La actriz y modelo estadounidense Megan Fox dice que está en uno de los mejores momentos de su vida, personal y profesionalmente.
Sus recientes proyectos de cine y televisión, así como su nueva relación con Machine Gun Kelly, a quien considera su “alma gemela”, le han ayudado a superar problemas emocionales que llegaron de la mano de su carrera.
Uno muy fuerte fue la “sexualización” de la que dijo ser víctima por sus tratamientos estéticos, así como por papeles en la pantalla como el de Mikaela Banes en el éxito de taquilla Transformers: Revenge of the Fallen (“Transformers: la venganza de los caídos”).
Otro problema, que reveló en una reciente entrevista con la edición británica de la revista GQ, aún la acompaña.
Ante la pregunta de la periodista Molly Lambert sobre si el hecho de ser “tan hermosa e inteligente” intimida a muchos hombres, Fox señaló que las apariencias engañan.
“Podemos mirar a alguien y pensar: ‘Esa persona es tan hermosa. Su vida debe ser muy fácil’. Lo más probable es que no se sienta así“, dijo en la entrevista.
Y añadió: “Sí, tengo dismorfia corporal. Tengo muchas inseguridades profundas”.
La dismorfia corporal es un trastorno mental por el que una persona tiene una imagen negativa de alguna parte de su cuerpo.
La fijación en ese detalle, aun cuando sea una percepción equivocada, puede ser muy obsesiva para esa persona.
Fox no abundó en por qué se siente así. Pero dice que estar con su novio le ha permitido trabajar en su percepción personal y sentirse cómoda con ello.
“Creo que me había metido a mí misma -o había permitido que otras personas me metieran- en esta caja extraña que no encajaba bien conmigo, en la cual no he vivido mi propia vida siendo yo misma durante mucho tiempo”, explicó.
En otras ocasiones, Fox ha sido abierta al hablar sobre los conflictos personales que la han acompañado desde niña.
“Nunca fui la chica hermosa de mi escuela. Quiero decir, tenía frenillos y teñí mi cabello de naranja… No era la chica popular… Siempre fui la solitaria”, le dijo a The Hollywood Reporter en 2011.
Después aseguró que llegó a un “punto de quiebre” tras el lanzamiento en 2009 de la película Jennifer’s Body, una época en la que la prensa la definía como un “símbolo sexual”.
“No quería que me vieran, no quería tener que tomar una foto, estar en una revista, caminar sobre una alfombra, no quería que me vieran en público en absoluto por el miedo y la creencia, y la certeza absoluta de que se burlarían de mí, o me escupirían, o alguien me gritaría, o la gente me apedrearía o me atacaría por solo estar ahí fuera… así que pasé por un momento muy oscuro después de eso”, le dijo a Entertainment Tonight, en 2019.
Luego de vivir esto, Fox cuenta que está más tranquila con el pasado.
“He hecho todo lo posible para tratar de darle sentido a eso. Porque es fácil cuando pasas por algo así sentirte víctima, obviamente. Ese es el primer instinto y respuesta”, le dijo a GQ.
“Trabajé mucho para eliminar ese sentimiento de ser una víctima y darme cuenta de que era una lección. Así que tenía un propósito y no tuve que sufrir más. Me ha [hecho crecer] hasta convertirme en un ser humano mucho más interesante de lo que hubiera sido sin eso. Te da el espacio para tener gratitud por algo por lo que antes te sentías perseguido”, añadió.
El trastorno dismórfico corporal (TDC) es un problema de salud mental en el que una persona percibe uno o más defectos en la apariencia y no puede dejar de pensar en ello.
“Puedes sentirte tan avergonzado, intimidado y ansioso que es posible que evites muchas situaciones sociales”, explica la Clínica Mayo, una ONG sin fines de lucro de EE.UU.
“Te enfocas intensamente en tu apariencia e imagen corporal, y revisas repetidamente el espejo, te aseas o buscas tranquilidad, algunas veces durante muchas horas al día”, describe.
Una persona puede recurrir a soluciones cosméticas para “arreglar” lo que se percibe como defecto, pero a menudo la angustia regresa.
El tratamiento del trastorno dismórfico corporal puede incluir terapia cognitivo-conductual y medicamentos, indica la Clínica Mayo.
Por ello se recomienda buscar ayuda, a pesar de que la vergüenza agobia a quienes padecen TDC.
“Por lo general, el trastorno dismórfico corporal no mejora por sí solo. Si no se trata, puede empeorar con el tiempo y provocar ansiedad, altas facturas médicas, depresión grave e incluso pensamientos y conductas suicidas”.