BBC Mundo conversó con Viñayo para conocer más detalles de esta producción que podría hacer historia.
En una escena del documental salvadoreño “Imperdonable”, Geovany, el personaje principal, relata de forma descarnada un violento asesinato.
Y después pronuncia una frase que enmarca este filme: “Es más fácil matar a una persona que amar a un hombre”.
Todo esto ocurre en el entorno de hacinamiento de la prisión de San Francisco Gotera, donde un grupo de pandilleros y expandilleros reconoce de forma pública su homosexualidad.
Después de 12 días de rodaje, el producto final ya ha dado sus primeros frutos: hace pocas semanas, “Imperdonable” fue seleccionado por los “IDA Documentary”, lo que abre la posibilidad de que pueda ser nominado a los premios Oscar.
“Ojalá se diera. Sería la primera vez que un filme de El Salvador llega a los premios de la Academia“, señaló su directora, la española Marlén Viñayo.
BBC Mundo conversó con Viñayo para conocer más detalles de esta producción que podría hacer historia.
¿Cómo llegas a la historia de hombres, pandilleros, dentro de una prisión, que deciden decir abiertamente que son homosexuales?
Yo llevo casi ocho años viviendo aquí en El Salvador y la verdad que en este tiempo nunca me había interesado por hacer algún documental sobre pandillas. Porque es uno de los temas más conocidos y más contados desde El Salvador al mundo y yo creía que no tenía nada nuevo que aportar.
Pero un día, Carlos Martínez, que es reportero del periódico El Faro especializado en pandillas, me contó que acababa de salir de una prisión de San Francisco Gotera y que ahí había conocido a unos pandilleros que habían dicho abiertamente que eran homosexuales.
A mí me sorprendió mucho porque las pandillas son organizaciones criminales profundamente machistas y homofóbicas. Y por la sola sospecha de que uno de sus miembros es gay, los matan. Entonces, descubrir a este grupo de personas pues me sorprendió muchísimo.
Con esa historia me di cuenta que tenía algo nuevo que contar y que podía ofrecer una perspectiva única y diferente a todo lo que te hayan contado antes alrededor del tema las pandillas.
Está la historia, por supuesto, muy interesante, pero ¿qué es lo que quieres contar en este documental?
Intento contar una historia de que el mundo es complejo. Que no es una cuestión de buenos perfectos o malos perfectos. Que el mundo no es de blancos puros o negros puros, sino que hay muchos grises.
Creo que este documental va sobre esos grises. Es historia que habla de amor, que habla de odio. Que habla del abismo al que puede llegar un ser humano y que retrata una sociedad con una brújula moral rota: para algunas personas es más fácil matar a un hombre que amar a otro.
Lo ideal sería que el documental provoque un debate sobre ese tema.
¿Cómo se filma una producción en una prisión donde incluso los guardias tienen que ir encapuchados para que no los reconozcan?
Pues para mí fue un reto sobre todo porque sabía que solo teníamos 12 días de rodaje. Solo nos dieron ese tiempo para acceder a la cárcel.
Y no sabíamos qué era lo que nos íbamos a encontrar. A mí me interesaba conocer primero por qué estas personas -de las cuales no conocía nada hasta el momento- habían decidido unirse a una organización criminal como es una pandilla, que además los odia por ser quien son.
Otra de las dudas que tenía era si finalmente en esta pequeña celda de aislamiento -donde son llevados los reos que se declaran homosexuales- ellos se habían sentido de alguna forma libres.
Pero cuando llegamos allá no sabíamos muy bien qué nos iba a dar la realidad. Entonces el reto fue que en esos 12 días de rodaje tuvimos que estar con los ojos súper abiertos, con los oídos súper pendientes de lo que la realidad nos tenía que contar.
Fue un rodaje muy intenso, en un espacio de filmación muy reducido, pero tuvimos la suerte de que no solamente nos dieron el permiso para grabar dentro del penal, sino que nos permitieron entrar a filmar dentro de la celda, que para mí eso era fundamental.
Cuando ya encontramos los personajes, en un momento encontramos el sentido de la película, que es cuando uno de ellos dice que para él matar a una persona era malo pero no era tan difícil, mientras que amar a otro hombre era algo fuera de “lo natural”.
Y lo que intentamos hacer con el documental es darle sentido a esa frase.
Ellos son pandilleros, acusados de graves crímenes, ¿no se corre de un riesgo hacer apología a un grupo que ha causado tanto dolor en El Salvador?
