Científicos advierten contra esta estrategia que busca reducir el impacto económico de la pandemia de covid-19.
La idea de dejar circular libremente el virus del covid-19 para alcanzar la inmunidad colectiva (también conocida como inmunidad de grupo o de rebaño), barajada al principio de la pandemia, se perfila cada vez más como un peligroso espejismo, según numerosos científicos.
Se trata de permitir que una determinada proporción de la población se infecte con el nuevo coronavirus de manera que la pandemia se frene sola, a falta de nuevas personas que contagiar.
Pero, después de meses de emergencia sanitaria, “estamos muy, muy lejos” de alcanzar ese umbral, afirma Frédéric Altare, especialista en inmunidad del Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica de Francia.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo dejó claro esta semana: “Nunca, en la historia de la salud pública, la inmunidad colectiva ha sido utilizada como estrategia para responder a una epidemia, menos aún a una pandemia. Es problemático desde el punto de vista científico y ético”, dijo su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
La OMS calcula que en la mayoría de países, el 10% de la población podría haberse contagiado con el SARS-CoV-2. Miles de millones de personas todavía pueden por tanto infectarse con este virus, más letal y contagioso que la gripe y para el que no existe ninguna vacuna.
Este mes, un grupo de científicos lanzó un llamamiento, “The Great Barrington Declaration”, en favor de dejar que el virus circule entre los jóvenes con buena salud — y por tanto susceptibles de no enfermar gravemente –, para proteger así a los más vulnerables. Un llamamiento apoyado por la Casa Blanca, según la prensa estadounidense.
El principal beneficio de esta estrategia sería evitar los daños económicos, sociales y sanitarios que suscita la pandemia, al no deber decretar por ejemplo nuevos confinamientos generalizados.
Es “un error”, respondieron el jueves 80 científicos en una carta abierta publicada en la revista médica The Lancet. “Una transmisión incontrolada entre los más jóvenes sería muy arriesgada en términos de salud y mortalidad para el conjunto de la población”, afirman, poniendo como ejemplo el riesgo de saturación de los sistemas sanitarios.
Suecia, que optó por no confinar a su población ni cerrar escuelas, bares y restaurantes durante la primera ola, registra una mortalidad que la sitúa entre los primeros 15 puestos del mundo, respecto al tamaño de su población, según los datos de la Universidad Johns Hopkins.
Además, se desconoce cuánto tiempo dura la inmunidad y se conocen casos, aunque raros, de reinfección. “Es posible que los anticuerpos se reduzcan con el tiempo”, recordó la semana pasada una responsable de la OMS, Maria Van Kerkhove.
“Las reinfecciones muestran que no podemos apoyarnos en la inmunidad adquirida mediante la infección natural para alcanzar la inmunidad de grupo”, escribió la doctora Akiko Iwasaki, especialista en inmunidad de la Universidad de Yale.
Algunos defensores de la inmunidad colectiva natural también argumentan que su umbral, estimado generalmente para un virus entre 60 y 70% de la población, sería en realidad menor, porque no todo el mundo contrae el covid-19.
Recientemente se descubrió que algunas personas ya está protegidas contra el SARS-CoV-2 cuando se infectan, pese a no haber estado previamente en contacto con él, según Frédéric Altare.
En vez de anticuerpos, estas personas desarrollan una inmunidad celular, gracias a un determinado tipo de glóbulos blancos. Al haber “conocido” otros agentes infecciosos similares al SARS-CoV-2, estos glóbulos identifican a este último como un peligro y lo atacan.
Pero incluso teniendo en cuenta todos los factores relevantes, el porcentaje mínimo necesario para alcanzar la inmunidad colectiva “sería de 50%” y por tanto se produciría un número de muertos considerable en el camino, agrega.
Así, la inmunidad colectiva debe pasar por “vacunas seguras y eficaces”, según la doctora Iwasaki.