En enero de 2018 Aurelia Brouwers, una joven neerlandesa de 29 años, escribió en Facebook "Me estoy preparando para mi viaje. Gracias por todo. A partir de ahora no estaré disponible".
Cuatro horas después, Brouwers se recostó en su cama y, rodeada de amigos, bebió un compuesto tóxico, recetado por su médico, para morir.
La muerte de Aurelia, en la ciudad de Deventer, Países Bajos, ocurrió un mes después de que el Estado le otorgara el derecho a morir bajo la ley de eutanasia y suicidio asistido, que permite la terminación de la vida cuando hay “sufrimiento insoportable e intratable”.
Pero Aurelia no sufría una enfermedad terminal.
A la joven neerlandesa se le permitió poner fin a su vida debido al “sufrimiento psicológico insoportable” de sus trastornos mentales, incluidos, ansiedad, depresión y psicosis.
La eutanasia está permitida en siete países y el procedimiento se practica principalmente en personas con enfermedades terminales como cáncer, donde el paciente tiene meses o semanas de vida.
Pero en cuatro de éstos países -Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo y recientemente España- se permite el procedimiento para personas con enfermedades mentales, como depresión, ansiedad o trastornos de la personalidad.
(Canadá votó en marzo para permitir la eutanasia para enfermedades mentales a partir de marzo de 2023).
Igual que ocurrió en 2018 con la muerte de Aurelia, el asunto de la “eutanasia psiquiátrica” ha provocado un feroz debate en la comunidad médica de España y Canadá.
Y ha enfrentado a quienes afirman que una enfermedad mental puede causar tanto sufrimiento e incapacidad como una enfermedad física, y quienes apuntan que hay tratamientos para curar estos trastornos y no se debe ayudar a morir a estas personas.
“Yo creo que se tienen que hacer los esfuerzos públicos para que las personas no deseen morir, pero que algunas personas quieran morirse es algo hasta cierto punto inevitable”, le dice a BBC Mundo David Rodríguez-Arias, profesor de bioética de la Universidad de Granada e investigador principal del proyecto INEDyTO sobre bioética y final de la vida.
“Hay circunstancias que son tan dramáticas y tan duras y tan irreversibles e irremediables que es inevitable que siga habiendo algunas personas que pidan ese tipo de ayuda“.
“Es una constatación triste, pero inevitable”, agrega.
Para muchos psiquiatras, sin embargo, la eutanasia es “fundamentalmente incompatible” con el papel de un médico para sanar al enfermo.
“Abrir la puerta a la eutanasia facilita la devaluación del valor de la vida, a la cual si que tenemos derecho como seres humanos”, le dice a BBC Mundo el doctor Manuel Bousoño García, profesor de psiquiatría de la Universidad de Oviedo.
“Debe lucharse por preservarla libre de sufrimiento y no por eliminarla”.
En los cuatro países donde se permite la eutanasia psiquiátrica, las personas que solicitan el procedimiento deben cumplir con una serie de condiciones.
El problema es la dificultad para interpretar muchos de los criterios que se establecen en la ley de eutanasia.
Y distinguir a los pacientes elegibles para el procedimiento es un enorme reto para los profesionales de salud mental.
Por ejemplo, ¿tiene un paciente con un trastorno mental la capacidad para tomar la decisión de poner fin a su vida?
El psiquiatra Manuel Bousoño cree que una de las características de las enfermedades psiquiátricas es la disminución de esta capacidad y, por lo tanto, se debe proteger a estos pacientes.
“Muchas enfermedades psiquiátricas presentan una tendencia al suicidio que podría inclinarles a buscar una salida en la eutanasia, aunque su enfermedad fuese tratable o incluso curable con los medios adecuados”, afirma Bousoño.
“Y hay que proteger a las personas con enfermedad mental del riesgo a que les somete su enfermedad”, agrega.
Pero David Rodríguez-Arias cree que asumir que una persona con un trastorno mental es necesariamente incapaz de tomar decisiones con respecto a su salud es “un prejuicio común”.
