El Rijksmuseum de Amsterdam compartió una imagen de alta definición de "La Ronca Nocturna", de Rembrandt, que permite acercarse a cada pincelada e incluso partículas de pigmento.
Quizás estás pensando que eso no tiene nada de raro. Después de todo, el museo frecuentemente publica obras maestras de la Edad de Oro neerlandesa. Pero hay algo sobre esta fotografía en particular que la hace sobresalir.
La imagen presenta la obra sin enmarcar con un trasfondo gris oscuro. Se ve clara y bien iluminada pero no parece excepcional… hasta que haces clic.
Inmediatamente, la imagen se agranda y ves más detalles.
Si haces clic otra vez, te propulsa hacia la mano estirada del capitán Frans Banninck Cocq. Otro clic y te encuentras cara a cara con el líder del grupo de hombres algo molestos.
Un clic más, y puedes ver el brillo en su ojo y la textura de su barba pelirroja.
En ningún momento la imagen se desvirtúa ni se distorsiona.
A medida que sigues haciendo clics, te vas metiendo cada vez más en la obra hasta que ese ojo del capitán queda del tamaño de un puño y te das cuenta de que ese pequeñísimo brillo que viste antes no es resultado de una pincelada de Rembrandt, sino de cuatro aplicaciones separadas de pintura, cada una cargada con un tono de pintura ligeramente diferente.
Ni siquiera entonces la imagen virtual de la gran obra pierde su nitidez.
Entonces te detienes y piensas: “¡Caramba! A pesar de que probablemente nadie iba a ser capaz de notarlo, Rembrandt usó cuatro colores diferentes para pintar un minúsculo efecto de luz en el ojo de uno de muchos personajes de tamaño real representados en este retrato de grupo”.
Quizás este visionario holandés del siglo XVII previó un futuro en el que los primeros experimentos con técnicas de cámara obscura, los que quizás probó, eventualmente llevarían a una tecnología fotográfica capaz de registrar la representación visual de su gigante lienzo a un nivel de detalle más fino que el que el mismo artista podía ver.
Por ejemplo, siempre me ha gustado el perro fantasmal que se voltea y le gruñe al tamborilero que está en la orilla de la pintura. Yo había asumido que el sabueso no estaba terminado y por lo tanto no había sido querido por Rembrandt. Pero ahora puedo ver, al acercarme, que el artista no sólo le puso un elegante collar, sino que le añadió un pendiente de oro con un pequeñísimo destello de pintura roja para hacer eco del color de los pantalones del tamborilero.
Es claro que a Rembrandt le gustaban los perros.
Como siempre, hay artificio detrás del arte, como verás a los pocos minutos de acercarte a “La Ronda Nocturna”.
Rápidamente se hace evidente que Rembrandt primero creó su composición maravillosamente dinámica, y luego la afinó a medida que avanzaba. Verás que hizo muchas pequeñas correcciones sombrías (pentimenti), como la parte superior de la baqueta del baterista en el extremo derecho, o en el dedo índice del alférez que sostiene la bandera de la tropa en alto.
También hay artificio en la fotografía del Rijksmuseum. No es una sola imagen como parece, sino un compuesto de 528 fotografías digitales individuales unidas a la perfección para darnos una visión completamente nueva de una de las pinturas más famosas del arte occidental.
Reversemos los clics y volvamos por un momento a la escena completa.
Tras firmar y fechar la obra, Rembrandt la nombró: “La compañía militar del capitán Frans Banninck Cocq y el teniente Willem van Ruytenburgh”.
Fue un retrato comisionado por la Compañía Militar de Arcabuceros para colgarlo en su sede.
Quienes aparecen en él (unos 18 miembros originalmente) pagaron para que se les incluyera. El capitán Cocq está en el centro con su confiable teniente Willem van Ruytenburch a su lado. Los hombres reunidos detrás de ellos llevan una variedad de armas para defenderse su vecindario.
Los arcabuces (mosquetes) eran su especialidad, un punto que Rembrandt ilustra con una secuencia surreal que va de izquierda a derecha en la pintura representando a tres mosqueteros. El primero, vestido de rojo con cuello y puños blancos, está cargando su mosquete con pólvora. El segundo, un joven parcialmente oscurecido por el brazo derecho de Cocq, dispara su arma, desordenándole las plumas al sombrero de Ruytenburch, pero sin tocarlo a él. Y el tercero, un viejo también vestido de rojo, sopla los restos de pólvora del arma disparada.
