"Los miré y vi que eran de color negro azabache y blanco brillante".
“No me asusto fácilmente, pero esto que nos pasó fue aterrador”, recuerda una tarde de octubre el patrón de embarcaciones David Smith cuando lo que al principio parecían delfines rodearon su barco.
Rápidamente se hizo evidente que eran animales mucho más grandes que los delfines. Y se estaban comportando de manera muy extraña.
“Los miré y vi que eran de color negro azabache y blanco brillante”.
Durante unas dos horas, un grupo de orcas embistió la parte inferior de su yate que navegaba frente a la costa de Portugal.
“Fue continuo”, dice. “Creo que había seis o siete, parecía que los más jóvenes eran los más activos. Parecían ir a por el timón. La rueda giraba muy rápido cada vez que había un impacto”, cuenta David, que se dedica a llevar a sus dueños barcos recién comprados.
En este caso, él formaba parte de un equipo qué llevaba un catamarán desde Francia a Gibraltar.
El barco estaba a 32,2 km de Oporto, al menos a tres horas de la costa portuguesa.
Con su radio fuera de alcance, tuvieron que usar el teléfono satelital para contactar al guardacostas.
Les aconsejó que apagaran el motor y guardaran las velas.
Sean lo “menos llamativos” que puedan, les dijeron.
“Estábamos a la deriva. Y mientras hablaba por teléfono, podía oír cómo embestían el barco. En un momento, uno de los animales más grandes se fue directamente a la popa y se volteó sobre su lomo, se podía ver su parte inferior blanca brillante”.
Los repetitivos golpes sobre el barco, por inquietantes que fueran, no eran el mayor temor de David.
Mientras el timón giraba hacia adelante y hacia atrás, pensó que los animales podrían estar a punto de romper la columna de dirección que atraviesa el casco del barco.
“Si se fractura, estás realmente en problemas“, dice. “Me estaba preparando para pedirle a los guardacostas portugueses que enviaran un helicóptero”.
Este encuentro es uno de al menos 40 incidentes similares ocurridos en el área.
Durante el verano de 2020, el más extraño de los veranos para muchos de nosotros, un grupo de orcas frente a las costas de España y Portugal comenzó a actuar de manera muy extraña.
Los relatos de los incidentes coinciden en que los animales fueron deliberadamente a por los barcos de vela.
Como dice David: “Vinieron a nosotros, no al revés”.
El primer incidente reportado fue en julio. El más reciente a fines de octubre.
Detrás de los titulares internacionales sobre “orcas asesinas rebeldes”, ataques de orcas “planificados” y los videos compartidos miles de veces en las redes sociales, hay una investigación forense de ciencias marinas.
El equipo todavía trata de averiguar qué está impulsando a estos complejos, inteligentes y altamente sociales mamíferos marinos a comportarse de esta manera.
En el barco de Davis, después de dos horas todo quedó en silencio y el timón dejó de girar.
Los daños en el barco se convirtieron en otra pieza de prueba en la investigación en curso.
“Al principio no podía creerlo”, dice Ruth Esteban, una científica marina de voz suave que elige sus palabras con cuidado, sin ganas de especular sobre algo tan complejo como el comportamiento de las orcas.
Esteban trabaja ahora en el Museo de las Ballenas de Madeira, pero estudió esta población de orcas durante seis años; fueron el tema de su doctorado.
“Estas orcas siempre sienten curiosidad por los barcos y por eso se acercan a ellos”, dice.
“¿Pero tocarlos y causar daño? Cuando lo oí solo pensé que la gente estaba asustada y malinterpretaba lo que estaba sucediendo”.
Pero las noticias sobre ataques siguieron llegando.
“Está empeorando cada vez más”, dice Renaud de Stephanis, otro biólogo involucrado en la investigación y que solía trabajar con Ruth.
Renaud ha estado estudiando esta población de orcas desde la década de 1990.
Los dos científicos forman ahora parte del grupo que lleva a cabo una investigación informal sobre este extraño y potencialmente peligroso comportamiento.
Comenzaron a recopilar pruebas en septiembre.
Compararon las imágenes de los incidentes con un catálogo de imágenes grabadas y utilizadas por CIRCE para identificar a los animales.
Cada orca tiene la aleta dorsal de una forma única, lo que sirve para identificarlas.
Los videos mostraron que tres ejemplares estuvieron involucrados en la mayoría de los incidentes, todas jóvenes y machos.
El registro oficial aparecen con el nombre de Gladis negra, Gladis blanca y Gladis gris.
Y hay una conclusión que los científicos han extraído con confianza de su investigación y de sus años de observación de estas orcas: estaban jugando.
“Siempre parecen ir a por el timón, y creo que es porque es una parte móvil del barco“, explica Ruth. “En algunos casos pueden mover todo el barco con él. Vemos, en algunos de los videos, como algún velero ha girado casi 180 grados”.
“Si ven que tienen el poder de mover algo realmente grande, tal vez eso sea impresionante para ellos”.
No hay registros de que una orca viviendo en libertad haya matado a un humano. Pero cuando las orcas juegan, puede ser aterrador.
“Pueden pesar de cuatro a cinco toneladas y cuando juegan, lo hacen realmente duro”, dice Renaud.
La neurocientífica Lori Marino, presidenta del Whale Sanctuary Project, es una de las pocas personas que ha visto el interior del cerebro de una orca.
Ella y sus colegas escanearon el cerebro de una orca cautiva fallecida para un estudio en 2004.
Lori cree que estamos malinterpretando a la especie por completo al tratar de encasillar su comportamiento en categorías simples como bueno o malo, agresivo o juguetón.
Pero hay una razón más importante para que Ruth, Renaud y el equipo intenten ajustar el lenguaje asociado a estos incidentes.
“Fue realmente aterrador para la gente, lo puedo entender”, dice Ruth.
“Pero no queremos llamarlo ataque. Lo llamamos interacción“.
Ruth dice que el lenguaje utilizado en las noticias y publicaciones en las redes sociales, incluso por parte de los guardacostas, ha sido acusador y capcioso.
A ella y a los otros investigadores les preocupa que estas descripciones puedan provocar la persecución de las orcas, que ya están en peligro de extinción.
Renaud, sin embargo, admite estar frustrado y genuinamente preocupado por el comportamiento de las orcas.
“Por lo que estoy viendo, son principalmente dos de ellas [de los Gladis] las que tienen un comportamiento alocado”, dice.
“Simplemente juegan, juegan y juegan. Y el juego es cada vez peor”.
Renaud ha sufrido el mismo este comportamiento preocupante mientras estaba en su propio barco.
El año pasado, uno de los ejemplares más jóvenes -que probablemente sea uno de los mismos animales- persiguió repetidamente su bote empujando la hélice de su motor fueraborda.
“Les encanta. Y no sé por qué”, suspira. “Simplemente parece ser algo que realmente les gusta y eso es todo“.
A pesar de estas explicaciones, la comunidad científica sigue realmente preocupada por algunos de los incidentes más recientes.