México tiene una estratégica frontera terrestre de la que no se habla mucho.
Además de los temas de economía, migración y seguridad que suelen protagonizar los debates sobre su frontera norte con Estados Unidos y la que mantiene en el sur con Guatemala, también ahí comparte límites fronterizos con otro país mucho más pequeño y menos poblado: Belice.
Pero convencido de su importancia, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, lo incluyó en su primera gira latinoamericana que celebra estos días para “profundizar la agenda política, de cooperación, turística, cultural y comercial” entre ambos países.
“Belice se ha posicionado como un importante interlocutor de México en el Caribe, no solo por la vecindad geográfica que nos une (…) sino porque este país mantiene sólidos lazos con los estados del sureste de México (Quintana Roo, Yucatán y Campeche) y representa un puente relevante con esa región caribeña”, se lee en la agenda de este viaje oficial.
La embajadora de México en Belice, Martha Zamarripa, reconoce que para muchas personas el país centroamericano “no está en el radar” y que algunas incluso llegan a pensar que es parte de México.
“Pero lo que es cierto es que Belice es un aliado estratégico para México. Siempre que le solicitamos su voto en foros regionales, nos lo da. Y si por razones políticas se puede ver afectada su relación con Caricom (Comunidad del Caribe), en contadas ocasiones se abstiene, pero nunca vota contra una posición de México”, dice en entrevista con BBC Mundo.
Su contraparte en México, el embajador beliceño Oscar Lorenzo Arnold, coincide y opina que el hecho de que su idioma oficial sea el inglés como antigua colonia inglesa puede explicar el hecho de que muchos mexicanos vean su relación más lejana de la que tienen con el resto de Centroamérica.
“Nuestra relación con México es histórica. Fue el primer país que reconoció nuestra independencia en 1981 al mandar a su embajador solo dos días después. El apoyo de México fue clave”, asegura el diplomático.
Además de la línea divisoria marítima en la bahía de Chetumal, la frontera en tierra firme de México y Belice es de unos 150 km, la mayoría delimitada por el río Hondo.
Tres puntos fronterizos son los que regulan el paso de uno a otro lado. En 2019, se registraron más de 560.000 entradas en la frontera México-Belice. Con motivo de la pandemia, este último mantuvo cerrada su frontera hasta el pasado febrero.
En situación de normalidad, la vida a ambos lados de la frontera transcurre de manera cotidiana con personas cruzando al otro lado —especialmente, beliceños hacia México— para hacer sus compras, turismo, buscando entretenimiento o incluso servicios médicos.
“Es una gran ventaja para comunidades fronterizas en Belice que pueden salir a conseguir tratamiento de enfermedades como el cáncer a Mérida o Campeche. Es un turismo médico”, le dice a BBC Mundo el embajador Arnold, quien también destaca la existencia de una zona franca en suelo beliceño a donde acuden algunos mexicanos a comprar.
Zamarripa subraya cómo esta llegada de beliceños deja enormes beneficios económicos en la frontera mexicana.
“El dólar beliceño les cunde mucho en México, pasar a Chetumal es paseo obligado para muchos los fines de semana. En cambio, la ausencia de beliceños por la pandemia nos afectó mucho económicamente porque buena parte de sus ingresos provienen de Belice”.
Como en la mayoría de zonas fronterizas, sin embargo, también existen problemas de seguridad relacionados con narcotráfico, crimen organizado o migración irregular aunque, dado su pequeño tamaño, los embajadores descartan que pueda compararse a otras grandes fronteras.
“Hay situaciones que hay que resolver, como el tema de cruzar droga que Belice trata de controlar. Pero realmente, del lado mexicano, no se podría decir que represente un grave problema para México”, según Zamarripa.
Arnold destaca por su parte el incremento en la llegada de migrantes que tratan de cruzar su frontera de manera irregular hacia México y después a Estados Unidos.
“Las rutas están cambiando y ahora algunos llegan a Belice. Antes eso no pasaba. Obviamente, no son los números que vemos pasando de Guatemala a México, pero ya estamos poniendo recursos para evitar que crucen”, dice a la vez que subraya el “impacto” que podría tener la llegada de miles de migrantes a la frontera de un país, Belice, con menos de 400.000 habitantes.
La relación comercial entre ambos países —que el año pasado generó cerca de US$139 millones— es también importante, especialmente para Belice, que tiene en México a su segundo socio después de Estados Unidos.
México es, por ejemplo, el principal proveedor de electricidad y segundo de gas natural para Belice, que se ve obligado a comprar más del 50% de la energía nacional para su población.
De Belice a México, por su parte, se exportan animales vivos de la especie bovina o camarones, entre otros.
Desde hace años, ambos países negocian un tratado que facilite el comercio entre ambos y que, según el embajador Arnold, podría materializarse pronto tras un cambio en la visión estratégica beliceña.
“Antes, el gobierno de Belice estaba más enfocado a Caricom que a Latinoamérica. Pero ese pensamiento está cambiando y trabajamos para ser más parte de Centroamérica y la región. El trabajo respecto a este tratado se avanzó más en un año que en todo el tiempo anterior”, asegura.
La relación es tan cordial que, según la embajadora Zamarripa, Belice les ha ofrecido aprovechar su pertenencia a la Comunidad del Caribe para poder vender allí productos mexicanos.
“Nos dijeron que podríamos entregar nuestros productos a Belice, donde le añadirían algo adicional, para exportarlo a las islas del Caribe y que ese producto mexicano entrara sin pagar aranceles. Es una relación excelente”, cuenta.
Sin embargo, gran parte de la inversión mexicana en Belice se centra en el turismo, un sector para el que el país centroamericano tiene grandes atractivos como el segundo arrecife de coral más grande del mundo, su famoso sumidero Gran Agujero Azul o los resorts de lujo en cayos paradisíacos.
Los beliceños, por su parte, cruzan a México para disfrutar de los cercanos arenales de Cancún, Playa del Carmen o Bacalar.
Hay, sin embargo otras áreas en las que se podría avanzar en la relación bilateral.
El embajador Arnold apunta a temas culturales. “Somos una gran hermandad desde que ambos somos parte del mundo maya y que tenemos familiares que viven en uno u otro país”.
Por ello, dice que promoverá su país para que Belice sea más conocido en el centro y norte de México.
Zamarripa apuesta por la inclusión de Belice en el Tren Maya, un deseo que el gobierno beliceño ya expresó el año pasado pero que no se ha concretado.
“Imaginemos todo lo que puede implicar para los dos países y como primer paso para la integración de América Latina y el Caribe”, dice la embajadora sobre uno de los proyectos estrella de López Obrador y cuya construcción entre Cancún y Tulum permanece paralizada por orden de los jueces hasta que se aclare su impacto ambiental.
Puede que alguno de estos puntos sea tratado en el viaje que López Obrador realiza este sábado a Belice y que, en palabras de ambos diplomáticos, ha despertado gran interés después de que el primer ministro beliceño, John Briceño, visitara México en dos ocasiones y se reuniera con su homólogo mexicano.
Según Zamarripa, “en Belice hay gran expectativa y el gobierno nos ha dicho que la visita de un presidente mexicano es algo muy grande después de que en conversaciones previas se viera que había muchos puntos en común entre ambos mandatarios”.
“Esperamos que nuestra relación crezca. Tenemos que agradecer a México por el envío de vacunas contra la covid-19, por la oferta de becas… y porque, pese a que somos un país pequeño, los mexicanos cuando estamos en la mesa de diálogo nos dan todo el respeto y la importancia que a cualquier otro país”, concluye Arnold.