Antes de las elecciones en Estados Unidos sobrevolaban dos preguntas sobre cómo reaccionaría el presidente Donald Trump frente a una posible derrota.
La primera interrogante era si Trump aceptaría una victoria de su rival demócrata Joe Biden.
Ya sabemos la respuesta: Trump se niega a reconocer el triunfo a Biden proyectado desde el sábado y sostiene que hubo fraude electoral, sin mostrar pruebas al respecto.
Una segunda cuestión relevante era si el presidente usaría su enorme poder para evitar el reconocimiento de Biden.
Y la respuesta a esto comenzó a develarse esta semana, con varias medidas del gobierno de Trump que desafían los resultados de la elección y entorpecen una transferencia ordenada del poder.
En su batalla por los resultados de la elección, Trump ha logrado además el respaldo de importantes figuras de su Partido Republicano, donde pocos senadores han felicitado a Biden.
Algunos expertos advierten que el actual escenario incrementa el riesgo de una disputa insólita en EE.UU. por el traspaso del mando.
“¿A dónde llevará esto? Nadie sabe. En última instancia, dependerá de que sus compañeros republicanos lo presionen (a Trump) para que se haga a un lado. De lo contrario, puede crear una crisis constitucional”, le dice a BBC Mundo Joshua Sandman, un profesor de ciencia política en la Universidad de New Haven experto en la presidencia de EE.UU.
Biden calificó este martes como “una vergüenza” la actitud de Trump desde las elecciones, pero sostuvo que su equipo lleva adelante la transición de todas formas.
La proyección del triunfo de Biden responde a que el demócrata superó la mayoría de 270 delegados en el Colegio Electoral que el 14 de diciembre elegirá al próximo presidente de EE.UU.
Pese a que diferentes medios informaron sobre esto y a que líderes de países alrededor del mundo han felicitado a Biden por su victoria, Trump decidió disputar los resultados en tribunales de justicia.
El fiscal general de EE.UU., William Barr, permitió el lunes que abogados del Departamento de Justicia investiguen acusaciones de irregularidades si estas son “claras”, “aparentemente creíbles” y pueden afectar el resultado de la elección en algún estado.
Esto llamó la atención no sólo porque Trump y su equipo siguen sin mostrar pruebas de fraude, sino también porque tradicionalmente los estados se encargan de supervisar elecciones, sin injerencia del gobierno federal.
De hecho, la decisión de Barr motivó la renuncia del principal funcionario a cargo de supervisar esas investigaciones, Richard Pilger.
El secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, también llamó la atención este martes al pronosticar “una transición sin problemas a un segundo mandato de Trump”, sin dejar claro si hablaba en broma a la prensa.
Por otro lado, miembros del equipo de transición de Biden han informado que su acceso a instalaciones del gobierno federal fue obstaculizada por una funcionaria designada por Trump, Emily Murphy.
Murphy encabeza la Administración de Servicios Generales, que debe habilitar formalmente el inicio de la transición y ha evitado hacerlo mientras Trump libra sus batallas legales por las elecciones.
Integrantes del equipo de Biden indicaron que esto les impide incluso recibir llamadas de líderes extranjeros, intermediadas por el Departamento de Estado, y sugirieron que podrían iniciar acciones legales para revertir la situación.
Asimismo, la Casa Blanca instruyó a agencias federales a continuar con la preparación del presupuesto del gobierno para el próximo año fiscal en febrero, aunque el mandato de Trump finaliza el 20 de enero, informó el diario The Washington Post.
“Nada en mi memoria ni en mi conocimiento de las instituciones de EE.UU. se asemeja a este tipo de comportamiento”, señala Lynn Ross, una profesora de política pública en la Universidad de Georgetown, en Washington, que trabajó años en el gobierno federal, incluida la Oficina Ejecutiva del presidente y la Oficina de Administración y Presupuesto.
“Hasta que presenten o proporcionen algún tipo de evidencia creíble que demuestre que hubo un problema con esta elección (…) esto sigue siendo solo una especie de conjetura y una alteración que el presidente actual impone en nuestro sistema”, dice Ross a BBC Mundo.
El proceder de Trump luego de las elecciones ha vuelto a demostrar la enorme influencia que tiene sobre el Partido Republicano, convertido desde hace tiempo en una suerte de brazo político del presidente.
Diferentes figuras republicanas han seguido la negativa de Trump de reconocer a Biden como presidente electo.
Algunos apoyaron al presidente sin avalar sus dichos de fraude, como el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, quien el lunes justificó que Trump está en todo su derecho de acudir a la justicia por los resultados de la elección.
Hasta la tarde del martes, apenas cuatro senadores republicanos habían felicitado a Biden por su triunfo, al igual que lo hizo el expresidente George W. Bush el domingo.
Una de las críticas republicanas más fuertes a Trump surgió este martes del gobernador de Massachusetts, Charlie Barker, quien dijo estar “consternado al escuchar las afirmaciones infundadas del presidente y su equipo y de muchos otros funcionarios republicanos electos”.
“Esta última medida, desplegar el Departamento de Justicia, es tremendamente inapropiada”, indicó.
El respaldo del Partido Republicano a Trump es atribuido a distintas razones, como la simpatía o el temor que genera un presidente dispuesto a atacar en público a quienes lo contradigan.
Además hay cálculos electorales que incluyen la indefinición de la próxima mayoría del Senado.
Esto puede depender de la segunda vuelta en Georgia por los dos escaños de ese estado el 5 de enero: si los demócratas se quedaran con ellos, tendrían mayoría en ambas cámaras.
Los republicanos también quieren evitar alienar los más de 71 millones de votos que obtuvo Trump en todo el país, pero tendrán que decidir si en algún momento le exigen al presidente que abandone su disputa por los resultados, anticipa Sandman.
“Ahora mismo (Trump) no está buscando hacer eso; trata de crear una situación en la que pueda impugnar abiertamente el resultado, esperando a ver qué van a hacer los tribunales”, explica. “Si los tribunales apoyan los resultados, no tendrá más opción que hacerse a un lado”.