una novia por correspondencia.
En la década de 1990, se estaba desarrollando una industria emergente de catálogos y servicios de citas para unir a mujeres de países como Rusia con hombres de países como EE.UU., Japón y Australia.
Elena proporcionó información de perfil y algunas fotos, como lo haría en un sitio web de citas hoy, y pagó una pequeña tarifa para poder ser emparejada con hombres estadounidenses.
Durante los siguientes dos años intercambió correspondencia con algunos estadounidenses, y, eventualmente, viajó a EE.UU. para encontrarse con un hombre unos 15 años mayor que ella llamado James, un nombre maravillosamente “exótico” para el adolescente Wes (o Vasily como se llamaba entonces).
Cuando regresó, estaba radiante y le mostró a Wes un anillo. Elena y James se habían casado, por lo que ella y Wes finalmente podían ir a “América”. Fue como un sueño hecho realidad. Volaron desde Vladivostok, a un lado del Pacífico, a un nuevo hogar en Seattle, al otro lado.
“Obviamente había mucho que aprender, y nuestro inglés era muy malo, pero estábamos tan emocionados de volvernos estadounidenses y aprender inglés que esos fueron desafíos realmente divertidos”, dice Wes.
Ir a una escuela secundaria “donde no temes que vas a ser asesinado” también fue un gran cambio.
Todo sobre su nueva vida era diferente, desde la comida en el supermercado hasta la limpieza de la ciudad y la gente que les sonreía en la calle. Pero la tensión pronto comenzó a gestarse en casa.
“James era un fundamentalista cristiano realmente conservador. Era un converso ortodoxo ruso y quería una esposa ortodoxa rusa. Mi madre era técnicamente ortodoxa rusa, pero ella no era conservadora ni fundamentalista”, dice Wes.
Las creencias liberales de Elena fueron una sorpresa para James, y del mismo modo el conservadurismo de James fue un desafío para ella. James no entendía cómo Elena podía apoyar el aborto legal.
James se oponía a los derechos de los homosexuales, no creía en las escuelas seculares, odiaba a los Clinton y estaba horrorizado por Halloween, creyendo que era una fiesta satánica.
Wes recuerda a James como muy intenso, a menudo despotricando y delirando. En un momento era amable y cariñoso y al siguiente volaba de ira.
En esos momentos a menudo insinuaba la posibilidad de enviar a Elena y Wes de regreso a Rusia, porque no eran lo suficientemente cristianos o conservadores para él. Ambos se sintieron extremadamente vulnerables.
Al mismo tiempo, durante su primer año en EE.UU., gracias a la televisión, las películas y las discusiones en la escuela, Wes se dio cuenta de que no era la única persona gay en el mundo. A los 16 años, le contó a su madre que era homosexual.
“En realidad fue una conversación divertida porque yo estaba melancólico y de mal humor todo el tiempo. Y finalmente le dije que era gay y ella dijo: ‘¿Qué, eso es todo? Todos somos un poco gay'”, recuerda Wes.
“Le dije: ‘¿A qué te refieres mamá?’ Y ella respondió: ‘A veces noto a mujeres guapas’. Y yo dije: ‘¿Quieres tener sexo con ellas?’ y ella dijo ‘No’. Y le dije: ‘No, yo realmente soy súper gay’. Y ella dijo: “No me importa si eres súper gay“.
“Pensé que habría más tristeza o drama, pero ella fue tan indiferente al respecto… Fue increíble”.
Sin embargo, ambos sabían que si revelaban la orientación sexual de Wes a James, definitivamente los enviaría de regreso a Rusia, y esto realmente molestaba a Wes.
“Estaba aprendiendo sobre los derechos de los homosexuales y, gracias a internet, me estaba dando cuenta de la cantidad de personas homosexuales que habían sido borradas de la historia, y eso me hizo enojar tanto… Sentí que James era más o menos la personificación de esta presencia opresiva malvada, así que realmente comencé a odiarlo”, cuenta Wes.
Hacía todo lo posible para evitar a James, mientras trataba de no molestarlo.
Cuando cumplió 18 se mudó y consiguió un trabajo. Incluso entonces, siguió ocultando su sexualidad a James.
La relación de Elena con James siguió siendo difícil, pero las cosas comenzaron a cambiar lentamente.
Un año, James compró una calabaza para tallar y películas de terror para ver en Halloween. Como siempre había denunciado Halloween como la fiesta de Satanás, esto representaba un cambio. Pero pronto llegaría una sorpresa mucho más grande.
