En las últimas décadas, la búsqueda de un rostro libre de arrugas y otros signos de envejecimiento ha ganado un gran aliado: el ácido hialurónico, una sustancia que se puede aplicar en las capas internas de la piel para promover la hidratación, rellenar la piel y dar los contornos deseados en el mentón, las mejillas, los labios y los párpados.
Estrella de la popular “armonización facial”, el ingrediente se ha convertido en sinónimo de producto de belleza y hoy aparece en las etiquetas de muchas cremas y en los anuncios de clínicas y consultorios de estética.
¿Pero puede ser utilizado por todos? ¿Existen contraindicaciones y efectos secundarios? ¿Y cuál es la diferencia entre las cremas que se venden en las tiendas y las inyecciones que se dan en los consultorios?
Con estas 5 preguntas te explicamos cuáles son los principales problemas relacionados con este producto.
El ácido hialurónico es una sustancia fabricada por nuestro propio cuerpo y el de muchos otros animales.
Tiene la función de mantener la hidratación natural de las células que forman las capas internas de la piel, además de ayudar a sostener y rellenar este tejido.
“Con los años y el proceso de envejecimiento, perdemos la matriz extracelular de la piel, que se vuelve más delgada y floja”, explica la médica Alessandra Grassi Salles, coordinadora del Grupo de Cirugía Estética, Cosmética y Láser del Departamento de Medicina de la Universidad de Sao Paulo (USP), en Brasil.
Esta “matriz extracelular” que menciona la especialista corresponde precisamente a todas las sustancias que “rellenan” la piel y mantienen unidas las células cutáneas.
Con el paso de los años y la disminución natural de estos compuestos, es normal que la capa superficial de nuestro cuerpo se vuelva flácida, gane arrugas y acabe tornándose más delgada.
Aquí es donde entran las aplicaciones de ácido hialurónico: el objetivo es reponer o aumentar la cantidad de esta sustancia, con el fin de mantener la piel con el grosor deseado.
“El gran problema es que el ácido hialurónico que producimos naturalmente tiene una vida media muy corta. El cuerpo lo absorbe en menos de 48 horas”, dice el doctor Daniel Boro, de la Sociedad Brasileña de Cirugía Plástica.
“La industria desarrolló entonces versiones de esta sustancia que son mucho más resistentes y permanecen en el organismo durante meses”.
Actualmente, el ácido hialurónico inyectado en procedimientos estéticos se obtiene a través de un proceso de fermentación de algunos microorganismos.
Las cremas llevan versiones sintéticas de este ingrediente.
Además de la fabricación, los dos tipos de productos presentan diferencias fundamentales en el mecanismo de acción.
“La función básica de la crema es promover una hidratación muy superficial de la piel. Los inyectables tienen la función de rellenar, sostener y rejuvenecer partes del rostro”, resume la doctora Alessandra Ribeiro Romiti, asesora del Departamento de Cosmética Dermatológica de la Sociedad Brasileña de Dermatología.
Los especialistas explican que la crema aporta moléculas grandes, que no pueden traspasar las primeras capas de la piel. Con esto, no hay posibilidad de que el ácido hialurónico que forma parte de la formulación profundice y llene la matriz extracelular mencionada anteriormente.
Un efecto de hidratación similar, por cierto, se observa en las cápsulas que también traen este ingrediente.
Sin embargo, antes de comenzar a utilizar cualquiera de estos elementos, lo ideal es buscar la orientación de un experto.
“Si la persona tiene la piel grasa y usa demasiada crema, existe el riesgo de que este hábito obstruya los poros de la piel y provoque acné”, explica Salles.
En líneas generales, no existe una recomendación que se ajuste a todas las personas.
“Podemos aplicarnos ácido hialurónico como parte del proceso de gestión del envejecimiento de la piel”, dice Boro.
En opinión de Romiti, todo dependerá de lo que busque el paciente y de sus características individuales.
