Entre las décadas de 1940 y 1960 un médico británico ayudó a miles de mujeres a criar a sus bebés utilizando una herramienta poco conocida en la época: la psicología.
El psicoanalista y pediatra Donald Winnicott dio más de 60 charlas radiales en la BBC y se hizo famoso por desarrollar el concepto de lo que él llamó “la madre suficientemente buena“.
Hasta ese momento, la creencia generalizada era que las mujeres debían apuntar a ser madres perfectas, siguiendo al pie de la letra una serie de reglas para criar correctamente a sus bebés.
Médicos como el influyente experto en bienestar infantil Frederic Truby King sostenían que los bebés son como animales salvajes que deben ser domesticados.
A las madres se les decía que los niños debían ser alimentados en horarios fijos, que no podían ser alzados por más de 10 minutos y que no había que acurrucarlos o tratar de establecer un vínculo con ellos.
Pero Winnicott propuso algo muy diferente.
En su práctica médica privada notó que las mujeres de más bajos recursos, que no tenían acceso a los libros con los consejos de Truby King, seguían sus instintos a la hora de criar a sus hijos, y lo hacían sin problemas.
Por eso, cuando fue invitado a presentar una serie de charlas radiales, entre 1943 y 1966, incentivó a las madres a confiar en sus instintos maternales y a ignorar las reglas impuestas.
“Si la relación entre madre y bebé ha comenzado y se desarrolla de forma natural, no hay necesidad de implementar una técnica de alimentación, ni otros métodos”, aseguró.
“Ambos, juntos, saben exactamente lo que es correcto, mejor de lo que cualquier persona externa podría saber”.
El psicoanalista y pediatra Donald Winnicott dio más de 60 charlas sobre crianza en la radio de la BBC, entre 1943 y 1966.
“En estas circunstancias”, señaló, “un bebé tomará la cantidad correcta de leche, a la velocidad correcta, y sabrá cuándo parar”.
Winnicott explicó que “todo el proceso físico funciona simplemente porque la relación emocional se desarrolla con naturalidad“.
La psicoanalista retirada Jennifer Johns, quien entrenó con Winnicott durante los últimos años de la vida del pediatra -quien falleció en 1971-, le dijo al programa Witness History, de la BBC, que una de sus virtudes era que introducía conceptos psicológicos de forma muy natural y fácil de entender.
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En esa época, había poca comprensión sobre el psicoanálisis. Muchos incluso lo miraban con escepticismo.
Pero Johns dice que la forma sencilla de hablar de Winnicott y el hecho de que no usaba términos técnicos hizo que pocos se dieran cuenta de que el pediatra usaba técnicas psicológicas.
“Sus ideas siempre tenían ese trasfondo psicoanalítico, pero no tenías por qué saber que eran psicoanalíticas. De hecho, creo que él probablemente pensaba que tendrían mayor difusión si no se sabía, porque la palabra psicoanálisis era un tanto repelente”, señala.
Winnicott se había interesado en las ideas de Freud durante su juventud, y desarrolló un especial interés en entender cómo el inconsciente le da forma a nuestros pensamientos y acciones.
Johns cuenta que durante su carrera llegó a observar a unas 60.000 madres interactuando con sus bebés y eso le permitió “ver cómo algunas teorías psicoanalíticas cobraban vida frente a sus ojos”.
Winnicott incentivaba el vínculo cercano entre madre y niño.
“Creo que lo más importante es que sientas, sin dudas, que tu bebé es alguien a quien vale la pena conocer como persona”, decía el experto.
“Nadie que venga a darte consejos sabrá esto jamás tan bien como lo sabes tú“.
Esta idea de que nadie sabe más sobre un bebé que su madre iba completamente a contramano de las creencias de la época en el mundo occidental.
Otra idea revolucionaria de Winnicott, que contradecía directamente los valores de su tiempo -e incluso los de hoy-, fue lo que llamó “la madre suficientemente buena”.
Johns explica el concepto: “Uno escucha tan seguido a las madres jóvenes decir que desearían ser mamás perfectas, que quisieran hacer un mejor trabajo que el que hicieron sus propias madres y nunca decepcionar a este pequeño ser”.
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“Y el objetivo de él era decir: ‘Oye, solo tienes que ser suficientemente buena‘”.
Winnicott no solo creía que no era necesario ser una mamá perfecta. Aseguraba que no era lo mejor para los bebés.
Los consejos de Winnicott sobre no tratar de ser madres perfectas, les quitó un gran peso a muchas mujeres de la época.
Su teoría era que fallar era una parte necesaria de criar a un hijo, ya que, de esta forma, el niño aprende sobre la realidad de un mundo imperfecto.
“Si eres perfecta tu hijo no experimenta la imperfección”, señala Johns. “Y no tiene que realizar sus propias adaptaciones a tus imperfecciones, que podrían fortalecer su desarrollo”.
Un ejemplo que daba Winnicott es cuando una mujer tiene otro hijo y no tiene el tiempo que el niño o niña quisiera para dedicarle a él o ella.
“Todo lo que absorbe el tiempo de la madre puede generar celos, como otro bebé. Realmente creo que los niños que han sentido celos y han logrado aceptarlo salen beneficiados por esa experiencia“, dijo.
Aunque Winnicott no logró el reconocimiento internacional que tuvieron otros expertos en crianza, sí hizo un aporte muy famoso. Fue quien introdujo el concepto del objeto transicional.
Él creía que un bebé es tan dependiente de quien lo cuida que no puede ser considerado como un ser separado de su madre. Postuló que, de hecho, el bebé no se siente separado.
Fue esto lo que lo llevó a hablar sobre la importancia del objeto de apego, un concepto que desarrolló junto con su principal colaboradora, su segunda esposa, la psicoanalista, trabajadora social y docente Clare Winnicott.
“Ese primer objeto que tu bebé ama, una mantita o un peluche, para el infante esto es casi parte de su ser. Y si se lo sacan o lo lavan el resultado es desastre”, explicó el experto.
El psicoanalista explicó por qué los objetos de apego son tan importantes para los bebés.
Johns señala que hasta entonces se pensaba que esta aparente obsesión del bebé era algo malo.
“La gente se preocupaba de que el niño se estaba tornando patológicamente dependiente de un objeto”, explica. “Fue él quien dijo: ‘Esto es normal, esto es lo que hacen los niños’”.
“Él lo explicó como una especie de puente, para que la realidad externa pudiera ser descubierta por el infante”, afirma.
Más allá de sus valiosos aportes, Johns resalta que Winnicott no buscaba convertirse en un revolucionario de la crianza infantil.
Tampoco quería decirles a las mujeres qué hacer.
“Simplemente quería tener una influencia similar a la que tiene una madre, siendo una persona que está a favor de las relaciones y que la gente crea en sí misma”, dice.
“Las madres jóvenes buscan desesperadamente recibir instrucciones (sobre cómo criar a sus hijos), pero tienes que averiguarlo tú misma, escuchándote a ti y a tu bebé”, resume.
Donald Winnicott falleció en Londres, en 1971. Tenía 74 años.
O como lo describió el propio Winnicott:
“Hay lugar para todo tipo de madres en el mundo, y algunas serán buenas en una cosa y otras en otra cosa -o más bien debería decir, algunas serán malas en algunas cosas y otras en otras cosas-“.
“Quiero alentarlas a mantener y defender esta sabiduría especial, no puede ser enseñada“.