Ni siquiera la cumbre del G-20, que sesionará en Buenos Aires los próximos viernes y sábado con los líderes de las principales potencias, había logrado opacar el que se esperaba fuera el duelo más recordado entre antiguos vecinos de La Boca.
Fue el escenario donde Argentina levantó su primera Copa Mundial en 1978, ante la mirada de los más altos jerarcas de la sangrienta dictadura (1976-1983) en sus tribunas, una herida que siempre permaneció abierta.
La hinchada de Boca Juniors se volcó masivamente a la Bombonera para acompañar una inusual práctica abierta del "xeneize", a dos días de la excitante final ante River Plate por la Copa Libertadores 2018.
Boca espera que se apliquen sanciones contra River Plate en base al artículo 18 del Reglamento Disciplinario que, entre otras cosas impone castigos como la "deducción de puntos" y la "determinación del resultado de un partido".
Cuando suene el pitazo final de esta superfinal comenzará el superclásico de la gloria o de la humillación, el que se juega fuera de las canchas, alentado en las redes sociales y por cada una de las hinchadas.
Detrás de este ajedrez y de horas de estudio del rival están dos de los técnicos revelación del país: Marcelo "el Muñeco" Gallardo, un amante del fútbol ofensivo sin limitaciones, y Guillermo Barros Schelotto, un rebelde por naturaleza que interpreta fielmente el sentimiento boquense.