Ciudad Guatemala

Un pequeño homenaje a los periodistas caídos…


Periodistas: no se trata de ser valiente, sino de entender que el compromiso en una nación como la nuestra, es todos los días.

  30 noviembre, 2016 - 12:31 PM

Llegaba a la redacción de Impacto con un cigarrillo en los labios. Era flaco como un bambú, pero todo él emanaba energía. Era bravo el tipo. Siempre estaba alegando por las injusticias que veía a diario. Chepe León Castañeda, ese era el nombre que figuraba en su carné de periodista.

Un día se le ocurrió que había que formar un sindicato de trabajadores de los medios de comunicación y fue la cabeza de ese movimiento que vio la luz del sol para ser tapado por la violencia institucional que los gobiernos militares decidieron poner encima de los guatemaltecos durante décadas.

Periodismo Censurado

La fortuna, esa diosa tan esquiva, me dio la oportunidad de ser primero su compañero de redacción y luego su jefe. Chepe León, un bohemio en cuerpo y alma era un tipo de esos que caen bien, por entrones y porque tienen los pantalones bien puestos. En esa época ser periodista no era una tarea fácil. Muchos colegas doblaron el espinazo y prefirieron el silencio cómplice por temor a la muerte, el exilio (lo que no condeno, ni juzgo). Otros como Chepe fueron valientes en su temor por ser parte del sistema de silencio que imperaba a balazos en Guatemala.

Una tarde me extrañó que Chepe no llegara a la Redacción. Nunca se atrasaba y aunque en esa época no había celulares, siempre nos estábamos comunicando, precisamente por lo que pasaba con los periodistas tildados de comunistas por el sistema. Pero ese día no me llamó al salir de su fuente de información. Empecé a sentirme inquieto, eso no era algo normal. Como en esos días la violencia institucional tenía a todos atemorizados, pensé lo peor. Mi espíritu se opacó con el paso de los minutos y luego las horas.

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Después supimos que cuando caminaba por la 10a. calle y 6a. avenida, camino al periódico, donde estaba el primer McDonalds, una panel blanca se paró de pronto, bajaron unos hombres “entacuchados” y lo subieron a golpes. Su cuerpo sin vida fue tirado en las cercanías del parque Morazán. Lo habían estrangulado en lo que fue su último trayecto vivo.

A lo mejor logró despedirse en su mente, en sus últimos pensamientos de aquellos que amaba, de su Guatemala, de su gente, de su familia. Si de algo estoy seguro es que no suplicó por su vida frente a los verdugos, a los sicarios de ese entonces. A los que enviaban para silenciar a los opositores de los gobiernos dirigidos por los militares más retrógrados que han existido en el país. Aquellos que se ampararon en la ley de la seguridad nacional, para acabar con vidas valiosas como la de Chepe León.

periodistas

Jamás usó un arma. La única que tenía a mano como arma, era su pluma y su libreta. Eso sí, siempre estuvo muy bien armado, pero de ese valor que solo provoca la cólera ante tanta injusticia que nos rodea.

El número de periodistas asesinados y exiliados es grande. Chepe solo es un ejemplo de cómo se ejercía este ejercicio profesional: con hidalguía, respeto por la profesión, con ética como motor de decir y escribir con la verdad, con valentía para no caer bajo el manto de la cobardía de callar lo que a diario veíamos.

A esos tres grandes maestros míos…

El primer y gran maestro en mi vida fue Don Oscar Marroquín Rojas. Un hombre de carácter y de armas tomar. Carácter fuerte como una tormenta o un tsunami. Jamás aceptó que nadie le diera órdenes de cómo dirigir su medio (primero el Impacto y después La Hora).

Hijo de Clemente Marroquín Rojas, supo sobrevivir a la sombra enorme de su padre. Y de Don Oscar nacieron sus hijos, otros grandes periodistas, que hoy están en pleno ejercicio profesional, demostrando que clase de sangre corre por sus venas.

Periodismo

Después la vida me permitió que otro gran maestro moldeara parte de mi vida: Don Paco Pérez de Antón. Y en estos últimos años, Don Mario Antonio Sandoval. Tres hombres diferentes, pero únicos en su forma de ver la existencia de este país. A ellos me inclino con humildad del alumno que supo sacar lo mejor de ellos, sin que se dieran cuenta jamás de cómo hicieron lo que hoy soy como periodista, como comunicador.

Ser periodista en Guatemala es una noble tarea, que debe ser ejercida teniendo como guía el amor por este país y por todos sus habitantes sin distinción alguna. Los periodistas no debemos callar las injusticias que a diario vemos, menos la corrupción y la forma como los políticos han llevado hasta la desesperación a la gente. Hay que decir las cosas por su nombre y sin ocultar absolutamente nada.

Y la verdad es que no se trata de ser valiente, sino de entender que el compromiso en una nación como la nuestra, es todos los días.  Que vale la pena recorrer este camino que muchas veces puede poner en peligro la propia vida, pero aquí es necesario saber que lo que hacemos los periodistas es importante porque solo la verdad nos hará libres.

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A todos los periodistas guatemaltecos que entregaron su vida, soñando con ver un país distinto, a todos los colegas que tuvieron que irse al exilio, mi agradecimiento porque ellos hicieron posible que hoy podamos tener esta libertad de expresión que está basada en el compromiso con los que habitan este cielo hermoso.

A mis colegas en todas las redacciones del país, especialmente a quienes trabajan conmigo en Guatevisión: Gracias por hacer posible que los ciudadanos estén informados y que su trabajo esté basado en la integridad, el profesionalismo y el amor por Guatemala. 

 

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