La falta de aire fresco puede perjudicar tu desempeño.
Los humanos construimos y diseñamos edificios en base a nuestras necesidades pero, de cierta manera, esos edificios también nos “construyen” y moldean.
Pasamos la mayor parte de nuestra vida en lugares cerrados. Concretamente, en torno al 90%, según la Encuesta Nacional de Patrones de Actividad Humana (NHAPS) de Estados Unidos.
Eso significa que a los 40 habrás pasado unos 36 años en interiores (multiplica tu edad por 0,9 y obtendrás tus “años en interiores”).
Sin embargo, apenas cuestionamos cómo esos espacios afectan a nuestro bienestar físico y mental.
¿De qué manera alteran nuestros sentimientos y comportamientos? ¿Qué efectos tienen en nuestra salud? ¿Cómo influyen en nuestra productividad y en nuestras relaciones con los demás?
Son preguntas que neurocientíficos y psicólogos llevan décadas estudiando —entre otras cosas, a través de la llamada “psicología ambiental” o “psicología del espacio”— y que en estos tiempos de cuarentena y confinamiento cobran más relevancia que nunca.
La escritora y periodista científica Emily Anthes comenzó a investigar el tema antes de la pandemia.
Su análisis germinó en un ensayo publicado en junio de 2020: The great indoors: the surprising science of how buildings shape our behavior, health, and happiness (“Los grandes interiores: la sorprendente ciencia de cómo los edificios dan forma a nuestro comportamiento, salud y felicidad”).
Anthes, licenciada en Historia de la Ciencia y la Medicina por la Universidad de Yale, EE.UU., explora los “ecosistemas” que conforman nuestros hogares y lugares de enseñanza y de trabajo, y cómo el rediseño de esos espacios podría ayudarnos a mejorar nuestra calidad de vida.
El libro es una ventana que invita a repensar los lugares en donde pasamos la mayor parte de nuestro tiempo, a cuestionar hasta qué punto satisfacen nuestras necesidades y buscar soluciones para sentirnos mejor entre las paredes que habitamos cada vez— a menudo irremediablemente— con más frecuencia.
Lo que sigue es una síntesis de la conversación telefónica de BBC Mundo con la escritora Emily Anthes.
Los espacios interiores cobraron más importancia con la pandemia, pero el tema no era nuevo para ti. ¿Cuándo empezaste a investigarlo y por qué te llamó la atención?
Sí, fue antes de la llegada de la pandemia, hace unos cinco años.
Soy periodista científica, así que suelo pasar mucho tiempo leyendo sobre temas de ciencia.
Empecé a leer estudios de ecologistas que se adentraban en edificios y escribían sobre la ecología en el diseño de interiores. También leí a psicólogos que hablaban sobre la psicología en el diseño de interiores.
Me llamó la atención todo lo que los científicos estaban investigando acerca de esos espacios.
¿Cuáles son las principales enseñanzas que podemos extraer sobre tu análisis sobre los espacios interiores?
La gran idea general es que el diseño y distribución de los espacios interiores afectan a casi todos los aspectos de nuestra vida, a veces de maneras sorprendentes en las que no solemos pensar.
Una buena parte tiene que ver con la psicología ambiental, pero hay muchas otras disciplinas y campos que intervienen, como la microbiología o la sociología.
La vista que tienes desde tu ventana puede repercutir en tu nivel de estrés o en tu capacidad de concentración.
La manera en la que está distribuida tu oficina puede influir en las personas con las que te relacionas en el trabajo y en tus redes sociales laborales.
Los espacios interiores afectan a nuestra vida diaria de muchas formas y menudo lo pasamos por alto o no lo tenemos lo suficientemente en cuenta.
Los confinamientos y cuarentenas por el coronavirus nos obligan a pasar más tiempo en casa. ¿Qué recomendarías para mejorar ese espacio interior, desde el punto de vista científico?
Hay mucha evidencia científica que muestra que incluir elementos del exterior dentro de la casa puede aportar multitud de beneficios.
Sabemos que la exposición a elementos de la naturaleza puede ayudarnos enormemente a reducir el estrés y a mejorar la concentración y la productividad.
Mi principal recomendación es “traer” la naturaleza al hogar. Si no tienes una vista de un paisaje natural desde tu ventana, puedes incluir más plantas. De hecho, hay estudios que dicen que incluso las fotografías de plantas y de la paisajes naturales tienen beneficios en nuestra salud.
También influye muchísimo la luz. Es mejor mantener las cortinas y las persianas abiertas para aprovecharla al máximo, sobre todo por la mañana.
Si hay un lugar en la casa que recibe más luz matinal, sería bueno comenzar el día o pasar algunas horas en esa parte de la casa porque esa exposición a esa luz natural es muy importante.
Otro consejo es abrir las ventanas para que entre aire fresco, no solo para purificar el espacio sino para reducir el estrés.
¿Son medidas que tú misma adoptas trabajando desde casa durante la pandemia? ¿Has notado la diferencia?
Bueno, en mi caso yo ya trabajaba desde casa antes de la pandemia, así que ese aspecto de mi vida no ha cambiado tanto.
Pero sí, son cosas que yo misma pongo en práctica y noto que me hacen sentir bien.
Una de las conclusiones que se extraen de tu libro es que la mejor manera de crear un entorno interior saludable es incluir elementos de la naturaleza. ¿Por qué es importante y cómo nos puede afectar?
Está científicamente demostrado que la proximidad con la naturaleza o el mero hecho de observarla puede ayudarnos a reponer nuestra capacidad mental y atencional. Nos permite relajar la actividad cerebral, de manera que nos sentimos más descansados y renovados cuando retomamos una actividad.
Lo mismo se aplica al aire fresco dentro de los edificios; puede fomentar nuestras capacidades cognitivas y de aprendizaje y afectar positivamente a nuestro rendimiento.
Sin embargo, muchos edificios corporativos no tienen ventanas que puedan abrirse para permitir la entrada de aire fresco. Es vital reflexionar sobre cómo podemos mejorar esos espacios.
¿Crees que ahora somos más conscientes que antes sobre cómo nos afectan los espacios interiores?
La pandemia ha puesto el foco en la importancia de crear espacios de trabajo más saludables para reducir la propagación del virus. Independientemente de las medidas de distancia social, incluir elementos de la naturaleza es algo que nos puede beneficiar.
También estamos reflexionando más sobre cómo recrear espacios en casa —a menudo, reconvertida en oficina— en los que nos sintamos mejor.
Yo creo que este periodo aportará muchas más investigaciones y estudios interesantes sobre el tema que nos permitirán también responder preguntas sobre las que todavía no hay una respuesta científica contundente.
Por ejemplo: ¿cómo afecta a nuestra productividad el hecho de que estemos separados de nuestros compañeros de trabajo?
¿Somos más productivos por tener menos distracciones o por el contrario nos cuesta más ser productivos al estar aislados de nuestros compañeros? Será interesante descubrir qué dice la ciencia al respecto.
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