La Comunidad de Mujeres Cerveceras de Latinoamérica nuclea a sommeliers, científicas, productoras y consumidoras. Buscan visibilizar a la mujer en el mundo de la tradicional bebida.
Son mujeres. Son cerveceras. Y son pioneras. Decidieron unirse para apoyarse, para crecer, y mostrar que existen. Algunas de ellas son sommeliers, otras científicas, las hay productoras y también dueñas de cervecerías. Sus historias cambian, pero las une su pasión por la cerveza.
“La cerveza para mí fue un camino de ida, porque es todo lo que amo: ciencia, arte, cultura e historia”, dice a DW Karen Borensztein, fundadora de la Comunidad de Mujeres Cerveceras que las nuclea.
“Queremos visibilizar a las mujeres dentro de la cultura cervecera”, explica. Y sigue: “Si yo no veo que hay otras mujeres cerveceras, que se emplean dentro de esta cultura, que es posible catar y hacer cerveza, cómo voy a querer ser cervecera?”, se pregunta.
Así fue que decidieron agruparse en esta red, única en su tipo, que hoy cuenta con representantes en Argentina, Bolivia, Guatemala, Brasil, Chile, Venezuela, Colombia y Uruguay.
Están en contacto permanente, organizan capacitaciones, intercambian saberes y experiencias. También información y proyectos. Pero sobre todo, hacen hincapié en la sororidad.
“Somos una organización con una mirada feminista, entonces, no vamos a exigirnos entre nosotras una responsabilidad más de las que, ya de por sí, tenemos”, afirma Borensztein desde Buenos Aires.
Y ciertamente responsabilidades y logros no les faltan. Victoria Lobos, nacida en Santiago de Chile, es ingeniera agrónoma especializada en microbiología cervecera y vitivinícola.
Tras varios años de investigación,logró aislar las primeras levaduras para la industria cervecera en Latinoamérica, y paliar así la tradicional dependencia del continente de la importación de este insumo desde el hemisferio norte.
Así describe el proceso en diálogo con DW: “Yo colecté microorganismos de todo tipo en la Cordillera de los Andes, en la Patagonia chilena, los aislé en laboratorio, y luego los domestiqué, es decir, les enseñé qué tienen que comer y cómo se tienen que comportar, para poder hacer cervezas estandarizadas”.
Hoy la joven científica provee de microorganismos al continente y ha ganado reconocimiento internacional. “Es un mundo fascinante, donde nunca dejas de aprender”, sostiene con el entusiasmo intacto.
“Cada cerveza es una experiencia sensorial distinta”, afirma por su parte Andrea Aneiva a DW, desde La Paz, Bolivia. Y cuenta: “Soy home brewer, es decir, cocino cerveza desde mi casa en pequeños lotes de 20 litros por vez, implementando todas las medidas y herramientas para que mi cerveza sea de calidad”, indica orgullosa.
Similar es la experiencia de la colombiana Jennifer Ramírez. “Siempre compraba cervezas importadas, pero luego de un viaje a Brasil, donde la cultura cervecera es enorme, llegué con inmensas ganas de hacer cerveza en mi casa, y así arranqué”, rememora.
“Disfruto todo, desde comprar las materias primas, cocinar y embotellar hasta ver a las personas tomando el producto que preparé”, sostiene en diálogo con DW.
“La cerveza es un arte, y como tal, yo me expreso con maltas y lúpulos”, dice poéticamente, a su turno, la productora guatemalteca Aunne Schadd. “Yo les llamo aromas de cambio”, cuenta a este medio.
“La cerveza es un antes y un después en mi vida”, confía a este medio la uruguaya Alejandra Carrasco. “Me sumergí en este mundo, y lo que comenzó como un hobby de fin de semana se fue transformando en un proyecto de vida”, relata.
Hoy es cofundadora del certamen “Copa Uruguaya de Cervezas” y de la primera Escuela de Cervezas del Uruguay, y ambas iniciativas gozan de excelente salud.
Quien también recorre caminos bien propios es la sommelier de cerveza Natalia Urzúa. “Si ya somos pocos los sommeliers en Chile, las mujeres somos aún menos”, dice a DW.
“Históricamente, la cerveza era una bebida que era fabricada por mujeres, a nivel casero, y que, paulatinamente, fue perdiendo su espacio frente a la industrialización”, explica Urzúa desde su Santiago de Chile natal. “Por otro lado, muchas de las antiguas deidades relacionadas a su elaboración eran figuras femeninas”, sigue.
“La historia de la cerveza se entrelaza mucho con la mujer. Hoy queremos que ese nexo sea más fuerte que nunca”, concluye.
Y en esa dirección avanza la Comunidad de Mujeres Cerveceras. Con tantas dosis de levadura como de pasión por la tarea.