3 de mayo: Albañiles celebran su profesión y también Día de la Santa Cruz
Cada 3 de mayo los albañiles celebran su día, el cual también es conocido como el Día de la Santa Cruz. Celebran desde el modesto albañil hasta ingenieros.
Entre piedrín, arena, sacos de cemento, ladrillos, blocks, madera, hierro, martillos y otro montón de objetos pesados y empolvados, transcurre la labor de los albañiles.
“Este trabajo sí que es bien pesado, usted; pero lo más jodido de todo es aguantar el sol”, dice Daniel Set, quien trabaja en una construcción en Colinas de Minerva, zona 11 de Mixco.
“¿Arquitectos? Esos se las llevan de que saben mucho porque van a la universidad, pero te apuesto a que muchos no han puesto un block en su vida. ¡Y así piensan que saben más que uno!”, expresa Ramón, albañil de 32 años, entre carcajadas. “Eso sí, hay otros a los que uno sí que admira, que se las saben de todas, todas”, aclara.
Cada 3 de mayo, los que se dedican a esta profesión acostumbran colocar una cruz de madera en algún lugar de la construcción; es una especie de altar. “Se adorna con papel de china o algún material muy brillante. En muchas ocasiones predominan el blanco y el amarillo, que se relacionan con la Iglesia”, explica Celso Lara, historiador del Centro de Estudios Folclóricos, de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
“También le ponemos buganvillas”, agrega el albañil Ismael Hernández. En regiones mexicanas, algunas veces se le colocan, alrededor de la cruz, pequeños espejos, los cuales enviarán las señales de agradecimiento al cielo. En Guatemala, quizás en lugar de esa costumbre, se emplea el papel brillante.
De esa cuenta, El Día de la Cruz es una prueba más del sincretismo religioso del área. Por una parte, fusiona el cristianismo (la cruz simboliza el sacrificio de Cristo y su triunfo sobre la muerte) con las creencias indígenas mesoamericanas, cuya cruz se relacionaba con los cuatro puntos cardinales.
Los españoles, desde su llegada al Nuevo Mundo, establecieron la celebración de esta fiesta con la construcción de casas, iglesias, conventos y otras edificaciones con mano de obra indígena.
Algunas crónicas indican que fue fray Pedro de Gante quien impulsó esta tradición en la época colonial, en México. Tiempo después, el pontificado del papa Juan XXIII (1958-1963) lo eliminó del calendario litúrgico. Sin embargo, la fiesta continuó, pues ya estaba muy arraigada.
“Churrasquito”
“No sé el significado de la fiesta, pero da igual, de todas formas hacemos un churrasquito con los compañeros”, indica Ramón. Para eso, se necesitará mucha carne, chirmol, guacamol, chile, frijoles y tortillas. “Y tendrá que haber más comida pa’ llenar la barriga del maistro”, se mofa el locuaz albañil, mientras el maestro de obra regaña, en el otro extremo de la construcción, a un joven albañil. “Mucho nos jode, por eso no ponga mi apellido”, solicita Ramón. Además, la tertulia, de seguro, terminará en una borrachera. “Una vez al año, no hace daño”, afirma Ramón.
Obreros de otras construcciones, en cambio, lo niegan, quizás porque su religión no les permite consumir alcohol, o bien, porque simplemente no acostumbran a hacerlo.
Como último elemento, la música, y mejor si son rancheras, regional mexicana, baladas o tex-mex. “Los Tigres del Norte, Vicente Fernández o Marco Antonio Solís son las que no pueden faltar”, apunta Conrado Surec, obrero de 33 años, originario de San José Nacahuil (San Pedro Ayampuc), y quien en la actualidad trabaja en la construcción de una casa en el Proyecto 4-4, zona 6.
Pero antes de este jolgorio, se le reza a la cruz, para que los proteja contra accidentes, para que terminen sus trabajos pronto y para que sus labores diarias se lleven a cabo en armonía. En años anteriores se acostumbraba a llevar la cruz a alguna iglesia, para que fuera bendecida.
Donjuanes
La fama la tienen, y parece que ya no se la quitan: todos son unos donjuanes. Todos. “Eso dicen que somos; ha de ser porque aquí solo trabajamos hombres, y la mujer que se aparece cerca siempre llama la atención”, explica Ramón.
“Uy, uy, uy, mamacita”, “¡qué bien que estás, muñeca!”, esos son solo dos de los piropos que lanzan a las muchachas que caminan cerca de una construcción; claro está, acompañado de un chiflido. Algunas mujeres, de hecho, llegan a decir que si un albañil no les hace caso, es porque amanecieron feas ese día.
“Los piropos son una construcción de tendencia poética de carácter popular”, menciona Carlos Interiano, semiólogo. Pero estos piropos, muchas veces, llegan a ofender a las damas.
“Imaginate, el compañero de allá de al fondo no le basta con chiflar; yo creo que hasta usa gorgorito”, dice Ramón, entre risas. Pero, ¿por qué acompañar las frases con un chiflido? Según Interiano, acentúan la función erótica del piropo.
Este tipo de galanteo, sin embargo, sucede con mayor frecuencia cuando se trabaja en grupo. “Cuando un obrero actúa en solitario, los piropos bajan de intensidad; en términos generales, lo utilizan los albañiles, mecánicos, panaderos o zapateros, siempre y cuando actúen con otros compañeros”, argumenta Interiano.
Otra de las “famitas” que tienen los albañiles es de ser, en extremo, puntuales: quince minutos antes de la hora de salida, varios se acercan al tonel de agua para lavarse las manos, la cara y el cabello, cambiarse y peinarse con el pequeño cepillo que, por lo regular, guardan en uno de los bolsillos traseros del pantalón. De ellos viene la frase “parecés albañil”, cuando alguien se va a la hora exacta de salida.
Pero algunos obreros se defienden. Al menos tratan: “Somos puntuales, en especial a la hora de salida”.
Casi todos los constructores son alegres, pero su trabajo en serio. Es una labor dura, y ellos lo hacen con gusto. “Con esto nos ganamos los frijolitos”, asegura Surec.
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Tomado de Prensa Libre