“No se puede directamente asumir que una persona con un trastorno de salud mental tenga incapacidad para tomar decisiones”, explica.
“Ante una persona con una depresión se debe demostrar -no presumir- que es incapaz de tomar la decisión acerca de su propia muerte”.
Otro de los grandes retos que enfrentan los psiquiatras es cómo distinguir que una enfermedad mental es incurable, por un lado, y por el otro, crónica e imposibilitante, que son también condiciones que establecen las leyes de eutanasia.
El psiquiatra Manuel Bousoño asegura que “en muy pocas ocasiones podría decirse que (una enfermedad mental) es intratable”.
“Afortunadamente hay tratamientos que son muy eficaces para disminuir el nivel de sufrimiento”.
Y agrega que “a lo largo de más de 40 años de ejercicio profesional no he encontrado ningún caso con sufrimiento intratable“.
Pero el profesor Rodríguez-Arias cree que la cuestión de si las enfermedades mentales pueden curarse o no es un asunto bastante difícil de resolver.
“Los estándares de tratamiento y los propios diagnósticos en el ámbito de salud mental están muy cuestionados”.
“Incluso los propios especialistas dentro de la salud mental no comparten entre sí los criterios de diagnóstico ni de tratamiento”, señala el experto en bioética.
Y con respecto a las otras condiciones que contempla la ley, la de que una enfermedad mental sea crónica e imposibilitante, es quizás más fácil de demostrar con personas que llevan años o gran parte de su vida con una enfermedad que les da un sufrimiento intolerable y sin encontrar un tratamiento adecuado para aliviar ese sufrimiento.
“Entonces yo creo que los enfermos en salud mental, incluidos los que tienen depresión, pueden ser candidatos, en teoría, a este tipo de ayuda a morir, siempre y cuando efectivamente sean competentes para tomar esa decisión y siempre y cuando convenzan a los médicos que su padecimiento es crónico e imposibilitante“, le dice a BBC Mundo el profesor David Rodríguez-Arias.
Quienes apoyan la eutanasia apuntan a la autonomía y la autodeterminación para poner fin al sufrimiento intolerable de una enfermedad.
Quienes se oponen aseguran que la sociedad debe esforzarse más para ayudar a los enfermos mentales y que el papel de los psiquiatras es evitar los suicidios y no ofrecerlos como tratamiento.
“La posibilidad de acceder al suicidio asistido (Eutanasia), va en contra de lo que la psiquiatría promueve como ciencia, que es la curación o alivio de las enfermedades mentales y de sus consecuencias”, le dice a BBC Mundo el doctor Manuel Bousoño.
“La lucha por mejorar debe ser hacia una mejor y más completa asistencia, aunque eso suponga unos costes mayores que una eutanasia que solo sirva para eliminar a los miembros más débiles de una sociedad”, agrega.
Pero ¿qué ocurre cuando el sufrimiento de un paciente es verdaderamente irremediable?
“Creo que la tarea de los psiquiatras es saber cuándo tenemos que prevenir suicidios y cuando tenemos que apoyarlos“, le dice a BBC Mundo la doctora Asunción Álvarez del Río profesora e investigadora del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“El problema es que por definición, muchos psiquiatras consideran que si alguien quiere suicidarse o quitarse la vida eso es una expresión de perturbación, un síntoma de la enfermedad, y eso está equivocado”.
“En muchos casos puede ser la expresión de una depresión profunda o de algo que se puede tratar. Pero no siempre”.
La experta cree que hay un problema con la formación psiquiátrica que establece que si alguien considera terminar su vida es porque está perturbado.
“Eso es un error”, dice. “Hay gente que tiene muy claro que quiere terminar con su vida porque su vida no se va a mejorar y quieren usar su libertar para dejar de vivir“, agrega la también autora de “La Eutanasia” (1998) y “Práctica y ética de la eutanasia” (2005).
Lo que es un hecho es que muchos pacientes psiquiátricos, incluso en los países más desarrollados, no encuentran un tratamiento adecuado para su enfermedad (o no lo buscan) y terminan suicidándose.
