Hace 80 años, entre octubre y noviembre de 1940, la Alemania nazi, que había invadido y anexado a Polonia un año antes, convirtió a una sección de la capital polaca, Varsovia, en una gran cárcel donde mantuvo confinados a casi medio millón de judíos.
En el llamado gueto de Varsovia, el mayor de Europa, no solo se encerró a la enorme población judía de Polonia sino también a judíos deportados de Alemania que eran llevados allí en camino a su destino final: el campo de concentración de Treblinka.
Las cerca de 450.000 personas atrapadas en el gueto de Varsovia representaban cerca del 30% de la población total de la capital polaca, pero el tamaño del lugar donde vivían -un área de 3,4 km2 – equivalía a apenas el 2,4% de la ciudad.
Había, en promedio, unas 9 personas por habitación y los nazis redujeron las raciones alimenticias a un 10% de lo que hubiera constituido una dieta normal.
Fue en ese contexto de hacinamiento y hambruna que se desató una gran epidemia de tifus.
La enfermedad, que es causada por una bacteria que se transmite a través de los piojos y otros artrópodos, causa fiebre alta, dolor muscular y una erupción cutánea, y en esa época mataba a entre el 10% y el 40% de los infectados.
Una de las víctimas más famosas del tifus durante la Segunda Guerra Mundial fue Ana Frank, quien falleció a causa de la enfermedad en el campo de exterminio nazi de Bergen-Belsen, en 1945.
Ya durante la Primera Guerra Mundial el tifus había golpeado fuertemente a las tropas en el Frente Oriental, matando a más de 3 millones de personas en países como Rusia, Polonia y Rumania.
Con ese contexto, todo hacía suponer que el tifus arrasaría con la población cautiva en el gueto de Varsovia.
El “milagro“
Pero justo antes de que llegara el invierno, en octubre de 1941, después de que unas 100.000 personas habían contraído la enfermedad y más de 25.000 habían muerto por esa causa, pasó algo que muchos han considerado milagroso.
Cuando todos esperaban que el frío generara un pico de infecciones, pasó todo lo contrario: estas comenzaron a bajar exponencialmente y la epidemia se redujo hasta detenerse.
En el contexto de la actual pandemia de coronavirus, un grupo de investigadores australianos quiso averiguar cómo se logró controlar el tifus en condiciones tan complicadas.
Con este fin, los investigadores de la Universidad RMIT (anteriormente conocido como el Instituto Real de Tecnología de Melbourne) utilizaron modelos matemáticos y documentos de la época que describían la vida en el gueto para estudiar el progreso de la enfermedad.
Fue así que pudieron determinar que el principal factor que detuvo la epidemia fueron las medidas de salud pública que implementaron los médicos del gueto, una herramienta que hoy también es considerada clave para frenar la expansión del covid-19.
El estudio, titulado “Extraordinaria reducción de la epidemia masiva de tifus en el gueto de Varsovia”, reveló que las personas en el gueto intentaron mantener el distanciamiento social.
“La dinámica de transmisión del tifus en el gueto de Varsovia era generalmente a través del contacto o la proximidad a un individuo ya infectado, ya que esto permitía que los piojos pasaran de un huésped a otro en el gueto densamente poblado”, señala el trabajo.
“El distanciamiento social era considerado de sentido común básico por todos, aunque no se impuso de forma obligatoria”, resalta.
Sin embargo, el hacinamiento hacía que fuera muy difícil aislarse de otros.
Además de la falta de espacio, otras condiciones en el gueto como la mala higiene, la suciedad y clima frío multiplicaban la presencia de los piojos, los vectores del tifus.
En tanto, la letalidad de la enfermedad aumentó fuertemente debido a la desnutrición, que hacía que las personas infectadas no tuvieran un sistema inmunológico fuerte como para poder combatir la infección.
Incluso quienes lograron recuperarse del tifus “a menudo murieron de hambre en la convalecencia”, dicen los autores, que estiman que en total unas 100.000 personas fallecieron por la combinación del tifus y el hambre.
Pero un hecho fortuito les permitió a los médicos del gueto mejorar las condiciones alimentarias, fortaleciendo el sistema inmune.
En mayo de 1941 los alemanes decidieron que no había que malgastar la fuerza productiva que representaban los judíos del gueto y aumentaron las raciones a algunos para que pudieran trabajar.
También hicieron la vista gorda al contrabando de alimentos.
Esto permitió a los líderes del gueto organizar un “programa de alimentación” que consistía en una red de comedores comunitarios. Así se mejoró la nutrición general.
Por otra parte, se organizaron muchos cursos para educar sobre salud e higiene, y se conformaron brigadas que pasaban a inspeccionar las casas.
Incluso se creó una universidad clandestina para formar a jóvenes estudiantes de medicina y se emprendieron estudios científicos sobre el fenómeno del hambre y las epidemias.
“Por último, el Departamento de Salud y el Consejo Judío desarrollaron programas y medidas de saneamiento complejos y muy elaborados con el objetivo de erradicar el tifus”, cuentan los investigadores.
Sobrevivientes del gueto recuerdan que una de las estrategias de prevención que se utilizaron fue el uso de un peine fino, que se usaba para atrapar y matar a las liendres, los huevos de los piojos.
Según el estudio, todas estas medidas combinadas lograron contener al tifus.
“No existen otras hipótesis alternativas razonables para explicar la pronta desaparición de la epidemia al comienzo del invierno”, concluyen en su trabajo, que se publicó en julio pasado en la revista Science Advances.
La historia de cómo los judíos del gueto de Varsovia lograron vencer al tifus es particularmente conmovedora considerando que los nazis encerraron a los judíos usando la justificación antisemita de que eran portadores de enfermedades y que había que proteger al resto de la población.
Fue después de una epidemia previa, que empezó en 1939, que en octubre de 1940 crearon el Seuchensperrgebiet o área restringida de enfermedad, una zona encerrada por un “muro epidémico” de 3 metros de alto y 18 de largo, que luego se convertiría en el gueto.
Peor aún, los alemanes eran conscientes de que la hambruna potenciaría la epidemia y usaron el tifus como un arma genocida, sostienen los investigadores de la Universidad RMIT.
Cuando las aberrantes condiciones en el gueto hicieron que el tifus se expandiera, los nazis lo usaron como evidencia de que sus acusaciones contra los judíos eran ciertas.
“En octubre de 1941, cuando la epidemia estaba arrasando en el gueto de Varsovia, Jost Walbaum, el director de salud del gobierno general (de la Polonia ocupada) hizo la infame acusación: ‘Los judíos son abrumadoramente los portadores y diseminadores de la infección por tifus’”, señalan los expertos.
Más tarde, esta misma excusa justificaría la aniquilación de los judíos.
“La máxima autoridad administrativa alemana en el gobierno general, el gobernador general Hans Frank, alegó en 1943 que el asesinato genocida de 3 millones de judíos en Polonia ‘era inevitable por razones de salud pública’“, recuerdan en su trabajo.
No obstante, los investigadores se enfocan en la increíble labor que hicieron los médicos en el gueto para combatir la epidemia, que a pesar de que se detuvo allí continuó ese invierno en el resto de Varsovia.
Según sus cálculos, sin las intervenciones de salud pública las infecciones en el gueto de Varsovia hubieran sido “dos a tres veces más altas”, por lo que las medidas de prevención lograron evitar “una catástrofe”.