Ciudad Guatemala

VIDEO-HISTORIAS: Balas perdidas, vidas rotas por la violencia


Los tiroteos entre policías y traficantes fuertemente armados estallan sin avisar - al lado de una escuela, a la salida de una iglesia- y alargan sin cesar la lista de víctimas de balas perdidas.

  12 diciembre, 2017 - 16:35 PM

En las favelas de Rio de Janeiro, los tiroteos entre policías y traficantes fuertemente armados estallan sin avisar – al lado de una escuela, a la salida de una iglesia- y alargan sin cesar la lista de víctimas de balas perdidas. Esta “guerra” se intensificó después de los Juegos Olímpicos de 2016, en una ciudad agobiada por la crisis económica y la corrupción.

La violencia en las favelas de una de las más importantes ciudades de Brasil se ha reactivado en el último año. Solo en marzo, cuando se registró un peak en el número de muertes, 65 civiles murieron por armas de fuego. Aquí algunas de sus historias:

Vanessa Vitória

El 4 de julio de 2017, Vanessa salió de la escuela y fue con una amiga a su casa, en una favela al norte de Rio.

Según la familia, la policía irrumpió en la casa, diciendo que buscaba a unos traficantes. Las niñas estaban solas. De repente, se desató un tiroteo. Vanessa trató de protegerse, pero recibió un impacto de bala en la cabeza.

Una investigación por homicidio sigue en curso.

La policía no tiene permiso para entrar en una casa sin autorización, pero si quiere lo hace. En las favelas, la policía hace lo que quiere porque no hay nadie que se lo pueda impedir

Maria Eduarda

El 30 de marzo de 2017, Maria Eduarda salió al patio de su escuela para beber agua durante la pausa de un entrenamiento de básquet.

Dos policías que perseguían a presuntos delincuentes dispararon en ese momento hacia el colegio, ubicado en la favela de Acarí. Maria Eduarda recibió tres balazos de fusil de asalto, dos en la cabeza y uno en la pierna. Tres meses después de los hechos, los policías fueron inculpados por su muerte.

“Nuestro Padre en el cielo la llamó a su lado. Faltaba una pequeña flor en su jardín”

Luciana

El 5 de mayo de 2003, Luciana Novaes, 34, estaba en la cantina de la Universidad Estácio de Sá, situada en un barrio de clase media, cuando fue alcanzada por una bala en las cervicales.

El tiro procedía de una favela cercana, donde se enfrentaban policías y traficantes. Luciana quedó tetrapléjica, paralizada de la nuca a los pies.

Después de un largo periodo de rehabilitación, consiguió volver a hablar y en 2012 se lanzó a la política, considerando que esa era la “mejor manera de ayudar a los discapacitados”.

En 2016, fue electa concejal por el Partido de los Trabajadores (PT, izquierda).

Doy gracias a Dios todos los días porque, a pesar de todas mis limitaciones, me ha dado la oportunidad de sobrevivir y reescribir mi historia”

Sofía Lara

El 21 de enero de 2017, la familia Amaral estaba cenando en un restaurante de comida rápida. Sofia estaba en la zona de recreo mientras los padres comían. Un carro de policía que perseguía a un sospechoso pasó por la zona. Los Amaral escucharon un tiro. Cuando salieron corriendo al área de recreo vieron a su hija en el suelo, cubierta de sangre. La llevaron rápido al hospital, pero ya estaba muerta. Nadie más en el restaurante resultó herido.

Hasta el momento, las investigaciones no han determinado la procedencia del disparo, pero Felipe Amaral cree que, en cualquier caso, el presunto delincuente fue quien causó el problema.

Felipe está ahora de licencia médica y recibe tratamiento, pero quiere volver pronto a su trabajo de Policía Militar.

En Rio de Janeiro, apenas sobrevivimos por culpa de esta violencia. Ni dentro de casa conseguimos sentirnos seguros”

Maicón

El 15 de abril de 1996, el pequeño Maicon falleció mientras jugaba en la calle, frente a su casa, alcanzado por los disparos de un policía que perseguía a traficantes. Zé lleva más de 20 años luchando para que se haga justicia. La causa fue registrada como “auto de resistencia” por parte de Maicon, lo cual supone que el agente actuó en legítima defensa.

El crimen ya prescribió, sin detenidos. La familia recibió una indemnización de 500 salarios mínimos, unos 50.000 dólares. Ahora el caso está en manos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Zé trata de sanar su dolor a través del arte, haciendo esculturas y retratos de su hijo.

“Casi todas las familias víctimas de balas perdidas se enferman y uno queda muy vulnerable a la hora de luchar, porque muchas veces la policía nos amenaza”.

Nilma

La violencia ha marcado la vida de Telma. Su padre fue asesinado cuando ella tenía apenas 11 años. El episodio la obligó a dejar los estudios y a ponerse a trabajar.

En la favela de Manguinhos, donde nació, los tiroteos son cotidianos. En agosto de 2011, su hermana Nilma murió en uno de ellos. Una bala perdida la alcanzó cuando salía de una iglesia evangélica.

Traumatizada por esas muertes, Telma sufre a diario por la vida de sus cuatro hijos. No quiso presentar una denuncia en el caso de su hermana porque sintió que no serviría de “nada”, solo para “hurgar en la herida”.

“La policía debe darnos seguridad. Y cuando un policía muere, luego mueren ocho vecinos. Es como si fuese una venganza”

Caio Daniel

La noche del 9 de marzo de 2016, Caio Daniel salió a jugar al fútbol con su primo en una cancha al lado de su casa. Pocos minutos después, se desató un enfrentamiento entre policías y traficantes y Caio fue herido por dos balas perdidas, una en la pierna y otra en el abdomen.

El tiroteo aún seguía cuando su madre fue a socorrerlo. Kelly consiguió llevarlo a un centro de atención primaria, pero el hijo no sobrevivió. El primo también fue baleado en la mano.

“Muchos me dicen que debería luchar para que el gobierno me indemnice, pero prefiero seguir siendo humilde antes que aceptar el dinero maldito de las personas que mataron a mi hijo”

Teresinha

El 3 de mayo de 2017, la guardería donde Teresinha trabajaba quedó en medio del fuego cruzado entre traficantes y policías. No era la primera vez.

Siguiendo el protocolo, la educadora se tumbó al suelo con los niños y les cantó canciones. Hasta entonces, los tiroteos nunca habían dejado víctimas. Pero ese día, Teresinha fue alcanzada por una bala cerca de la arteria femoral. Ocurrió cuando los niños ya se habían marchado. El tiroteo había cesado, la policía autorizó la salida de los profesores, pero la balacera se reanudó cuando Teresinha se aprestaba a salir del centro, situado en una favela.

Los médicos le dijeron que estaba viva de milagro. Teresinha está de baja médica y camina con dificultad. Tiene insomnio y entra en pánico cada vez que escucha un estruendo. Agradecida por seguir cerca de su hija adolescente, denunció su caso a la justicia, sin ver avances.

“Sentía que estábamos seguros, que nos respetarían porque somos funcionarios de la alcaldía. Pero la policía entra muchas veces cuando estamos dando clase y los delincuentes no tienen sentido común. Un bandido es un bandido”

© Agence France-Presse

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