El fútbol es actualmente el deporte más popular y de más rápido crecimiento en todo el mundo.
Es cierto que, a la hora de alimentarnos, es crucial tener en cuenta el efecto que los alimentos tienen en nuestro organismo. Ahora bien, también el impacto que tiene su producción en el medio ambiente.
La vacuna contra COVID-19 producida por la multinacional anglosueca AstraZeneca es una de las que tienen más peso en el plan de vacunación europeo. Sin embargo, se ha visto rodeada de polémica ya desde que se encontraba en ensayos clínicos. El último episodio de esta “saga” es la aparición de raros casos de trombosis atípicas en personas que han recibido la vacuna.
Más de una vez habrá notado que un olor (el del heno recién cortado como le ocurría a León Tolstoi) o un sabor (el de un té con magdalenas como narra Marcel Proust) le traen desde el olvido un vívido recuerdo de su infancia.
Cuando el presidente ruso, Vladimir Putin, anunció el 11 de agosto de 2020 que el organismo regulador de la salud del país se había convertido en el primero del mundo en aprobar una vacuna de covid-19 para su uso generalizado, la noticia fue recibida con escepticismo. No se habían realizado ensayos sobre la seguridad y eficacia de la vacuna.
En el año 2000 se descubrió que los daños provocados por la radioterapia a las personas con cáncer podían proceder de los electrones secundarios de baja energía que se generan al utilizar esta técnica. Esta terapia es una de las más comunes en el tratamiento de esta enfermedad, junto con la quimioterapia y la cirugía.