“No hay una edad adecuada para empezar el tratamiento. Hay personas que empiezan a trabajar las ojeras a los 25 años, otras buscan corregir determinados aspectos del rostro tras una cirugía bariátrica o quieren un enfoque más global cuando llegan a los 50 o 60 años”, dice.
Salles añade que, además de las posibilidades de modificar determinados aspectos del rostro con nuevas tecnologías estéticas como el ácido hialurónico, el profesional de la salud necesita entender las motivaciones de cada persona.
“Es un gran error pensar que necesitamos tener una cara de 30 años para ser felices. Si no averiguamos qué le está pasando al paciente, puede que incluso tenga una cara rejuvenecida, pero nunca estará verdaderamente satisfecho”, explica.
No. El ácido hialurónico utilizado en procedimientos dura más, pero gradualmente es absorbido por el cuerpo. “Todo depende del tipo de gel y en qué parte de la cara se aplicará”, responde Boro.
“En términos generales, permanece en las capas de la piel alrededor de un año, pero este tiempo suele variar entre seis y 18 meses“.
Vale aclarar aquí que no todo el ácido hialurónico es igual: hay formulaciones más consistentes y otras más maleables.
El profesional selecciona el tipo adecuado según la parte del rostro y el efecto deseado. En el mentón o la mandíbula, por ejemplo, puede ser necesario un gel más firme, mientras que en los labios o párpados, es mejor aplicar un producto flexible y elástico, que permitirá un movimiento más natural de la boca o los ojos.
Además de la consistencia, otro factor que interfiere en la duración del ácido hialurónico es el movimiento de las estructuras faciales.
Tiende a desaparecer rápidamente en áreas que se mueven con mucha frecuencia, como los labios y los ojos, y permanece por más tiempo en partes que son menos móviles, como la mandíbula.
Pero claro, los expertos no esperan a que el ácido hialurónico se agote por completo para indicar nuevas aplicaciones.
“Hacemos un seguimiento periódico y tenemos protocolos para hacer reposiciones, según la necesidad”, señala Boro.
Pueden surgir efectos adversos y es importante que tanto los especialistas como los pacientes sepan identificarlos para actuar rápidamente y contener el daño.
Uno de los peligros más temidos ocurre cuando el producto se inyecta en la parte equivocada de la cara.
Con esto, el ácido hialurónico puede detenerse en el interior de los vasos sanguíneos que irrigan el rostro, donde provocará una obstrucción que conducirá a la muerte de tejidos en partes de la nariz, los labios o incluso a un cuadro de ceguera.
“Para minimizar este riesgo, es importante hacer este procedimiento con profesionales que tienen mucha experiencia y años de formación”, dice Salles.
“Esto no es algo que se aprende en un curso de fin de semana. Se necesitan años de estudio para comprender todas las variaciones anatómicas de la cara y dónde es probable que estén las venas y las arterias. E incluso los especialistas más experimentados pueden cometer errores e inyectar sin querer la sustancia dentro de un vaso (sanguíneo)”.
Para minimizar los daños, es posible utilizar una enzima llamada hialuronidasa, que tiene la función de absorber el ácido hialurónico aplicado incorrectamente.
Pero este “antídoto” tampoco se puede usar en todas las situaciones: hay pacientes que son alérgicos a la hialuronidasa y desarrollan reacciones graves.
Además de la obstrucción de arterias y venas, otros posibles efectos secundarios son reacciones inflamatorias, caracterizadas por enrojecimiento e hinchazón, y la formación de nódulos en el lugar de la inyección.
La buena noticia es que, como el producto es absorbido por el organismo, estos problemas suelen ser temporales.
Finalmente, Salles considera que la aplicación excesiva de ácido hialurónico —y los resultados estéticos no deseados— también puede verse como un evento adverso en algunas situaciones.
“Hay casos en los que se inyectan de 10 a 20 mililitros de ácido hialurónico y se ven transformaciones impresionantes”, observa.
“Pero esto puede afectar el movimiento de la cara y la persona ya no tiene una sonrisa o una expresión natural. Hay que encontrar un equilibrio para que la persona se sienta bien y pueda reconocer su propia cara en el espejo”.
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