La tierra es una de las maravillas más subestimadas y poco comprendidas de nuestro planeta.
Bajo tus pies hay cosas maravillosas, asegura Bridget Emmet, especialista en tierra del Centro para la Ecología y la Hidrología de Reino Unido, y, con las siguientes palabras, le explicó a la BBC por qué cree eso.
Lejos de ser mugre, se estima que en un solo gramo de tierra puede haber hasta 50.000 especies de organismos microscópicos.
En una sola cucharadita, hay más microorganismos que personas en la Tierra.
Pero mucho de lo que hay ahí abajo, en este universo profundo y oculto, todavía nos es ajeno.
A pesar de estar literalmente bajo nuestros pies, los humanos hasta ahora solo han identificado una pequeña fracción de la extraordinaria vida que abunda bajo tierra.
Sin embargo, los animales y microorganismos que conocemos sabemos que desempeñan un papel invaluable.
Millones de años de competencia evolutiva han llevado a los microorganismos a producir compuestos antibióticos para luchar contra sus vecinos.
Y estos compuestos forman la base de muchos de los antibióticos que usamos los humanos. Literalmente fabricamos medicinas a partir de nuestro suelo.
Nadie sabe cuántos tratamientos nuevos podría haber bajo nuestros pies, esperando ser descubiertos.
Una de las criaturas más especiales que vive en el suelo es la lombriz de tierra.
A Charles Darwin le fascinaban y dijo: “Es dudoso que existan otros animales que hayan jugado un papel tan importante en la historia del mundo”.
Darwin hablaba de la importancia de la lombriz en la creación y el manutención del suelo.
A medida que viajan por la tierra, las lombrices hacen agujeros para respirar, como pulmones en el suelo.
Eso crea espacio para que las raíces de las plantas crezcan y mantiene el suelo vivo.
Bajo el suelo, también hay vastas e intrincadas redes de hilos de hongos.
Las plantas y los hongos se necesitan mutuamente para prosperar.
Los hongos no pueden capturar dióxido de carbono para crecer como lo hacen las plantas, pero son mejores a la hora de extraer nutrientes del suelo, así que hacen un trueque: las plantas les dan a los hongos carbono para crecer y los hongos les dan nutrientes como nitrógeno y fósforo a las plantas.
Es una relación de beneficio mutuo y un ejemplo del ecosistema interconectado del que todos formamos parte.
La materia vegetal se descompone y proporciona alimento a los microbios. Estos, a su vez, proporcionan alimento a los gusanos. Los gusanos son alimento para las aves, etc.
La tierra nos proporciona a los humanos casi todo lo que comemos. Pero no se trata sólo de lo que el suelo puede hacer por nosotros.
El suelo además es un almacén de carbono realmente valioso: captura el carbono y lo encierra en formas estables en las profundidades del subsuelo.
Almacena tres veces más carbono que todas las plantas de la Tierra juntas, incluidos los árboles.
Pero necesitamos proteger lo que tenemos. Y no lo estamos logrando.
Conocemos muchos de los problemas. La agricultura intensiva es uno de ellos. Libera carbono de nuestros suelos.
En Europa, se calcula que entre el 60 y el 70% de los suelos no son saludables, según el Informe Experto Independiente de 2020 de la Comisión Europea.
Las tierras de cultivo de Reino Unido, por ejemplo, perdieron en menos de 30 años -desde finales de la década de 1970- más del 10% del carbono que el suelo había almacenado, según el Reporte de Tierras de 2007.
¿Y desde entonces?
Sencillamente no se sabe, porque en muchos países hay pocos datos sobre la tierra. Está mal protegida y regulada.
Y es crucial que la valoremos, apreciemos y protejamos.
Toma más de 100 años hacer 5 milímetros (medio centímetro) de tierra, según el estudio de Alastair Fitter de la Universidad de Nueva York, publicado en el Journal of Ecology en 2015 bajo el título “Oscuridad visible”.
Pero en apenas un momento se destruye lo que tomó un siglo producir, ya sea por contaminación química, urbanización, deslizamientos de tierra, erosión y demás.
Hay suelos son muy antiguos, de millones de años de edad. Se cree que el suelo más antiguo de la Tierra está en Sudáfrica y se remonta a 3.000 millones de años.
Pero estamos perdiendo tierra a un ritmo 50 a 100 veces más rápido de lo que es posible que se cree.
Crecemos sobre ella, construimos gracias y sobre ella.
Filtra y limpia nuestras aguas, reduce las inundaciones y regula nuestra atmósfera.
Es uno de los hábitats con mayor biodiversidad del planeta y una parte vital del ciclo del nitrógeno y el carbono.
Perola triste verdad es que, en este momento, la tierra no cuenta con suficiente gente que luche por ella.
La tratamos como suciedad, a pesar de que hay tanto potencial sin explotar, tantos secretos y maravillas esperando ser descubiertos en el suelo bajo nuestros pies.