Es la serie de habla no inglesa más vista en la plataforma Netflix, la segunda más vista a nivel global en las primeras 24 desde su lanzamiento, solo detrás de ese gigante televisivo que es "Juego de tronos".
El mono rojo y la máscara de Dalí, el uniforme de los atracadores, se convirtió hace dos años en el disfraz más vendido del carnaval de Río.
Y con con una cuarta temporada en ciernes (se estrena en junio de este año), mucho del éxito de esta serie creada por Álex Pina se debe al impacto que han tenido personajes como el “Profesor” (interpretado por Álvaro Antonio García Morte), Andrés de Fonollosa, alias “Berlín” (Pedro Alonso) o “Nairobi” (Alba Flores).
Javier Gómez es quien lidera el equipo de guionistas que se encarga de darles forma a los personajes y de armar la trama que ha conquistado a miles en todo el mundo.
BBC Mundo habló con él con motivo del Hay Festival Cartagena, en el que participa y que se celebra en la ciudad colombiana hasta el 2 de febrero.
Que hicieran 45 versiones para el guión del capítulo 1 de la segunda temporada ¿es por inseguridad o simplemente porque no cuajaban las historias?
Es lo que normalmente sucede con las series, y ocurre más con los primeros capítulos que con los últimos.
Creo que tiene que ver con varias cosas, la primera, la exigencia que tenemos por el éxito de la serie, lo que nos obliga a darles muchas vueltas a las cosas.
Pero escribir un guión un millón de veces no tiene tantos inconvenientes de coste.
El problema es ir con un guión malo al rodaje. Ahí es donde ya comienzas a gastar mucho dinero. No hay vuelta atrás.
La otra razón es que trabajamos en equipo. Los guiones los hacemos entre varios guionistas. Como mínimo somos Álex y yo, pero terminamos cuatro trabajando en él.
Así que se revisa varias veces, se van haciendo versiones.
Después lo pasamos a mesa. Y muchas veces hay capítulos que se caen enteros, porque no funcionan.
Entonces, suena muy fuerte decir (que se han hecho) 45 versiones de guión, pero en los pilotos, que son los que más se tardan en escribir, ese número es más o menos normal.
Y es que, incluso cuando ya llevas tres o cuatro capítulos escritos, regresas al piloto, porque a algunos personajes los ha transformado. Vas y lo vuelves a ajustar.
Cuando fue contactado por Álex Pina no tenía experiencia en la escritura de guiones.¿Cómo aprendió y cuál fue su mayor aporte a la serie?
Esa última parte de la pregunta es más difícil de responder, porque creo que mi aporte a la historia o al guión lo debe calificar el resto del equipo.
Para mí fue muy natural el proceso, porque yo ya había escrito mucha televisión como periodista y mucha ficción como escritor vocacional. Entonces, junté los dos mundos.
Y allí sucedió otra cosa fantástica, que fue que mi forma de trabajar natural se parecía a la de Álex.
Todo fue más sencillo de lo que hubiera esperado. También por la generosidad.
No es fácil encontrarse con una empresa a la que le digas ‘yo no sé hacer ese trabajo’ y ellos te respondan ‘tranquilo, aquí te vamos a enseñar’.
Cuando tienes la tranquilidad de que tu empresa te enseña, y además has tocado territorios cercanos con la escritura, pues todo termina siendo más fácil de lo previsto.
¿Cómo lo convenció Álex Pina para meterse en una historia sobre robar la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre de España?
Yo a esa primera reunión con Álex Pina iba convencido de que le iba a decir que no.
En el periodismo me iba muy bien, así que simplemente quedé con él para ser educado, por curiosidad y por respeto.
Fuimos a tomar algo y me contó el golpe de la misma manera en que el Profesor se lo cuenta la banda: “Vamos a dar el golpe más grande la historia, pero no le vamos a robar a nadie. Vamos a fabricar nuestro propio dinero”.
Y yo dije “aquí hay algo”. Así, era un gran titular.
Era una historia diferente a otras que nos han contado. Y quería saber más.
Me sedujo mucho la idea y acabé diciéndole “bueno, voy a mezclar a un tiempo el periodismo y la ficción”. Y al final me quedé en la ficción
Pero la historia fue un fracaso en España.
De alguna manera, sí.