En países como Bélgica o Países Bajos, ha habido testimonios de padres cuyos hijos se suicidan de forma violenta después de que se les negó la eutanasia. ¿Qué se les dice a esos padres? ¿Habría sido mejor facilitar su muerte?
“Que un hijo quiera solicitar una eutanasia tiene que ser durísimo, pero también es muy duro que se suicide”, afirma el profesor de bioética David Rodríguez-Arias.
“La ley permitirá sólo aquellas muertes que estén muy bien argumentadas, justificadas y revisadas por varias personas especializadas”.
“Yo creo que la ley no permitiría que las personas jóvenes acaben suicidándose cuando todavía tienen alternativas de conseguir una vida con calidad”, agrega el experto.
En efecto, los médicos tienen el enorme desafío de saber cuándo respetar la libertad de una persona de poner fin a su vida, asegurándose de que tiene la capacidad de tomar la decisión y de que no hay forma de mejorar su sufrimiento y condición.
“Es una responsabilidad entre el médico responsable de ese paciente y ese médico tiene que consultar con otros médicos que también tendrán que valorar al paciente”, explica la doctora Asunción Álvarez del Río.
“Ha habido casos interesantes en donde pacientes psiquiátricos hablan del alivio que sienten cuando se les autoriza la eutanasia y como eso les ha permitido seguir viviendo, porque saben que cuando decidan morir, ya cuentan con esa ayuda”.
“Y también es un hecho que a los pacientes que les niegan la eutanasia encuentran otra forma más violenta de suicidarse”, agrega la experta.
El número de personas a quienes se les permite morir por sufrimiento psiquiátrico es pequeño: representa entre el 1% y el 3% del total de casos de eutanasia y suicidio asistido en los países donde los procedimientos son legales.
Por ejemplo en Países Bajos, de los 6.938 procedimientos de eutanasia que se llevaron a cabo en 2020, 60 pacientes se sometieron a la muerte asistida por trastornos mentales.
Aún así, todavía hay muchos temores alrededor del mundo para abrir el debate de la legalización de la eutanasia y el suicidio asistido.
Por ejemplo, en Reino Unido, donde la eutanasia es ilegal, un sondeo llevado a cabo por YouGov en agosto encontró que 75% de los británicos apoyan la muerte médicamente asistida para enfermos terminales y, sin embargo, los legisladores continúan rechazando las propuestas para cambiar la ley.
Como señala el profesor de bioética, David Rodríguez-Arias, todavía sigue habiendo muchos tabúes en las sociedades para hablar de la muerte.
“Siempre está la idea de que renunciar a la vida es una especie de fracaso y quizás también genera la sensación de culpa por parte de las demás personas, de la sociedad y de las políticas públicas”, señala.
“Entonces esa sensación de fracaso y de culpa pueden explicar en parte este tabú y este silenciamiento de la muerte”.
“Pero esta tendencia contrasta con toda una tradición cultural, filosófica, literaria… desde Séneca, pasando por Hume y otros filósofos que hablan del suicidio como una forma honrosa de vivir y de culminar una vida con sentido”.
“Y las sociedades están cada vez más comprendiendo que las biotecnologías aplicadas al mantenimiento de la vida a veces solo consiguen prolongar la vida sin al mismo tiempo conservar su calidad”, agrega el experto.
Y la doctora Álvarez del Río también cree que debe abrirse el debate y aceptar las posiciones contradictorias.
“Es un tema en el que siempre van a aparecer posiciones difíciles de conciliar. Pero no se trata de que la gente esté de acuerdo, sino se trata de respetar las diferentes posiciones. Eso es lo que hay que considerar”, señala.
Pero el doctor Manuel Bousoño cree que España “estaba mejor sin esta ley”.
“Mi opinión es que con la legislación sobre la eutanasia, se abre una puerta difícil de cerrar, que va a producir más sufrimiento que el que pretende corregir”.
“Hubiese sido mucho mejor una Ley de Cuidados Paliativos, que en nuestro país aun están insuficientemente dotados”, indica el experto.
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