Apoyado en dos muletas y con media pierna amputada por un disparo, Pepe camina por la pequeña galería del centro de detención de menores, mientras piensa en el cuadro que le va a regalar al papa Francisco cuando lo vaya a visitar a Panamá.
Una vez sentado frente a una de sus pinturas, con la paleta en la mano izquierda y el pincel en la derecha, practica y perfecciona la técnica que aprendió en el Centro de Cumplimiento de Menores de Pacora, al noreste de la capital panameña.
Al igual que sus compañeros de cautiverio, está emocionado por la visita que el papa Francisco realizará al centro durante la Jornada Mundial de la Juventud que tendrá lugar en Panamá del 22 al 27 de enero.
Pero Pepe, nombre ficticio porque la ley panameña no permite publicar las identidades de los jóvenes en conflicto con la ley, tiene una misión especial: pintar una acuarela que el pontífice se llevará de regalo.
Como Pepe, otros muchachos pintan en una galería improvisada tras unos fríos barrotes de color azulado. A la entrada, hay una foto del fallecido líder sudafricano Nelson Mandela, con un mensaje: Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición, si no como trata a los que tienen poco o nada.
Tengo un par de reclusos que, según la seguridad, son problemáticos, pero cuando llegan acá es otra cosa, agarran el lienzo y pasan horas pintando, se quedan ahí con una concentración increíble”, señala Sharito Moreno, quien enseña a los detenidos a pintar con óleo, acrílico y acuarela.
Según la agenda oficial de la JMJ, el papa Francisco llegará a Panamá el miércoles 23 de enero. Dos días después visitará el centro de Pacora, donde dará una liturgia penitencial.
En el centro, inaugurado en 2012, hay unos 150 reclusos. Por su juventud, ninguno de ellos ha visto a un papa en Panamá, ya que el último que pasó por el país centroamericano fue Juan Pablo II en 1983.
No muy lejos de allí, los presos de la cárcel La Joya fabrican 250 confesionarios para la JMJ, mientras que en otros lugares de detención fabrican kioscos y rosarios.
Según Alba, los detenidos ya están regocijados con la idea de tener al sucesor de Pedro a menos de 200 metros para poder escucharlo y tocarlo porque sienten que el papa va a cambiar sus vidas.
El centro de Pacora sustituye a otro donde cinco jóvenes perdieron la vida calcinados en 2011 ante la burla de policías y custodios, en una tragedia que conmocionó al país. En este nuevo penal, muy cerca de la galería, en un pequeño salón, un grupo ensaya y practica clases de guitarra. Pese a que aún faltan dos meses, algunos están nerviosos mientras miran en un papel las letras de las canciones que le cantarán al papa.