Es el gas de invernadero más potente conocido por la ciencia y sus emisiones han aumentado dramáticamente en los últimos años.
El hexafluoruro de azure o SF6, es usado ampliamente en la industria eléctrica para prevenir cortocircuitos y accidentes.
Pero, solo en 2017 en los países de la Unión Europea, las fugas de este gas poco conocido tuvieron el mismo impacto que colocar 1,3 millones de autos extra en las carreteras.
El aumento en el uso del gas es consecuencia del boom en energías renovables.
El SF6 es un gas sintético barato, no inflamable, incoloro y sin olor.
La sustancia es utilizada como material aislante de alta eficiencia en instalaciones eléctricas de voltaje mediano y alto.
Es usada, por ejemplo, en centrales eléctricas y turbinas eólicas para prevenir incendios.
Pero el gran problema de este gas es que tiene un potencial de calentamiento global mayor que ninguna otra sustancia conocida.
El SF6 produce un efecto de invernadero 23.500 veces mayor que el dióxido de carbono o CO2.
Solamente un kilo de SF6 calienta la Tierra tanto como el vuelo de ida y vuelta de 24 personas desde Londres a Nueva York.
Y el gas persiste en la atmósfera durante al menos 1.000 años.
La forma en que se genera electricidad está cambiando rápidamente.
Las plantas generadoras a carbón están siendo reemplazadas para combatir el cambio climático por otras opciones que combinan en diferentes medidas la energía eólica, solar y el gas.
Los nuevos sistemas requieren muchas más conexiones a la red eléctrica, con el consiguiente uso de interruptores y otros mecanismos para prevenir accidentes.
La gran mayoría de esos dispositivos de seguridad utiliza SF6 para evitar cortocircuitos.
“Los proyectos de energía renovable están creciendo y este gas se usa especialmente en turbinas eólicas”, señaló Costa Pirgousis, ingeniero de una compañía escocesa de energía renovable, Scottish Power Renewables, que no utiliza SF6 en sus turbinas.
“Cada vez se están instalando más y más turbinas que requieren más dispositivos de seguridad con SF6, por ejemplo, en los parques eólicos offshore”.
“Las empresas saben como funciona este gas, es una opción confiable y además requiere poco mantenimiento”.
En toda la red eléctrica de centrales y subestaciones en Reino Unido se han instalado cerca de un millón de kilos de SF6.
Y esa cantidad está aumentando entre 30 y 40 toneladas por año, según un estudio de la Universidad de Cardiff.
Este aumento también se registró en otros países de la Unión Europea.
Las emisiones totales por el uso de SF6 en los 28 países del bloque fueron iguales a 6,73 millones de toneladas de CO2, una cantidad equivalente a la que emitirían anualmente 1,3 millones de autos.
Investigadores de la Universidad de Bristol que monitorean las concentraciones de gases de invernadero aseguran que hubo un aumento significativo en emisiones de SF6 en los últimos 20 años.
“Hacemos mediciones de SF6 en la atmósfera”, afirmó Matt Rigby, profesor de química atmosférica de la Universidad de Bristol.
“Y registramos una duplicación en las concentraciones atmosféricas de SF6 en las últimas dos décadas“.
Las principales emisiones del gas se producen por fugas en la industria eléctrica.
La compañía eléctrica Eaton, que fabrica dispositivos de seguridad sin SF6, asegura que según sus investigaciones las fugas durante todo el ciclo de uso del gas pueden llegar a 15%.
“Hay nuevos dispositivos que tienen un bajo índice de fugas, pero la gran pregunta es cuántas empresas están utilizándolos”, señaló Louis Shaffer, gerente de Eaton.
“Nosotros examinamos los materiales y equipos en la industria y las fugas, y no vimos que la gente tenga en cuenta el problema con este gas”.
Las concentraciones de SF6 en la atmósfera son aún muy pequeñas, apenas una fracción de las de CO2.
Sin embargo, se espera que las instalaciones con SF6 aumenten un 75% para 2030.
Otro problema es que SF6 es un gas sintético, que no es absorbido naturalmente.
Debe ser reemplazado y destruido deliberadamente para minimizar su impacto en el clima.
Los países desarrollados deben informar cada año a Naciones Unidas sobre cuánto SF6 están utilizando.