Una noche, Wes recibió una llamada telefónica de su madre. Estaba llorando.
“No era llanto de tristeza sino catártico”, dice Wes. “Ella me dijo que cuando llegó a su casa se encontró a una mujer extraña sentada en su sofá, y después de mirarla por un segundo, reconoció a James“.
La mujer se presentó a Elena como Janis. Le explicó que había luchado con su género asignado toda su vida. Que incluso se había convertido a la ortodoxia rusa porque pensó que ayudaría.
Casarse con una mujer rusa había sido parte del mismo plan, a pesar de que Elena -“la mujer menos conservadora de Rusia”, como a Wes le gusta llamarla-, no había resultado ser el tipo de persona que Janis había pensado originalmente.
Si bien Janis, al principio, se había sentido frustrada por la mentalidad abierta de Elena, también la había ayudado a desarrollar el coraje para salir del clóset como una mujer trans.
“No puedo decir que fue fácil descubrir que mi esposo era una mujer. En cierto sentido, fue el primer hombre real en mi vida, el hombre con el que podía contar. Pero no se trataba de mí. Janis necesitaba apoyo y amor incondicional”, dice Elena en “Little Potato” (Pequeña papa), un documental galardonado que Wes realizó sobre sus experiencias.
Wes quedó absolutamente fascinado al enterarse de Janis. El descubrimiento instantáneamente convirtió una “situación opresiva realmente aterradora” en una que era “divertida y emocionante”.
“Estaba saliendo con mi primer novio”, recuerda Wes, “y Janis era totalmente abierta y pasaba el rato con todas estas amigas trans que tenía. Fue realmente especial verla florecer en los últimos años de su vida“.
Sin embargo, Janis y sus amigas se convirtieron en un nuevo problema para Elena, principalmente debido a su amor por el karaoke.
“Había karaoke noche tras noche tras noche. Fue entonces cuando decidí que era hora de divorciarme y mudarme”, cuenta Elena en “Little Potato“. “Estaba todo bien con el tema transgénero, pero ¿karaoke? Nadie quiere karaoke todas las noches“.
Con el paso de los años Janis también se convirtió en devota de la Wicca, una religión pagana moderna. Permaneció en contacto con Elena y Wes, pero solo se veían ocasionalmente.
“Años más tarde veía a Janis en Facebook y ella venía a las proyecciones de mis películas. No teníamos un vínculo cercano, pero todavía era una persona importante para mí”, dice Wes.
“Janis era igual de loca que James en muchos sentidos. Me contaba cómo había usado hechizos para alejar al huracán Katrina de su ciudad natal. Era una activista contra el fluoruro y buscaba pueblos en los que vivir que no tuvieran fluoruro”.
“Hablar con ella siempre fue incómodo porque no sabía cómo reaccionar ante sus ideas locas, pero una parte de mí estaba orgulloso de ella, porque siempre hacía lo que ella quería“.
En 2015, Wes recibió un mensaje de la hija de Janis de un matrimonio anterior para contarle que Janis, ahora de 70 años, se estaba desvaneciendo. Entonces él y su madre fueron a visitarla al hospital.
“Ella no estaba respondiendo porque estaba en coma. Así que le dijimos cuánto la amamos y que nos rescató, y cuán agradecidos estábamos“.
Wes y Elena siguen siendo extremadamente cercanos, y hablan varias veces al día por teléfono.
Elena está viviendo su sueño americano. Una de sus películas favoritas es Frankie y Johnny, en la que Michelle Pfeiffer interpreta a una camarera, Frankie, que se resiste a los avances de un cocinero, interpretado por Al Pacino, a pesar de que está sola.
Elena siempre decía que si pudiera tener la vida de Frankie, sería feliz sin Al Pacino: “Viviría en EE.UU., tendría mi propio pequeño departamento y trabajo, y sería feliz”.
“Y eso es lo que tiene ahora, y está feliz“, dice Wes.
Él, por su parte, ha transformado su amor por las películas en una carrera como cineasta. Little Potato incluso atrajo la atención de uno de sus más grandes ídolos, Whoopi Goldberg, quien le contó que su historia la conmovió.
A él le costó responderle. “Le dije: ‘Lo siento mucho, sueno como un idiota, es que te quiero tanto, me cambiaste la vida'”.
Wes Hurley acaba de terminar de rodar una versión de largometraje de su película, llamada “Potato Dreams of America” (Sueños de patata de América).