Alrededor de 60 millones atrás, en la era Cenozoica, una de las tres placas tectónicas presentes en el norte del océano Pacífico comenzó a "esconderse", de acuerdo a un estudio reciente.
Es conocida como Resurrección, y su mera existencia ha sido debatida durante años por los científicos: algunos argumentan que nunca fue real.
Esta semana, no obstante, un equipo de geólogos de la Universidad de Houston anunció que encontró no solo evidencia de la existencia de la placa, sino de cómo Resurrección fue realizando un movimiento descendente hasta situarse debajo del noroeste de Canadá.
Para ello se usó un sistema que realiza una tomografía digital del interior de la Tierra.
Los científicos son optimistas sobre los valiosos aportes que podrá generar este hallazgo.
No solo en cuanto a tener mayor claridad sobre los cambios climáticos que vivió el planeta a lo largo de millones de años, sino también para advertir de peligros volcánicos y el descubrimiento de depósitos de minerales e hidrocarburos.
Existe consenso científico en que Kula y Farallón fueron las dos piezas tectónicas que se encontraban en el norte del Pacífico dentro del periodo cenozoico y que con el tiempo fueron subducidas (término geológico con el que se describe cuando una placa desciende y queda por debajo de otras).
Según el estudio presentado por el equipo de la Universidad de Houston, había una tercera: Resurrección, la cual también se habría hundido con el tiempo hasta desaparecer.
El motivo de este fenómeno de descenso es el constante movimiento de estos enormes fragmentos que, a lo largo de la vida del planeta, originaron eventos sísmicos, cadenas montañosas y cinturones de volcanes, por ejemplo.
En la actualidad persiste el debate respecto a cuántas son las principales placas tectónicas que se mueven debajo de la corteza terrestre. Diferentes estudios apuntan a que varían entre 12 y 15, además de las microplacas existentes.
Las piezas tectónicas se encuentran en la litósfera, la capa del planeta más rígida que se encuentra debajo de las cortezas continentales y oceánicas.
El debate respecto a la existencia de Resurrección se ha mantenido entre los científicos durante décadas.
Al respecto, el geólogo Spencer Fuston, parte del equipo que presentó la reciente investigación, señala que no solo existe evidencia de su presencia en la litósfera hace 60 millones de años, sino que ahora tienen un modelo que determina cómo y hacia dónde se movió.
“Con nuestra investigación sostenemos que, después de que se fue escondiendo, ahora está descansando debajo de Yukón (noroeste de Canada)”, explica a BBC Mundo.
De acuerdo al estudio desarrollado por los geólogos, la pieza tectónica descendió de 400 a 600 kilómetros de profundidad.
Fuston señala que para identificar a Resurrección se generaron proyecciones gráficas en tres dimensiones a partir del uso de mapas de calor que muestran que la placa perdida es ahora un remanente erosionado debajo de territorio canadiense.
Indica que las imágenes logradas con la técnica de tomografía les permitieron extraer las formas originales de las placas, antes de que fueran hundiéndose.
“Creemos que tenemos evidencia directa de que existió la placa tectónica Resurrección. Queremos resolver este debate y vamos a defender lo que respaldan nuestros datos”, indicó a BBC Mundo.
De acuerdo a la investigación, Resurrección fue el origen del cinturón volcánico formado a lo largo de las costas de lo que ahora conocemos como Alaska hace decenas de millones de años.
Y para el experto Jony Wu, esa es una de las evidencias más importantes de la existencia de la placa perdida.
El geólogo, quien también es parte del estudio, explica que en la actualidad la zona en la que estuvieron Farallón, Kula y Resurrección, se encuentra solo una placa, la del Pacífico, y que con la presencia de solo una no sería muy probable la formación de un cinturón volcánico como el de Alaska.
“Esta clase de hileras solo se forman sobre los límites de las placas, eso te señala que existían placas diferentes en el área”, explica a BBC Mundo.
Wu indica que cuando se mira la línea que sigue este cinturón coincide con las proyecciones de la posición de Resurrección hace más de 60 millones de años.
Los expertos hicieron una simulación de la posición que tenían las placas en la era Cenezoica, antes de su proceso de subducción, y cuando llevaron a cabo estas pruebas, concluyeron que la tercera placa de la que debaten los científicos, Resurrección, encajaba en lo ocurrido.
“Cuando “se levantan” [las placas] a la superficie de la Tierra y se reconstruye [su posición], los límites de esta placa tectónica antigua, Resurrección, se corresponden con los antiguos cinturones volcánicos del estado de Washington y Alaska, proporcionándonos ese vínculo tan buscado [por los científicos] entre el océano Pacífico antiguo y el registro geológico de América del Norte”, añade.
El investigador explica que este tipo de hallazgos no solo son importantes para imaginar cómo era el planeta en sus diferentes eras, sino también para entender sus fenómenos climáticos a lo largo del tiempo.
“Los volcanes también afectan el cambio climático. Entonces, cuando intentas modelar la Tierra y comprender cómo cambió el clima a través el tiempo, realmente se vuelve importante saber cuántos volcanes estuvieron activos en ese momento”, afirma.
Tanto Wu como Spencer señalan que la elaboración de modelos como el practicado para encontrar a Resurrección también sirven para comprender cómo reacciona el planeta ante diferentes cambios ambientales y que puede ser útil para analizar la crisis vigente.
Además de entender un poco más de cómo era el planeta, entender sus reacciones al clima y el papel de los volcanes, los investigadores indican que con los modelos tectónicos pueden ayudar a estimar áreas donde se formaron depósitos de minerales y de hidrocarburos.
Explican que esto es posible gracias a la detección de las antiguas zonas donde se producía calor, como donde se encontraban los antiguos volcanes, porque las altas temperaturas son necesarias para la formación de petróleo o gas natural.
Por ello, los investigadores coinciden en que el estudio sobre Resurrección apenas dio su primer paso.
O como ellos sostienen, recién tomaron la “primera fotografía”.