Algo característico de las familias guatemaltecas es visitar durante la última semana de diciembre y las primeras dos semanas de enero los escenarios impresionantes que se elaboran en distintos templos e iglesias del centro de nuestra ciudad y de los viejos barrios capitalinos.
En ellos encontramos diferentes tendencias artísticas que se han heredado por generaciones y cuyas características han marcado épocas y expresiones de vanguardia. Los nacimientos en cada espacio religioso y de hogares guatemaltecos representan un recuerdo significativo y es revitalizar la imaginación, además de recordar a los altareros guatemaltecos quienes dejaron una gran herencia dentro de la elaboración de esta costumbre dentro de la comunidad.
Una nueva generación ha puesto de manifiesto la inquietud de expresar el arte dentro de lo tradicional, lo arquitectónico que genera tendencia. La escuela altarera antigüeña y la escuela altarera metropolitana se hacen presentes en cada detalle y su independencia o fusión a través de sus elementos logran presentar obras artísticas efímeras que se disfrutan durante ésta época.
La escultura es magnífica cuando se colocan piezas originales y estas contrastan con elementos como flores artesanales elaboradas de tela y papel, el tul que sirve para al elaboración de nubes, el cartón recubierto por el engrudo que sirve como una cola para pegar en la superficie pintada del cartón arena o aserrín, esto se utiliza para dar forma a las áreas rocosas que se requieren, además de los entretelones pintados y el telón principal que puede ubicarnos en una escena o pasaje bíblico.
Existen también los ángeles de papel que ya son poco visto pero que enriquecían el universo del cielo, así podemos mencionar otros elementos importante como el aroma de frutos naturales, el incienso y hasta la forma artística en que son vestidos a dos o tres mantos las imágenes, principalmente la de José y María.
Nuestra Guatemala tiene nobleza a través del arte que se maneja, aunque no podemos escapar a la realidad que en algunos lugares no existe tanto esmero en la realización del nacimiento. Se percibe como que lo hicieron solo para salir del compromiso de cumplir con la tradición. Aún así el mérito es que es un punto de partida para fortalecer la fe de quienes son creyentes.