El secreto mejor guardado de Freddie Mercury: dónde están sus cenizas
Hace 29 años, la voz de Queen se apagó, pero su legado sigue presente en las nuevas generaciones.
Mary Austin fue un apoyo incondicional en los últimos días de Freddie Mercury antes de aquel 24 de noviembre de 1991, cuando la emblemática voz de Queen se apagó. Pero el famoso cantante le confió un secreto a la mujer que se convirtió en el amor de su vida.
Mary Austin conoció a Freddie en 1969 y vivieron juntos seis años, pero se separaron cuando él le confesó que era homosexual, aunque la consideró su esposa hasta en su testamento y le pidió que cumpliera con su último deseo, guardar el secreto de dónde reposarían sus cenizas.
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De acuerdo con publicaciones, Mary Austin se atrevía a decirle la verdad y hasta mandar a la megaestrella que era entonces Freddie Mercury, quien se refirió siempre como su esposa, aunque nunca se casaron. Ella es la única guardiana del último deseo –y el último secreto– del líder de Queen: el destino final de sus cenizas.
Solo a ella podía confiarle esa misión que lo atormentaba, porque Mary había sido la primera en saber que él tenía VIH, incluso conoció los resultados antes que el propio músico.
“No quería que nadie intentara desenterrarlo como había sucedido con otras personas famosas. Los fanáticos pueden ser profundamente obsesivos. Él quería que fuera un secreto y seguirá siéndolo”, dijo Mary en una entrevista con el Daily Mail en el 2013.
En esa entrevista contó que mantuvo por dos años la urna con los restos de Freddie en su cuarto de la mansión Garden Lodge de Kensington, valuada en US$22 millones, que le heredó “su gran amor” junto con la mitad de sus bienes y un porcentaje de los derechos de autor de la banda.
“Fue difícil encontrar el momento. No quería que nadie sospechara que estaba haciendo algo fuera de lo normal. Una mañana simplemente me escabullí de la casa con la urna. Tenía que parecer un día normal para que nadie sospechara”, dijo Mary.
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Ni siquiera los padres de la estrella supieron cuál sería el destino final de las cenizas de su hijo. Se especuló con que habrían regresado a su Zanzíbar natal, que habrían sido enterradas bajo un cerezo en el jardín japonés de la misma Garden Lodge y con que estaban en el cementerio de Kensal Green bajo otra identidad, pero ella los desmintió y se mantuvo fiel a su promesa: “Nadie nunca sabrá dónde están enterradas, porque ese fue su deseo”.
Una clave de esa lealtad se evidencia en una entrevista que Mercury dio en 1985: “Todos mis amantes me preguntan por qué no pueden reemplazar a Mary, pero es simplemente imposible. Es la única amiga que tengo, y no quiero a nadie más. Para mí es mi esposa. Para mí fue un matrimonio. Creemos el uno en la otra, y eso es suficiente para mí”.
Una Navidad le propuso matrimonio con un anillo de jade y Mary aceptó, pero la propuesta se diluyó. “Nunca lo cuestioné, pero él sí había empezado a cuestionarse a sí mismo. Probablemente quería casarse, pero empezó a preguntarse si eso iba a ser justo para mí”, dijo Austin sobre el final del noviazgo, cuando Mercury le reveló que era bisexual. “No creo que seas bisexual. Creo que sos gay”, le dijo ella.