La niña con el vestido dorado no es miembro de la milicia, pero está allí como una brillante mascota simbólica. Las patas del pollo muerto que cuelgan de su cinturón representan el emblema de los Arcabuces.
La pintura estuvo colgada al principio junto a varios retratos de grupo enormes, lo que le daba a quienes visitaban la sede de los guardias una sensación de estar rodeados por hombres fuertes locales.
Posteriormente fue llevada en 1715 al Ayuntamiento en la Plaza Dam (ahora el Palacio Real), donde le tuvieron que cortar un poco a cada uno de sus cuatro lados para que cupiera por la puerta.
La primera vez que la llamaron “La Ronda Nocturna” fue en 1897, pues el barniz que protegía la pintura estaba tan viejo y manchado que hacía parecer que era una escena nocturna.
Esa capa de barniz fue retirada hace mucho en una de las 25 o más restauraciones y tratamientos a los que la obra ha sido sometida a lo largo de los años.
La más memorable fue en 1975 después de que un visitante en el museo atacó la pintura con un cuchillo causando daños graves, cuyos rastros puedes ver cuando te acercas en la nueva fotografía compuesta.
Ese es precisamente el principal propósito de la foto digital del Rijksmuseum: lanzarte en una misión detectivesca.
La imagen de 44,8 gigapixeles fue creada por el departamento de conservación del Rijksmuseum, que actualmente está llevando a cabo la que quizás es la mayor renovación a la que “La Ronda Nocturna” ha sido sometida.
Su altísima definición le permite al equipo de 12 especialistas examinar el cuadro sin necesidad de usar microscopios, para poder ver qué tienen que hacer.
La respuesta es: una cantidad enorme de trabajo.
Si te acercas a la foto podrás detectar muchísima pintura agrietada, lo cual es de esperarse. Pero si miras las caras del capitán y el teniente notarás que están cubiertos de puntos negros.
Esto no se debe a que los caballeros no se bañaran, sino al envejecimiento de las partículas de la pintura blanca, cuya capa superior se ha deteriorado y esto revela un interior oscuro. Hay miles de estos granitos minúsculos, que los conservadores deben poder reparar y con lo cual se descubrirá una vivacidad aún más grande en una pintura sumamente vivaz.
La Ronda Nocturna es una obra de arte increíble.
Pronto, cuando el Rijksmuseum pueda reabrir sus puertas, los visitantes podrán pararse una vez más frente a ella y notar el uso exagerado de la luz y la sombra que le ayudaba a Rembrandt crear más dramatismo.
De hecho, “La Ronda Nocturna” es lo más parecido al teatro que puede ser una pintura.
Como dijo el director del Rijksmuseum, es una fotografía escolar tomada antes de que todos se empiecen a formar. La obra muestra al capitán Cocq ordenándole al teniente Ruytenburch que llame la atención de sus hombres.
Capta un momento de movimiento y caos.
Eso lo puedes ver cuando te paras frente al lienzo.
Pero ahora también puedes ver, con lujo de detalles, la obra maestra que Rembrandt pintó cuando estaba en la cumbre de su fama, justo cuando su adorada esposa estaba muriendo y su vida se comenzara a deteriorar.
Entre más observas la obra más aparente es el caos. Empastes por aquí, transiciones sin terminar por allá. Es una mezcla entre la tensión del Rembrandt primerizo y la soltura del artista tardío.
Si pensabas que Van Gogh o Jackson Pollock inventaron la pintura impresionista, lo reconsiderarás cuando te acerques a los detalles de “La Ronda Nocturna”.
Es digna de contemplación.
La nueva tecnología a menudo se utiliza para tratar de darle vida al arte antiguo, lo cual, por lo general, es una mala idea. Pero el Rijksmuseum está usando la tecnología para ofrecernos una visión magnífica que ahonda nuestro conocimiento de una obra de arte verdaderamente grandiosa, ya seas un veterano o un principiante.
Y esa es una buena idea.