Pero no existen restricciones para el uso del gas en los países en desarrollo.
Los científicos están detectando en la atmósfera concentraciones de SF6 que son 10 veces mayores que las declaradas oficialmente por los países.
El SF6 forma parte de un grupo de sustancias sintéticas conocidas como gases F.
La Comisión Europea intentó en 2014 prohibir algunas de estas sustancias dañinas para el medio ambiente, como las utilizadas en equipos de refrigeración y aire acondicionado.
Pero la acción se enfrentó a una fuerte oposición de la industria.
“El lobby de la industria eléctrica fue finalmente tan fuerte que debimos capitular”, señaló el parlamentario europeo Bas Eickhout, del Partido Verde en Holanda.
Eickhout fue uno de los legisladores responsables de la regulación de los gases F.
“El sector eléctrico argumentó que si se quiere una transición hacia energías renovables y una mayor producción de electricidad, entonces se requerirán más dispositivos y más SF6”.
Todos reconocen que el SF6 es dañino para el clima y están intentando reducir su dependencia del gas.
En Reino Unido, la agencia reguladora Ofgem dice que está trabajando con las empresas para limitar las fugas del gas.
“Estamos utilizando un abanico de mecanismos para que las compañías limiten su uso de SF6, un potente gas de invernadero, cuando esto sea en interés del consumidor”, afirmó un vocero de Ofgem a la BBC.
“Esos mecanismo incluyen el financiamiento de estudios sobre innovación o de incentivos para que las compañías encuentren otras opciones”.
El tema de las alternativas al SF6 ha venido causando controversia.
Cuando se trata de instalaciones de alto voltaje, algunos expertos señalan que hay muy pocas soluciones nuevas que hayan superado todos los tests de eficiencia y seguridad.
“No existe una alternativa real que se considere probada”, afirmó Manu Haddad, profesor de la escuela de ingeniería de la Universidad de Cardiff.
“Hay nuevas sustancias que se han propuesto, pero las empresas no quieren arriesgarse a probarlas en sus operaciones”.
Sin embargo, en el caso de instalaciones de voltaje mediano existen alternativas seguras.
Algunos observadores señalan que el mayor problema en ese tipo de instalaciones no es la falta de opciones sino la actitud conservadora de la industria eléctrica.
“Todos en esta industria saben que pueden cambiar, no hay una razón técnica para no hacerlo”, afirmó Louis Shaffer.
“Tampoco hay una razón económica. Es más una cuestión de que los cambios requieren esfuerzo, y si no es obligatorio introducirlos no lo harás”.
Scottish Power Renewables instaló en el Mar del Norte, a 43 km de la costa del condado inglés de Suffolk, uno de los mayores parques eólicos del mundo.
Y allí las turbinas no tienen SF6.
También se instalarán en el condado de East Anglia otros 102 de estos aerogeneradores gigantescos, con capacidad de producir hasta 714 megavatios, suficientes para suministrar electricidad a medio millón de hogares.
Una instalación de este tipo habría requerido dispositivos con SF6 para prevenir cortocircuitos que puedan causar incendios.
Cada turbina hubiera contenido cerca de 5kg de SF6, que si se fugaran a la atmósfera emitirían el equivalente a 117 toneladas de CO2, las emisiones anuales aproximadas de 25 autos.
“Utilizamos una combinación de aire limpio y tecnología de vacío dentro de la turbina“, afirmó Costa Pirgousis de Scottish Power Renewables.
“Esto nos permite tener una red de alto voltaje muy eficiente y al mismo tiempo amigable con el medio ambiente”.
“Si hay alternativas en el mercado, no hay excusas para no usarlas”.
Pero aún las compañías que intentan reducir el uso de SF6 enfrentan limitaciones.
En el mismo parquet eólico de East Anglia hay una subestación a la que se conectarán los 102 aerogeneradores.
Y esa instalación aún utiliza cantidades significativas de SF6.
¿Cuál es, entonces, el siguiente paso?
Está previsto que el año próximo la Unión Europea revise el uso de SF6 y examine las alternativas viables.
Pero aún los expertos más optimistas del sector descartan que pueda introducirse una prohibición del uso del gas antes de 2025.