Las dos primeras temporadas no funcionaron bien en España. Tuvieron un comportamiento más o menos correcto, pero no fue ni mucho menos un éxito.
Aunque tampoco nadie dijo que hubiera sido un fracaso. Era una serie condenada a olvidarse.
Pero curiosamente apareció Netflix y en el resto del mundo sucedió el milagro.
Ocurrió lo que nunca antes había pasado: que se convirtió en una de las series más vistas en habla no inglesa de Netflix.
Ustedes estaban ya en otro proyecto cuando comenzó el fenómeno.
Sí, estábamos dedicados a una serie que se llama “El embarcadero”. Pensábamos que nunca más íbamos a volver a “La casa de papel”.
Y entonces empezaron a suceder cosas extrañas.
En Arabia Saudita vimos una tribuna entera de un campo de fútbol con un tifo (mural) de la máscara de Dalí que habíamos utilizado en la serie.
Y ocurrió lo mismo en otros países, como Francia, y en las gradas de distintos estadios de fútbol.
Después nos enteramos que era uno de los disfraces más vendidos del carnaval de Río.
Fue algo desconcertante, porque no sabíamos muy bien qué estaba pasando.
Los actores estaban consiguiendo muchísimos seguidores en todas sus redes sociales. Y un día nos dimos cuenta que estamos entre las series más “maratoneadas” en el mundo, detrás de “Juego de Tronos”.
Fue un proceso muy emocionante.
Esta es una historia en la que los ladrones, como pasó con Ocean’s Eleven o “Asalto al tren del dinero“, son los buenos de la película. ¿Por qué contar una historia así en estos tiempos?
Ellos, por supuesto, están cometiendo un delito.
Pero hay un momento, en la primera temporada, cuando el Profesor le suelta a Lisboa el discurso sobre quiénes son los malos.
A él le han enseñado a ver el mundo dividido entre buenos y malos, y los malos son ellos.
Pero en este discurso le dice “¿Yo qué estoy haciendo? Estoy fabricando mi propio dinero y el Banco Central Europeo también lo hace”.
A lo que añade que el Banco Central Europeo en el año 2011 fabricó tanto dinero, y que en el año 2012 fabricó otro tanto dinero, y que se fue directamente a los bancos.
Y sucedió así.
Vivimos en una época en la que varias economías europeas se fueron a pique —como ocurrió en Portugal, Irlanda, Grecia, España— y sin embargo se rescató a la banca. Y está bien que se utilice como combustible y como marco del contexto en el que ocurre la serie.
“La casa de papel” es un divertimento, pero te permite utilizar este tipo de situaciones para crear la historia.
La idea de la primera temporada —la que se emitió en España—, la de robarse el banco central de un país, es un relato irreal se mire por donde se mire. Pero la gente no solo se lo creyó, sino que se conectó emocionalmente con esa idea. ¿Cómo lo lograron? ¿cuáles fueron los puntos clave para que esa historia funcionara?
La conexión tiene que venir con que en un momento deja de ser una serie de atracos y se convierte en una serie de personajes.
Eso por una parte, y por la otra, “La casa de papel” tiene un componente de entretenimiento y la adicción es grande. Eso hace que sigas viendo sin parar.
A eso se le suma que empatizas con los personajes, porque al final son reconocibles, de la calle. Denver, Moscú… son gente que todos hemos visto, que hemos reconocido.
Pero además, estamos contando cómo sienten, cómo aman, cómo se enfadan, qué desean.
Es una serie en la que empiezan como banda y acaban como familia, y el espectador así lo siente también.
Hay un elemento clave de la serie, y es la máscara de Dalí. ¿Por qué la gente terminó tan conectada con ese elemento?
Creo que la serie refleja un desencanto que dejó la crisis, un desencanto con el poder.
La gente se siente identificada con el hecho de que los integrantes de la banda sean los parias del mundo, porque está compuesta por fracasados, los dejados al costado del sistema, gente que ya no tenía nada que perder.
Y luego tiene algo que nosotros no habíamos calculado, y son esos elementos muy identificables, iconográficos, como la máscara, como el uniforme de color rojo.
Es que tienen hasta un himno. Y eso se parece mucho a la iconografía de los países, de los equipos de fútbol.
Hay guionistas que tienen que darles forma a dos, tres, cuatro personajes. Ustedes tuvieron que trabajar con por lo menos 10 principales, o sea, que tienen un con arco narrativo propio de protagonista ¿Cómo se crea un personaje como el del Profesor o como Nairobi?
