¿No te gusta trabajar desde casa?
Por supuesto que tiene sus ventajas, pero hay quienes lo encuentran aislante. Están hartos de estar sentados en su apartamento y prefieren interactuar cara a cara con sus colegas.
Además están las interminables reuniones en Zoom y, en mi caso, no hay mucha oferta para salir a almorzar cerca de mi casa.
Vivo en Singapur, donde es imposible escapar el ruido de las construcciones y no quiero ni pensar en el día cuando los obreros empiecen a demoler el edificio de enfrente, o cuando los vecinos empiecen a renovar su cocina.
Para prepararme para eso, probé un nuevo espacio de trabajo. Un escritorio en una cabina instalada en el centro comercial más cercano que se paga por minuto de uso.
Las cabinas, que cuestan menos de US$3 por hora, fueron creadas por una empresa llamada Switch.
Son un concepto similar a las cabinas que desde hace unos años se encuentran en Japón, donde unas compañías como Telecube y Cocodesk las han colocado en las estaciones de metro, lobbies de hoteles y tiendas.
Sin embargo, la principal competencia de Switch en Singapur parece ser Starbucks, o cualquier otra cafetería con wifi gratis.
La cabina es un espacio de trabajo aceptable, funcional y muy compacto. Con wifi y ventilador. La silla es cómoda, pero nada especial. La luz superior no es extrema. La decoración en gris y blanco no es muy estimulante, pero tampoco distrae.
No obstante, para mí, su principal atractivo es que no es mi sala. Dominic Penaloza, el fundador de Switch, está de acuerdo con eso.
“Definitivamente, parte del valor de la propuesta de las cabinas es la distancia psicológica que se crea al establecer una separación física entre el trabajo y la casa”, señala.
Por otra parte, aunque esté harto de mi apartamento, salir también es una molestia. Llegar hasta una cabina me tomó un pequeño viaje en tren y luego caminar alrededor del centro comercial en el calor tropical hasta encontrar una entrada abierta antes de las diez de la mañana.
Luego tuve que registrarme para entrar con una app de rastreo de contactos, y luego otra vez al llegar a la cabina, donde también usé la app de Switch. Una vez adentro de la cabina, la mascarilla seguía siendo obligatoria.
Esos no son asuntos muy problemáticos, pero requieren más esfuerzo que caminar de mi dormitorio a la sala.
Hasta ahora, Switch ha abierto más de 60 cabinas en Singapur. Estas se suman a los 3.500 escritorios que tiene en alquiler en oficinas de trabajo compartido, que son la manera más común de arrendar un lugar donde laborar.
Switch planea colocar muchas más cabinas por toda esta ciudad-estado. Además aspira a expandirse en el extranjero.
Penaloza explica que ofrece flexibilidad según la demanda que “significa que sólo pagas por lo que usas, y las puedes utilizar donde y cuando necesites”.
Mientras asegura que las cabinas de su empresa existirían sin covid-19, la pandemia creó una razón más obvia.
Una reciente encuesta internacional sugiere que la mayoría de empleadores adoptarán un modelo de trabajo híbrido cuando la pandemia llegue a su fin -el personal podrá seguir trabajando parte del tiempo desde casa.
Sin embargo, el trabajo en casa plantea la pregunta de quién paga por qué. Por ejemplo, si los empleados trabajan en la mesa de la cocina o en un estudio, ¿debería la compañía pagar por su conexión de internet o por sus sillas ergonómicas?
Switch cree que sus cabinas ofrecen una solución y algunos de sus clientes corporativos ya les permiten a sus empleados pasar el costo del uso de las cabinas a la compañía.
El experto en trabajo remoto Prithwiraj Choudhury indica que las cabinas de Switch llevan el concepto a la “siguiente etapa”.
Choudhury, un profesor de la Escuela de Economía de Harvard, dice que el trabajo remoto ya estaba creciendo en popularidad antes de la pandemia.
Pone el ejemplo de Tulsa Remote, que empezó en 2018 con miras a revitalizar esa ciudad en el estado de Oklahoma ofreciendo a trabajadores remotos hasta US$10.000 para mudarse allí.
Otra empresa, MobSquab, ayuda a las compañías de tecnología a localizar empleados internacionales que tienen dificultades consiguiendo una visa de trabajo para EE.UU., desde Canadá, donde trabajan remotamente. Esta también empezó hace tres años.
El profesor Choudhury piensa que las cabinas podrían crear otro nivel de flexibilidad para este tipo de organizaciones, que frecuentemente dependen de colocar empleados en un típico espacio compartido de trabajo.
“Estas cabinas llevan este concepto a la siguiente etapa y les dan la oportunidad a los trabajadores que quieren trabajar desde cualquier parte de hacerlo así”, comenta.
Pero, ¿podrían tener éxito en Europa y Norteamérica, donde la mayoría de los empleados están acostumbrados a trabajar en espacios más amplios?
Jess Barker, una psicóloga empresarial, cree que podrían ganar popularidad entre aquellos que están buscando una alternativa barata a trabajar desde casa.
“La diferencias culturales podrían significar que los occidentales tendrían que adaptarse a estos espacios compactos de trabajo”, dice. “Y aunque me pregunto si tendré que retirar la taza de café a medio llenar del anterior ocupante, realmente estoy interesada en probar una cabina”.
Se debe mencionar que no se permiten bebidas ni comidas en la cabinas Switch, y se espera que los clientes las limpien después de usarlas, aunque no hay personal disponible que controle el cumplimiento de esas reglas. Switch dice que el “proveedor del espacio” es responsable de la limpieza que, en el caso de la cabina que visité, era el operador del centro comercial.
Otro psicólogo empresarial de Reino Unido, Stuart Duff, socio de la empresa de capacitación gerencial Pearn Kandola, también cree que las cabinas ganarán adeptos. “A medida que crece nuestra necesidad de espacios de trabajo privados y baratos, nuestra preocupación con el tamaño y espacio quedará a un lado a favor de la privacidad y la conveniencia”.
A partir de mi propia experiencia, la cabina en el centro comercial de Singapur fue un buen lugar para trabajar una o dos horas. Después empezaron a abrir las tiendas y los empleados de la tienda de electrónicos de al lado tuvieron que apagar un sinfín de alarmas, hasta que encendieron la música.
El volumen no era tan alto como para hacer el trabajo imposible, pero sí lo suficientemente duro para que mi app Shazam (que identifica canciones) me informó que estaba escuchando a las estrellas de pop Demi Lovato y Cardi B.
Cuando me fui, vi a un hombre salir aturdido de la cabina de al lado. Sacudió la cabeza, se quejó de la música y se marchó.
Me sentí igual. Una de las razones por las que había venido era para escapar del ruido de los vecinos.
Aun así, las cabinas son potencialmente útiles. Consideraría usar una otra vez, pero tal vez no la misma.
*Will Smale contribuyó con este artículo.