En un remoto rincón de Panamá, una comunidad indígena de la que poco se sabe es por segunda vez este año motivo de investigación de las autoridades.
En la comarca montañosa de Ngäbe Buglé, a más de 350 kilómetros de la capital, se descubrió a inicios de año una fosa con siete cadáveres, la mayoría de ellos niños que murieron como parte de ritos de una secta religiosa.
A inicios de esta semana, una nueva pesquisa en el área, tras reportes de violación sexual y abuso físico a menores por miembros de un culto detenidos el mes pasado, llevó a las autoridades a descubrir una nueva fosa clandestina con cuerpos humanos.
“En este momento no se puede determinar ni el sexo ni la cantidad de personas (halladas en la fosa)”, indicó a medios locales el representante municipal, Azael Tugrí.
De acuerdo con el funcionario, los uniformados debieron internarse en las montañas durante 10 horas para llegar hasta el lugar, dado el difícil acceso al área donde vive la comunidad indígena.
La etnia ngäbe buglé, en cuya comarca ocurrieron estos hechos, es el grupo originario más numeroso de Panamá y, según la prensa local, en el último año ha sido estremecido por la actividad en sus comunidades de sectas cristianas.
De acuerdo con el Ministerio de Seguridad (Senam), el hallazgo tuvo lugar luego de más de 30 días de patrullaje terrestre y sobrevuelo en el área, tras la desarticulación a mediados de agosto de una presunta secta religiosa que se investiga si estaba vinculada a la que fue desmembrada en enero.
El Senam indicó que los restos fueron exhumados con presencia de representantes del Ministerio Público, Criminalística y “personal de homicidios”.
“Luego de la exhumación, efectuada por el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, los restos fueron trasladados a la morgue judicial de David, provincia de Chiriquí, donde se practicarán las pruebas científicas que serán incorporadas a la investigación para determinar, además de la identidad, causa de muerte y otros elementos que lleven a esclarecer este hecho y las posibles vinculaciones”, indicó el Ministerio Público.
Las autoridades de Panamá no brindaron detalles de cómo descubrieron la fosa en lo tupido de la selva, cerca de un río de la comarca indígena.
El video y las imágenes publicados por la Fiscalía y el Senam muestran a varias personas cavando un área previamente aislada hasta que encuentran lo que parecen ser huesos humanos.
A mediados de agosto, las autoridades de Panamá apresaron a tres personas, una mujer y dos hombres, supuestamente asociados a una secta. Fueron acusados de delitos de abuso sexual y maltrato de menores de edad.
Según informaron entonces las autoridades, los sospechosos fueron detenidos tras el rescate de un grupo de menores que denunciaron los abusos.
Uno de los sospechosos, un joven de 17 años y supuesto líder de la secta, fue detenido la semana tras estar prófugo por casi un mes.
La Fiscalía cree que los detenidos, que promovían supuestamente un culto religioso y mantenían a un grupo de personas privadas de libertad, “golpeaban y torturaban” a miembros de una comunidad indígena en Ngäbe Buglé y maltrataban y abusaban sexualmente de menores.
De acuerdo con las autoridades, tres de las víctimas, de entre 10 y 13 año de edad, se encuentran recibiendo apoyo psicológico.
Aunque las autoridades no han vinculado directamente la fosa encontrada con la secta, varios medios locales establecieron paralelos con lo sucedido en enero pasado en la misma comarca, cuando una secta religiosa fue acusada por la muerte de siete personas: una mujer embarazada y seis niños.
Las autoridades informaron que las víctimas murieron como parte de un “exorcismo“, mientras otro grupo de personas fueron liberadas tras haber sido encerradas y presuntamente torturadas por los líderes del culto.
La secta, de raíz evangélica y que era poco conocida, se denominaba La Nueva Luz de Dios y sus líderes realizaban ritos con machetes y animales, y golpeaban a sus practicantes para que se arrepintieran de sus pecados, según informaron las autoridades.
De acuerdo con la prensa local, las personas eran golpeadas hasta que vomitaban, como señal de que habían “expulsado al demonio”.
La Fiscalía de Panamá investiga si existe una relación entre esta secta y la que fue desmantelada a mediados de agosto.
De acuerdo con datos de la encuestadora Latinobarómetro, que estudió la población religiosa en América Latina entre 1995 y 2017, el 72% de la población panameña se identifica como católica, aunque el número de seguidores de religión cayó notablemente en ese lapso.
Una “encuesta de hogares” realizada en el país centroamericano entre 1998 y 2009 indicaba que ya entonces, con el 18% de la población, los evangélicos eran la segunda religión más practicada.
Los datos de Panamá están en consonancia con el resto de Centroamérica, donde el número de evangélicos ha crecido exponencialmente en los últimos años, principalmente por el trabajo pastoral en comunidades pobres o en áreas de poblaciones indígenas o minoritarias.
Las iglesias evangélicas representan prácticamente a uno de cada cinco latinoamericanos y ejercen una creciente presión en el debate político sobre cuestiones de familia, género y sexualidad.
También han sido señaladas de promover el fundamentalismo religioso, de promover esquemas en los que se enriquecen sus pastores a base del diezmo de sus fieles y de promover formas de abuso que van desde sometimientos hasta sexual.
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