Además de los gastos en salud, la mayoría de los gobiernos han ofrecido ayuda financiera a las personas y los negocios afectados económicamente por la parálisis que trajo la pandemia.
Los países en todo el mundo han aplicado distintas estrategias para combatir la pandemia del coronavirus, pero casi todos han hecho algo en común: aumentar su gasto público para hacer frente a la crisis sanitaria.
Además de los gastos en salud, la mayoría de los gobiernos han ofrecido ayuda financiera a las personas y los negocios afectados económicamente por la parálisis que trajo la pandemia.
En un informe sobre la situación fiscal de la economía mundial publicado en octubre pasado, el Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó que a nivel mundial se han gastado unos US$12 billones en “amortiguar el golpe” del covid-19.
Estas medidas fiscales “han salvado vidas y medios de subsistencia”, resaltó el organismo.
Sin embargo, semejante incremento del gasto público internacional, sumado a la fuerte caída en los ingresos tributarios como consecuencia de la parálisis de la actividad, también ha generado algo inédito.
Ha llevado a que la deuda pública mundial alcance su máximo histórico y por primera vez sea cercano al 100% del Producto Interno Bruto (PIB) internacional.
Dicho de otra forma, ha provocado que por primera vez en la historia la deuda pública global iguale al tamaño de la economía mundial.
No obstante, lejos de lo que podría pensarse, el FMI no aconseja recortar el gasto.
Por el contrario. La directora del organismo, Kristalina Georgieva, ha enfatizado repetidamente los riesgos de una reducción prematura del estímulo.
“Donde persiste la pandemia, es fundamental mantener líneas de vida en toda la economía, para las empresas y los trabajadores, como aplazamientos de impuestos, garantías de crédito, transferencias de efectivo y subsidios salariales”, señaló Georgieva.
“Es igualmente importante la acomodación monetaria continua y las medidas de liquidez para asegurar el flujo de crédito, especialmente a las empresas pequeñas y medianas, apoyando así el empleo y la estabilidad financiera”, dijo en un discurso a comienzos de octubre.
“Corta las líneas de vida demasiado pronto y el largo ascenso (de la recuperación) se convierte en una caída precipitada“, advirtió.
A pesar de que el FMI estima que los déficits presupuestarios de los gobiernos aumentarán del 3,9% del PIB al 12,7% en 2020, lo considera algo transitorio.
“Lo que vemos es un aumento único de la deuda en 2020, luego una estabilización después de 2021, e incluso una ligera tendencia a la baja en 2025“, le dijo a Reuters el director de Asuntos Fiscales del FMI, Vitor Gaspar.
El organismo incluso está incentivando a algunos países, reacios a aumentar el gasto, a aprovechar las bajas tasas de interés para invertir en infraestructura.
Sus estimaciones sugieren que una inversión en infraestructura pública del 1% del PIB podría impulsar la producción en un 2,7%, creando entre 20 y 33 millones de puestos de trabajo.
Según Gaspar, la reanudación del crecimiento económico y las tasas de interés extremadamente bajas ayudarán a aliviar los déficits presupuestarios primarios.
“La diferencia entre las tasas de interés y el crecimiento no solo es negativa, sino más negativa, en nuestras proyecciones, de lo que era antes del covid-19. Por lo tanto, las bajas tasas de interés juegan un papel importante en la dinámica de la deuda”, aseguró.
El FMI no es el único que afirma que el inédito nivel de deuda pública no es algo necesariamente malo.
Son varios los actores económicos que coinciden en que, lejos de generar pánico, este gasto récord es exactamente lo que se necesita para reactivar la economía global.
“La pandemia parece estar cambiando lo que muchos piensan sobre una deuda pública considerable”, observa John Letzing, editor digital de Inteligencia estratégica del Foro Económico Mundial.
“Aquellos que alguna vez pudieron haberse asustado con el concepto parecen ahora estar de acuerdo con él, si el dinero se utiliza bien y los intereses adeudados siguen siendo relativamente bajos”.
Según Letzing, hace no tanto existía un consenso generalizado de que la carga de la deuda pública de un país debía mantenerse muy por debajo del tamaño de su economía.
