Más de cuatro décadas después de su lanzamiento, las naves Voyager 1 y Voyager 2 continúan su aventura de exploración en los confines del Sistema Solar.
Ambas sondas, los primeros objetos creados por seres humanos que logran ingresar al espacio interestelar, siguen enviando datos.
Los científicos confirmaron que Voyager 2 abandonó la influencia del Sol el 5 de noviembre de 2018. Voyager 1 había entrado al espacio interestelar en 2012.
Los científicos acaban de publicar seis nuevos estudios que revelan cuál es la forma de la gigantesca burbuja magnética que rodea al Sol, la llamada heliósfera.
“No teníamos buenos datos cuantitativos sobre la burbuja que el Sol crea alrededor de si mismo con su viento solar, el plasma ionizado que se esparce en forma radial en todas las direcciones”, señaló Ed Stone, uno de los científicos de la misión.
“No estábamos seguros de que las naves pudieran durar el tiempo suficiente como para salir de la burbuja y entrar al espacio interestelar”.
El plasma consiste en partículas y gas con carga eléctrica que permean el espacio tanto dentro como fuera de la burbuja.
La clave de que las naves entraron al espacio interestelar es el gran salto en la densidad del plasma. Las naves pasaron de un ambiente de plasma caliente y de menor densidad, característico del viento solar, a una región de plasma más frío y más denso en el espacio interestelar.
La frontera entre las dos regiones se conoce como la heliopausa.
“Vimos que la densidad del plasma en la heliopausa se multiplicó por 20“, señaló Don Gurnett, científicos de la Universidad de Iowa y uno de los autores de los estudios publicados en la revista Nature Astronomy.
“En el caso de Voyager 1 el salto fue aún mayor”.
Los datos indican que la heliósfera tiene una forma simétrica.
Los dos puntos en los que las naves Voyager cruzaron la heliopausa se encuentran a una distancia similar del Sol, lo que revela un frente esférico de la burbuja, de acuerdo a Gurnett.
La entrada de Voyager 2 en el espacio interestelar ocurrió a 119,7 unidades astronómicas UA, o más de 17.700 millones de km del Sol.
Voyager 1 abandonó la influencia del Sol a 122,6 UA.
Las naves espaciales se lanzaron con pocas semanas de diferencia en 1977 con distintos objetivos de investigación y trayectorias.
Sin embargo, cruzaron al espacio interestelar a distancias semejantes del Sol.
Los datos enviados por las naves Voyager también ofrecen pistas sobre el grosor de la llamada heliovaina, la parte exterior de la burbuja.
En este punto el viento solar se apila en respuesta a la presión de las partículas del espacio interestelar.
La heliovaina parece tener diferentes grosores, ya que Voyager 1 tuvo que llegar un poco más lejos que Voyager 1 para llegar a la heliopausa, en la que el viento solar y el viento interestelar están en equilibrio.
“En un sentido histórico, la vieja idea de que el viento solar se iría reduciendo gradualmente a medida que avanza en el espacio interestelar simplemente no es verdad”, afirmó Gurnett.
“Demostramos con Voyager 2, y antes con Voyager 1, que hay un perímetro definido. Es sorprendente como los fluidos, incluyendo los plasmas, forman límites”.