Aquí, en esta granja de insectos, la más grande de Italia, cada día cerca de un millón de grillos son transformados en ingredientes alimenticios.
Sofia Bettiza
BBC News, Turin
En un pequeño depósito cerca de los Alpes, en el norte de Italia, se resguardan millones de grillos en contenedores apilados unos encima de otros.
No paran de saltar y cantar; muy probablemente ignoran que están a punto de convertirse en comida.
El proceso es simple: son congelados, antes de hervirlos, secarlos y finalmente pulverizarlos.
Aquí, en esta granja de insectos, la más grande de Italia, cada día cerca de un millón de grillos son transformados en ingredientes alimenticios.
Ivan Albano, quien maneja la granja, nos muestra una harina de color marrón claro que se puede usar para producir pasta, pan, panqueques, barras energéticas e, incluso, bebidas deportivas.
Por miles de años, comer grillos, hormigas y gusanos ha sido común en varias partes del mundo, como Asia.
A principios de año, la Unión Europea (UE) autorizó la venta de insectos para consumo humano, pero ¿habrá un cambio de actitud en toda Europa?
Bueno, en ningún lugar de Europa la gente se opone más a comer insectos que en Italia, según datos de la empresa de opinión pública global YouGov.
Las objeciones vienen desde arriba: el gobierno ya ha tomado medidas para prohibir su uso en pizzas y pastas.
“Nos opondremos, por cualquier medio y en cualquier lugar, a esta locura que empobrecería nuestra agricultura y nuestra cultura”, escribió el viceprimer ministro Matteo Salvini en Facebook.
Pero, las cosas podrían estar a punto de cambiar.
Varios productores italianos han estado perfeccionando con grillos sus recetas de pasta y pizza.
“Lo que hacemos aquí es muy sostenible”, asegura Ivan.
“Para producir un kilo de polvo de grillo, solo usamos unos 12 litros de agua”, prosigue, antes de explicar que para producir la misma cantidad de proteína de las vacas se requieren miles de litros de agua.
La cría de insectos también requiere solo una fracción de la tierra utilizada para producir carne.
Dada la contaminación causada por la industria ganadera y láctea, cada vez más científicos creen que los insectos podrían ser clave para frenar el cambio climático.
En un restaurante cerca de Turín, en el norte de italia, el chef Simone Loddo ha adaptado su receta de pasta fresca, que data de hace casi 1000 años: la masa ahora tiene un 15 % de polvo de grillo.
Emana un fuerte olor a nuez.
Algunos de los comensales se niegan a probar los tagliatelle de grillo, pero los que lo hacen, incluyéndome, se sorprenden de lo bien que sabe.
Aparte del sabor, el polvo de grillo es un superalimento repleto de vitaminas, fibra, minerales y aminoácidos. Un plato con este ingrediente contiene mayores fuentes de hierro y magnesio, por ejemplo, que un solomillo o filete de carne normal.
Pero, ¿es esta una opción realista para aquellos que quieren comer menos carne?
El tema principal es el precio.
“Si quieres comprar comida a base de grillos, te va a salir caro”, dice Iván.
“La harina de grillo es un producto de lujo. Cuesta unos 60 euros (US$66) el kilogramo. Si tomas la pasta de grillo, por ejemplo, un paquete puede costar hasta 8 euros (US$9)”.
Eso es hasta ocho veces más de lo que cuesta la pasta normal en el supermercado.
Por ahora, la comida para insectos sigue siendo una opción de nicho en las sociedades occidentales, ya que los agricultores pueden vender aves y carne de res a precios más bajos.
“La carne que produzco es mucho más barata que la harina de grillo y es de muy buena calidad”, afirma Claudio Lauteri, dueño de una granja cerca de Roma que ha pertenecido a su familia por cuatro generaciones.
Pero no se trata sólo del precio. Se trata de la aceptación social.
En toda Italia, el número de personas que viven hasta los 100 años o más está aumentando rápidamente. Muchos apuntan que la dieta mediterránea es el secreto para un estilo de vida saludable.
“Los italianos han estado comiendo carne durante siglos. Con moderación, definitivamente es saludable”, señala Claudio.
Él cree que la comida de insectos podría ser una amenaza para la tradición culinaria italiana, que es algo universalmente sagrado en este país.
“Estos productos son basura”, dice.
“No estamos acostumbrados a ellos, no son parte de la dieta mediterránea. Y podrían ser una amenaza para las personas: no sabemos qué consecuencias en nuestro cuerpo puede haber tras comer insectos”.
“Estoy absolutamente en contra de estos nuevos productos alimenticios. Me niego a comerlos”, concluye.
Si bien la cría de insectos para consumo humano está aumentando en Europa, también está incrementando la hostilidad hacia la idea.
La decisión de la UE de aprobar insectos para el consumo humano fue descrita por un miembro del partido gobernante de extrema derecha Hermanos de Italia como “al borde de la locura”.
La primera ministra Giorgia Meloni se ha referido a Italia como una “superpotencia alimentaria”. Cuando fue elegida creó el Ministerio de Negocios y del Made in Italy (Hecho en Italia) con el objetivo de salvaguardar la tradición.
“¡Los productos de insectos están llegando a los estantes de los supermercados! Harina, larvas, buenas, deliciosas”, dijo en un tono de disgusto en un video.
En medio de preocupaciones de que los insectos podrían estar asociados con la cocina italiana, tres ministros del gobierno anunciaron cuatro decretos destinados a tomar medidas enérgicas. “Es fundamental que estas harinas no se confundan con alimentos hechos en Italia”, dijo Francesco Lollobrigida, ministro de Agricultura.
La comida para insectos no solo divide opiniones en Italia.
En Polonia, se ha convertido en un tema candente antes de las elecciones de este año.
En marzo, los políticos de los dos partidos principales se acusaron mutuamente de introducir políticas que obligarían a los ciudadanos a comer insectos: el líder del principal partido de la oposición, Donald Tusk, calificó al gobierno de “promotor de la sopa de gusanos”.
Mientras tanto, Austria, Bélgica y los Países Bajos son más receptivos a comer insectos. En Austria, comen insectos secos como aperitivo , y los belgas están dispuestos a comer harina de gusanos en batidos y barras energéticas, hamburguesas y sopas.
“Desafortunadamente, todavía hay mucha información falsa sobre la comida a base de insectos”, explica Daniel Scognamiglio, quien dirige el restaurante que sirve tallarines de harina de grillo.
“He recibido odio, he sido criticado. La tradición alimentaria es sagrada para muchas personas. No quieren cambiar sus hábitos alimenticios”.
Pero ha identificado un cambio y dice que más personas, a menudo por curiosidad, están pidiendo productos a base de grillo.
Ahora que la población mundial supera los ocho mil millones, se teme que los recursos del planeta no sean suficientes para satisfacer las necesidades alimentarias de tantas personas.
La producción agrícola en todo el mundo tendría que aumentar en un 70%, según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.
Por eso, cambiar a proteínas ecológicas, como los insectos, podría convertirse en una necesidad.