“En Estados Unidos la deuda pública ascendía a aproximadamente el 60% del PIB en vísperas de la crisis financiera mundial hace poco más de una década”, detalla.
“Y el tratado de fundación de la Unión Europea (UE) de hecho estableció un límite de deuda pública del 60% del PIB”.
“Pero al igual que otras cosas que alguna vez se dieron por sentadas, la pandemia ha eliminado, al menos temporalmente, esa directriz de la UE, mientras los responsables políticos se apresuran a apuntalar las economías”, afirma.
Según los cálculos del FMI, 30 países superarán el 100% de deuda respecto a su PIB en 2020, debido a su respuesta a la pandemia.
Al tope de la lista está Japón, que ya era el país más endeudado, con una deuda pública del 238% del PIB. Este año, la cifra ascendería casi 30 puntos más, a 266%, según ese organismo.
También Sudán y Grecia tendrán deudas por encima del 200% de su PIB, de acuerdo con las estimaciones. El país africano pasaría de 202% a 259% y el europeo de 181% a 205%.
Completan el ranking de los 20 países más endeudados Eritrea, Líbano, Italia, Portugal, Cabo Verde, Belice, Barbados, EE.UU., Singapur, Baréin, España, Mozambique, Bután, Angola, Francia, Chipre y Bélgica.
Estas perspectivas han llevado a algunos legisladores en estos países a exigir a los gobiernos que empiecen a recortar el gasto relacionado con el covid, antes de que la creciente deuda genere un problema.
Muchos de estos políticos proponen que, en vez, se levanten las cuarentenas y restricciones y se reabran las economías.
Sin embargo, think tanks como el Centro de Prioridades Presupuestarias y Políticas de EE.UU. advierten que esto sería un error.
“Contrariamente a algunas teorías previas, no hay evidencia de que una cierta proporción de deuda con respecto al PIB precipite una crisis de deuda“, señaló el instituto en un informe.
“La reapertura de la economía ha fracasado como estrategia para fortalecer las finanzas familiares y estatales, y esta estrategia no puede justificar el retiro a nivel federal de la sólida ayuda fiscal para las familias y los estados”, agregó.
El centro de investigación también advirtió que “un giro equivocado y prematuro hacia la austeridad fiscal impidió la recuperación después de la Gran Depresión, y los legisladores deben evitar cometer el mismo error ahora”.
No obstante, los mismos actores que consideran que la histórica deuda pública mundial no debería causar alarma ni llevar a los gobiernos a reducir su gasto durante la pandemia, también advierten que la situación no será igual para todos.
Letzing, del Foro Económico Mundial, reconoce que “los niveles récord de deuda pública crearán desafíos financieros en muchas partes del mundo”.
“Los países en desarrollo, por ejemplo, podrían ser incapaces de aprovechar los mismos recursos que sus pares más ricos, y es probable que pronto se vean obligados a pagar miles de millones de dólares en pagos de deuda”, alerta.
También Georgieva, la directora del FMI, ha advertido que “muchos países se han vuelto más vulnerables” debido a sus niveles de deuda.
La economista sostiene que se debe actuar de forma coordinada para ayudar a estos países a “lidiar con su deuda”.
“Entraron en esta crisis con niveles de deuda ya elevados y esta carga solo se ha vuelto más pesada. Si quieren luchar contra la crisis y mantener un apoyo político vital; si quieren evitar la reversión de los avances en desarrollo logrados durante décadas, necesitarán más ayuda y rápido“, señaló.
“Esto significa acceso a más subsidios, crédito en condiciones favorables y alivio de la deuda, combinado con una mejor gestión de la deuda y transparencia”, detalló.
Georgieva adelantó que “en algunos casos, será necesaria la coordinación global para reestructurar la deuda soberana, con la plena participación de los acreedores públicos y privados”.
Según la jefa del FMI, el mundo atraviesa en este momento un “largo ascenso” para salir de la crisis que trajo el coronavirus.
Este difícil ascenso será “desigual, incierto, y propenso a contratiempos”, advirtió.
“Mientras nos embarcamos en este ‘ascenso’, todos estamos unidos por una sola cuerda, y somos tan fuertes como los escaladores más débiles. Necesitarán ayuda para subir”, concluyó.