Las maestras de jardín de infantes de mi hijo, que dieron clases por Zoom el año pasado, decían: "Ojos y oídos atentos, sin hablar y sin moverse".
Sin embargo, noté que las manos de mi hijo de 6 años se mantenían ocupadas con cosas que había en nuestra casa, construyendo con piezas de Lego, haciendo formas con arcilla o garabatos con un crayón.
Si bien algunos podrían describir a este niño como “distraído”, hay estudios que indican que la manipulación de materiales de hecho despierta la mente, permitiendo al menor concentrarse en la tarea requerida.
Como madre de dos niños en edad escolar y profesora e investigadora del aprendizaje con tecnología, creo que los modelos actuales de educación a distancia son ineficientes para el aprendizaje, la enseñanza y la productividad.
Esto es porque sentarse frente a la pantalla de una computadora somete, o separa por completo a las personas, de muchas de las habilidades que tienen sus cuerpos para encontrar sentido a las cosas.
Para aprender de manera más eficiente, nuestra mente depende del movimiento de nuestro cuerpo, de trabajar con una variedad de herramientas, de estar en lugares dinámicos y de tener a nuestros colaboradores cerca.
En particular, el aprendizaje remoto asume que mientras la mente esté ocupada, está bien que el cuerpo permanezca quieto. Pero es al revés.
La investigación de la cognición incorporada —el estudio del papel del cuerpo en el pensamiento— muestra que el cuerpo debe primero estar interactuando con el mundo para activar y abrir la mente para el aprendizaje.
Es por eso, por ejemplo, que los estudiantes que trabajan con una variedad de herramientas y materiales durante una actividad de aprendizaje pueden comprender mejor conceptos abstractos, como la aceleración gravitacional o las fracciones.
Pedirle a los estudiantes que se queden quietos mientras realizan su trabajo en realidad aumenta su carga cognitiva, o el peso sobre la mente.
Requiere que se concentren en mantener el cuerpo quieto, que está buscando vías para encontrar sentido, así como en la tarea principal que tienen en su escritorio o pantalla digital.
Como concluyeron los psicólogos Christine Langhanns y Hermann Müller a partir de estudios de personas que resuelven problemas matemáticos, “sentarse en silencio no es necesariamente la mejor condición para aprender en la escuela”.
Los pensamientos internos de los humanos son extensiones del mundo que los rodea.
Las tecnologías y herramientas que utilizan, las personas con las que colaboran, la caminata que realizan a la escuela o al trabajo, todos evocan sentimientos en el cuerpo.
Sus mentes luego ensamblan estos sentimientos, creando significado o pensamientos que están informados por experiencias pasadas.
De esta forma, los pensamientos son iterativos.
Las personas intuyen su camino en el momento actual, al tiempo que ponen en práctica lo que han aprendido a lo largo de la historia acumulada del cuerpo.
Aprender a cruzar la calle de forma segura, por ejemplo, requiere práctica. Con el tiempo, el cerebro organiza la información de los sentidos para reconocer un buen momento para cruzar.
La gestualidad es otra herramienta esencial del cuerpo para pensar y aprender.
Los movimientos de las manos, los giros de cabeza y los encogimientos de hombros de las personas no solo añaden matices y énfasis a las palabras que se dicen a los oyentes, sino que los gestos ayudan a los oradores a convertir los pensamientos en palabras antes de pronunciarlas.
En escenarios de resolución de problemas, la investigación muestra que para muchos estudiantes de matemáticas, sus gestos muestran que comprenden las estrategias antes de que puedan articular esas soluciones a través del habla.
De esta manera, los educadores capacitados para buscar y comprender los gestos pueden ver el proceso y el progreso de un alumno en la comprensión de conceptos antes de que un estudiante pueda traducir esa comprensión al habla o en una prueba escrita.
Además, los educadores y otros expertos pueden usar los gestos para explicar conceptos de manera más eficiente a estudiantes y novatos.
Los gestos hacen visibles las abstracciones, dándoles una forma temporal.
Una visión de la persona en su totalidad, por lo tanto, facilita el aprendizaje mutuo.
Pero eso es un marcado contraste con el año pasado, en el que solo veían las caras de sus compañeros de estudios y profesores, o simplemente un cuadro en blanco.
Algunos estudiantes seguirán cursando el año escolar por internet, debido a problemas de salud u otras preocupaciones, mientras que otros regresarán a las aulas en persona.
Creo que ambos modelos de escuela pueden incorporar mejor el cuerpo para apoyar el aprendizaje.
Los siguientes consejos son para los educadores que diseñan clases remotas o presenciales, aunque los padres y los estudiantes también pueden alentar y ayudar a mantener una cultura activa en el aula.
Los maestros, los padres y los estudiantes pueden cambiar sus expectativas de cómo es estar “concentrado”.
Es posible que caminar, correr o bailar no parezcan estar relacionados con una tarea en particular, pero estas actividades a menudo ayudan a las personas a pensar mejor.
La activación del cuerpo activa la mente, por lo que “tiempo de estar sentado” podría mejor titularse “tiempo de actividad”.
*Katie Headrick Taylor es profesora de Ciencias del Aprendizaje y Desarrollo Humano, Universidad de Washington.
*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons. Haz clic aquí para leer la versión original (en inglés).