Yo creo que las pandillas le han hecho muchísimo daño al país, han hecho un sinfín de atrocidades, pero también creo que eso está en el documental.
Está esa parte del pandillero que asesina gente, que viola personas, eso no se omite en el documental. De hecho, era muy importante para nosotros que eso estuviera.
Pero también queríamos mostrar otro punto de vista. Porque las pandillas han hecho un profundo daño no solo en El Salvador, sino en otras partes del continente, y para intentar que eso deje de ocurrir tenemos que conocerlas muy bien, hay que entenderlas.
Te repito, esto no es de buenos perfectos o malos perfectos. Cuando un niño con 12 años se convierte en asesino y luego hace cosas horribles, para mí él también es una víctima de una sociedad que lo ha hecho asesino cuando solo tiene 12 años.
Entonces creo que el tema es más complejo, que la sociedad salvadoreña es muy compleja.
Que nos deja un personaje como Geovany, que en pocas palabras nos revela en media hora casi toda su vida.
Sí, cuando llegamos a la cárcel le preguntamos a los que estaban allí quiénes querían participar, algunos respondieron que sí y entre ellos estaba Geovany, que no solo tenía una historia interesante, sino que era importante dar a conocer y contaba mucho de lo que es esta sociedad salvadoreña.
Además, él tenía una relación de pareja con alguien que estaba en la misma celda y había ciertos conflictos entre ellos que nos parecía le iban a dar otro punto de vista al documental. Por eso decidimos que él fuera el personaje central.
Con Geovany confirmé esto que te decía: que el ser humano es muy complejo. Que es muy fácil juzgar desde el prejuicio que tenemos cada uno, pero que, si conoces mucho más las historias de cada uno, te das cuenta de que todo es mucho más complicado.
Y eso nos llevó a que durante la producción y la edición tuviéramos debates muy intensos, porque no queríamos romantizar la imagen de la pandilla. De no solo mostrar que por ser homosexual estaba siendo una víctima, sino evidenciar que él también era un asesino y había hecho cosas terribles.
Para mí también fue un conflicto casi que preguntarme: “¿yo qué siento por estas personas?”, porque en un momento te cuentan unas cosas horribles, con una frialdad absoluta, y después hay momentos de ternura y amor entre ellos. Y ahí fue que decidí que no tenía por qué decir qué siento yo por ellos, sino intentar transmitir esta realidad que nos encontramos en esta pequeña celda y que el público saque sus propias conclusiones.
Hay un elemento religioso muy poderoso dentro de esta historia. ¿Cuándo se lo encuentran dentro de la exploración de la producción?
El tema religioso entra en esta búsqueda de intentar darle sentido a esa frase que nos dijo Geovany, que para él era más fácil matar que amar a una persona del mismo sexo.
Pues allí nos encontramos con distintos aspectos de la sociedad salvadoreña que teníamos que retratar. Y uno de ellos fue la Iglesia, o, mejor dicho, la postura de la Iglesia sobre este tema, que era muy importante para el personaje principal porque en la prisión donde él está hay dos Iglesias que pugnan por el control del lugar.
A esto se suma la postura de la pandilla sobre los gays. Y la postura del Estado sobre este tema, que lo podemos ver con la prueba científica (una suerte de test de personalidad) que le hacen al protagonista.
Y también están las contradicciones individuales, de lo que supone para ellos el ser gay en esta sociedad y ese micromundo en el que viven
Pero sobre la cárcel hay algo interesante que decir: hace dos años, la mayoría de los presos que estaba allí dejó la pandilla y se convirtió a una Iglesia cristiana. Y en el documental podemos ver que esto hace parte de la vida diaria de los reclusos.
Con un ingrediente especial: los que renunciaron a las pandillas eran enemigos a muerte y una vez que dejaron de pertenecer a esos grupos se volvieron hermanos de religión. Y así, está este pequeño grupo de expandilleros, ahora convertidos al cristianismo, que dicen abiertamente que son gays. Muy complejo, como decía.
Y también queda claro que las cárceles en El Salvador no son lugares pensados para la reinserción, sino para el castigo.
Se nota el esfuerzo de la producción. ¿Hay algún tipo de apoyo o de ayuda al cine en El Salvador?
No. Es un país que no tiene industria de cine, que no tiene ley de cine, no hay un fondo de cine. La televisión no invierte en hacer proyectos de cine. No hay formación.
Es realmente una carrera de fondo, donde los que realmente queremos hacer cine nos morimos por hacerlo, porque nos importan que las historias sean contadas, pero donde es muy complicado lograrlo.