Con frecuencia, multitud de medios de comunicación nos ofrecen ejemplos de éxito deportivo.
En uno de los últimos, Rafa Nadal tras la consecución del US Open -nada más y nada menos que su decimonoveno Grand Slam- presentaba su cara más humana al mirar las imágenes que recordaban su excelente trayectoria.
Un formidable ejemplo que nos hace reflexionar sobre los niveles de exigencia no solo física, técnica y táctica, sino también psicológica que tienen los deportistas de alto nivel.
Desde el ámbito de las Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, los investigadores de todo el mundo hemos tratado de comprender cuáles son los mecanismos que permiten que un deportista alcance a lo largo de su carrera los mejores niveles de adaptación posible.
Hay algunos elementos que parecen coincidir. De ellos, considero 5 como esenciales:
En primer lugar, un concepto central es el de adaptación: ¿qué variables permiten que un deportista -incluso un equipo- se adapte de forma óptima al contexto en el que se encuentra?
Como organismos resultado de miles de años de evolución, estamos dotados de una serie de estructuras y capacidades que nos facilitan o impiden la correcta adaptación al medio, siendo el alto rendimiento un claro ejemplo de la importancia de adaptación continua a las exigencias de cada situación y/o competición y entrenamiento.
Estas capacidades adaptativas, desde el plano de la psicología en general y de la psicología del deporte en particular, pueden ser analizadas como respuestas cognitivas (procesos de pensamiento e imágenes mentales), emocionales, psicofisiológicas (cómo responde el organismo ante los estímulos externos e internos al deportista) y conductuales (entendidas como la manifestación observable del comportamiento del deportista).
También deben considerarse elementos estructurales como la personalidad, el componente intelectual, así como procesos psicológicos básicos que permiten una mejor adaptación al contexto deportivo (por ejemplo, la atención y la memoria) y los procesos motivacionales que siempre inundan nuestra conducta.
En segundo lugar, considerando que un deportista y/o equipo deben ser entendidos desde estas dimensiones, la disección de la respuesta deportiva puede ser más profunda y centrarse en distintos niveles de la respuesta adaptativa, para lo que resulta imprescindible acercarnos a campos de conocimiento como el aprendizaje y el control motor.
Hay que tratar de entender cómo es posible alcanzar elevados niveles de rendimiento en situaciones en las que, con frecuencia, se requiere tomar decisiones de una manera tremendamente rápida, distinguiendo entre estímulos muy diferentes y realizando una ejecución motriz perfecta.
¿Cómo es posible que nuestro cerebro permita operaciones tan eficientes en un medio deportivo tan cambiante?
Sin lugar a dudas, las neurociencias están permitiendo abrir una gran ventana a la psicología del deporte actual, tratando de comprender cómo el comportamiento deportivo tiene una base neuropsicológica relevante que, en muchos casos, permite que se puedan entrenar diferentes aspectos relacionados con el rendimiento motor y deportivo.
En tercer lugar, todo comportamiento debe ser analizado en función del contexto en el que se produce.
En este sentido, considero que resulta pertinente reflexionar sobre el papel del entorno directo al deportista en su desarrollo deportivo y humano, pues ambas facetas son indisociables.
¿Cómo afectan los entrenadores, padres, madres, amigos, compañeros, la escuela, la cultura de los clubes en los que participan, en el desarrollo y optimización del talento deportivo?
Desde hace tiempo, la formación que reciben los entrenadores sobre psicología del deporte es cada vez mayor, pudiendo aumentar su sensibilidad hacia las necesidades cotidianas de los deportistas.
Tal y como hemos señalado, estos tratan de adaptarse al entorno en el que se encuentran, si bien con frecuencia sabemos que existen grandes obstáculos que deben ser salvados para alcanzar los objetivos pretendidos.
¿En qué medida ayuda contar con un entorno completamente estable, como el que con frecuencia suponen los clubes de más alto nivel o los centros de alto rendimiento?
¿Es factible que exista un punto ideal entre dar facilidades básicas y crear un entorno adecuado que, lejos de permitir acomodarse al deportista, le ayude e impulse en su desarrollo deportivo y humano?
Es en este punto donde otras ciencias sociales como la pedagogía o la sociología tienen también un papel relevante como constructores de procesos adaptativos.
En cuarto lugar, me gustaría enfatizar la importancia del cuidado de los deportistas en la fase de retirada. Desde la Oficina de Atención al Deportista del COE llevamos años siendo sensibles a esta realidad y resulta muy impactante percibir las grandes dificultades que tienen los deportista de alto nivel que no se han preparado lo suficiente, para encarar su retirada y la fase de adaptación a la vida cotidiana fuera de la práctica activa de su deporte.
De nuevo la adaptación tiene un claro componente psicológico y resulta esencial prestar los recursos necesarios para que el largo camino de entrega que han hecho tenga al menos la correspondencia de un futuro personal satisfactorio, para lo cual se antoja imprescindible un programa de formación continua.
Por último, hay que enfatizar la necesidad de dar un impulso de nuevo a la incorporación de la psicología de la actividad física y del deporte y de sus profesionales, en los procesos de desarrollo del talento deportivo, así como en el alto nivel.
Resulta llamativo conocer que son aún escasas las federaciones que deciden llevar a estos profesionales a los próximos Juegos Olímpicos, lo que hace pensar que aún falta dar un último impulso para la consolidación del área.
Solo desde las ciencias básicas y aplicadas al rendimiento deportivo es desde donde podemos seguir avanzando. Resulta imprescindible el trabajo conjunto con el resto de áreas de las Ciencias del Deporte.
*Ricardo de la Vega Marcos es PDI. Coordinador del Grado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, Universidad Autónoma de Madrid. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons. Haz clic para leer aquí el artículo en su versión original.