El agujero de la capa de ozono vuelve a ser noticia este año y no porque esté achicándose.
El hueco, que está ubicado sobre la Antártida, creció en los últimos dos meses a su “tamaño máximo” en la última década.
Eso sucede sólo un año después de que los investigadores informaron que estaba en su nivel más reducido desde su descubrimiento, a mediados de 1985.
Y no es solo que el agujero sea el más grande registrado, sino que también es el más profundo de los últimos años, informó la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en un reciente comunicado.
El agujero de ozono de este 2020 creció rápidamente desde mediados de agosto y alcanzó un máximo de alrededor de 24 millones de kilómetros cuadrados a principios de octubre.
Esta longitud se ubica por encima del promedio de los últimos 10 años y se extiende por la mayor parte del continente antártico.
El ozono es un gas incoloro que forma una tenue capa en la atmósfera y absorbe los componentes dañinos de la luz solar, conocidos como “ultravioleta B” o “UV-B”, protegiendo a los humanos de los riesgos de contraer cáncer de piel o cataratas, entre otras enfermedades.
Pero en los últimos cien años, la actividad del hombre hizo que la capa de ozono comenzara a deteriorarse.
Por eso, hace unos 35 años cuando se descubrió que tenía un agujero y muy grande en el Polo sur, se encendieron las alarmas mundiales.
En 1987, se firmó el Protocolo de Montreal para proteger la capa de ozono, reduciendo la producción y comercialización de varias sustancias que la dañaban.
Específicamente por moléculas que contienen cloro y bromo que vienen del clorofluorocarbonos (CFC).
Estos gases se encontraban en casi todo, desde aerosoles para el cabello hasta en los refrigeradores y las unidades de aire acondicionado y fueron prohibidos en 2006.
El programa de Observación de Atmósfera Global de la OMM junto al Servicio de Monitoreo Atmosférico Copérnico del Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Plazo Medio (ECMWF por sus siglas en inglés), la NASA, el ministerio de Medioambiente y Cambio Climático de Canadá y otros socios, son los encargados de monitorear la capa de ozono de la Tierra y advirtieron que el agujero de 2020 parece haber alcanzado su máxima extensión.
“Existe una gran variabilidad en la medida en que se desarrollan los eventos de agujero de ozono cada año”, describió Vincent-Henri Peuch, director del Servicio de Monitoreo de la Atmósfera Copérnico en el ECMWF.
“El agujero de ozono de 2020 se parece al de 2018, que también fue un agujero bastante grande, y definitivamente está entre los de mayor tamaño de los últimos quince años más o menos“, añadió en un comunicado de prensa.
The #ozone hole over the #Antarctic is one of the largest and deepest in recent years, per @CopernicusECMWF, @NASAEarth, @environmentca and WMO's Global Atmosphere Watch network.
Analyses show the hole has reached its maximum size for the year.
Details https://t.co/QjU9BqIhcZ pic.twitter.com/dc4dGQK4rA— World Meteorological Organization (@WMO) October 6, 2020
El especialista explicó que “después del agujero de ozono inusualmente pequeño y de corta duración en 2019, que fue impulsado por condiciones meteorológicas especiales, estamos registrando uno bastante grande nuevamente este año, lo que confirma que debemos continuar aplicando el Protocolo de Montreal que prohíbe las emisiones de sustancias químicas que agotan la capa de ozono”.
Pero el gran hueco de este año no estaría potenciado por los gases que contaminan sino por cuestiones climáticas.
El agujero de ozono está impulsado por un vórtice polar, que es un ciclón persistente a gran escala, fuerte y estable, que mantuvo la temperatura de la capa de ozono sobre la Antártida constantemente fría durante los últimos meses.
El agotamiento del ozono está directamente relacionado con la temperatura en la estratosfera, que es la capa de la atmósfera entre unos 10 km y unos 50 km de altitud.
Esto se debe a que las nubes estratosféricas polares, que tienen un papel importante en la destrucción química del ozono, solo se forman a temperaturas inferiores a -78 °C.
Estas nubes estratosféricas polares contienen cristales de hielo que pueden convertir compuestos no reactivos en reactivos, que luego pueden destruir rápidamente el ozono tan pronto como la luz del Sol esté disponible para iniciar las reacciones químicas.
Esta dependencia de las nubes estratosféricas polares y la radiación solar es la razón principal por la que el agujero de ozono solo se ve a fines del invierno o principios de la primavera, explica la OMM.
Pese a que este año el agujero en la capa de ozono está más grande que nunca por las condiciones meteorológicas, la comunidad científica es optimista en el futuro sobre la emisión de gases que dañan esta protección de la Tierra.
“La concentración total de gases que agotan la capa de ozono en la atmósfera continúa disminuyendo, y eso es lo que esperamos con la continua adhesión general al Protocolo de Montreal”, le dice a BBC Mundo, Stephen Montzka, investigador químico de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE.UU. (NOAA, por sus siglas en inglés).
Y añade que “esto es cierto a pesar de los aumentos relativamente pequeños en las emisiones de CFC-11”, un compuesto empleado como aislante térmico.
Entonces, “esperamos que la capa de ozono se recupere hacia mediados o finales del siglo“, asegura optimista.
Sin embargo, hasta que esto suceda, la salud de la capa protectora de rayos ultravioletas también depende de las condiciones climáticas, “específicamente del frío que hace en la estratosfera durante la primavera de un año a otro”, agrega el experto.