Es complicado, porque al final tienes que estar pendiente de mucha gente.
Es como cuando tienes muchos invitados en tu casa, tienes que estar pendiente de que todos coman, beban, hablen un ratito contigo y que se hablen entre ellos.
Es más complicado, porque te obliga a estar más atento a más focos, pero también es mucho más rico en imágenes y en frases.
Cuando quieres organizar una buena fiesta en tu casa no la haces con cuatro o tres personas, sino con 20.
¿Por qué mataron a Berlín, un personaje que había sido el eje de la serie?
Entraba dentro del arco de redención de Berlín, que empieza con mucha carga peyorativa. Al final, esa muerte heroica en que entrega su vida, que ya estaba muy fastidiada por su banda, pues tenía un buen componente.
También era un momento climático de la temporada. Y fue un momento muy emocionante también para nosotros.
La muerte de Berlín la he visto muchísimas veces. Muchas veces, cuando me voy a lavar los dientes, pongo YouTube, busco el momento y lo vuelvo a ver porque me sigue emocionando.
Escribir una tercera temporada teniendo en cuenta en qué se había convertido “La casa de papel” debió ser un reto mucho más complicado que el de las primeras dos ¿Cómo lo hizo para sacarlo adelante?
Teníamos una gran ventaja, que es que nos encanta la serie. Yo al menos lo siento así.
Yo veo “La casa de papel” como esos cocineros a quienes les gusta comer en su propio restaurante.
O sea, a mí me gusta comer en mi restaurante y lo disfruto mucho, entonces quiero volver a comer en mi restaurante. Pero solo si es bueno el menú.
Así que hicimos con mucha ilusión y buscando que fuese digno de ese producto que queremos tanto.
Esa mezcla de ilusión porque lo que tú escribes está funcionando en todo el mundo, junto con que de verdad te apetece ver otra vez “La casa de papel” pero en una versión buena, es lo que te empuja y te hace ir hacia adelante bastante contento.
Un personaje que realmente se robó la pantalla fue el de Nairobi, interpretado por Alba Flores. ¿Les pasó a ustedes también que no esperaban que terminara siendo casi un icono feminista?
En el caso de Nairobi, creo que tiene que ver mucho el trabajo de Alba. Importa mucho el carisma que ella tiene.
Es un personaje que entra muy bien muchas veces con poco texto. Y eso normalmente lo que te está indicando es que el actor tiene mucho que ver.
De todas maneras, los personajes siempre tienen temporadas en las que están más o menos, unos que son más queridos que otros, pero cuando el actor ya entra en el personaje, nos damos cuenta que la labor de dar vida a esas personas es mucho más compartida.
Y en este caso se dio una alineación entre lo que nosotros habíamos puesto en el guión, lo que se hace en la dirección y, por supuesto, lo que le mete la actriz, que yo creo que en el caso de Alba es mucho.
Y está el caso del Profesor. ¿qué tiene este hombre, que cautivó a todo el mundo, para que queramos que todo le salga bien?
El del Profesor es el sueño de todo nerd. Es un héroe a la contra de lo que hemos visto tantas veces.
Por lo general, personajes tan sesudos no tienen el papel protagónico, sino que van en papeles secundarios. Y yo creo que lo del Profesor es lo que fascina.
Vemos a un tipo que no está adaptado a sociedad, que no tiene el carisma para bailar, no se maneja bien en el amor… Sin embargo, es un producto perfecto para su trabajo. Eso yo creo que es lo que engancha del personaje.
Pero a la vez es lo que nos genera ternura, porque si lo hiciera todo tan bien como atracar, nos parecería un poco demasiado perfecto.
Por eso, que tenga esa parte de su carácter que es tan buena, pero también tenga esa otra parte tan torpe, es lo que hace la diferencia, lo que hace que la gente se acerque a él.
“Si todo el mundo hace series ¿quién va a filmar las películas del año que viene?”. La reflexión es de Pedro Almodóvar. ¿Cree que las series se está llevando aquello que hacía tan bien el cine, contar con imágenes una historia?
Yo creo que hay historias para cine y hay historias para televisión.
Y creo que las series y el cine van a convivir felizmente. No me cabe ninguna duda.