¿Cuál es la mejor manera de matar a una cucaracha?
Primero, inyéctale una poderosa neurotoxina en el cerebro. Esto le imposibilita volar, la hace sumisa y la rinde a tus pies.
Segundo, rebana una de sus antenas y bébete el líquido pegajoso que drena. Luego arrástrala por el muñón hacia tu guarida, como un perro con una correa. Vas a enterrar a este zombi en un agujero en el suelo.
Pero justo antes de cerrar la tumba, pon un huevo sobre el insecto. Tu cría puede darse la alegría de comerla viva.
El doctor Garvin Broad disfruta este tipo de historias sobre cómo las avispas parasitan otras criaturas. Es el curador de la colección de insectos del Museo de Historia Natural de Londres, lo que significa que tiene mucho material con el que trabajar.
Broad colecciona cajas y cajas de avispas, recogidas de todos los rincones del mundo.
Y aunque seguramente las sigues odiando aunque puedan matar cucarachas, aguanta unos minutos en compañía de Broad y tu perspectiva cambiará.
Te maravillarás de su habilidad y, en algunos casos, quedarás atónito por su belleza.
Ese destructor de cucarachas, por ejemplo, cuyo nombre es Ampulex compressa (avispa esmeralda), tiene un exoesqueleto iridiscente extraordinario. Por ello le pusieron el nombre de una joya.
“Pero cada avispa es gloriosa“, dice el investigador Broad.
Las avispas tienen su rol en la naturaleza y no es precisamente molestar a los humanos durante el otoño.
No, las avispas tienen funciones muy útiles, una de ellas mantener bajo control a otros insectos.
Cada insecto que se te ocurra probablemente tenga alguna avispa que lo ataque. Si no sucediera así, probablemente estaríamos usando más pesticidas de los que ya aplicamos en nuestras granjas.
Son las avispas parasitoides las que hacen este trabajo por nosotros y sus métodos, como los de la avispa esmeralda, a menudo son ingeniosos.
En particular, Broad está fascinado por una avispa europea conocida como Rhyssa persuasoria y que tiene un ovipositor en forma de aguja que a veces alcanza los 8 centímetros, el doble del tamaño del insecto.
Esta avispa sable caza las larvas de las moscas que se esconden debajo de la corteza de los árboles.
Cuando detecta uno, usa el ovipositor para perforar las fibras de madera, picar el gusano y luego poner un huevo sobre él. De nuevo, la avispa no mata inmediatamente a su objetivo sino que usa su veneno simplemente para inmovilizar a su presa.
“La clave del éxito de las avispas parasitoides es mantener la carne fresca“, dice el investigador.
Pero esta última avispa, también conocida como sable, tiene una versión aún más potente, la Megarhyssa.
Las especies de este grupo pueden tener ovipositores de hasta 15 centímetros de largo. La Megarhyssa emplea cerca de dos horas taladrando la madera hasta llegar a su víctima.
Esa es una gran cantidad de energía para gastar, especialmente si no alcanza su objetivo, o, como sucede ocasionalmente, otra avispa viene con un ovipositor ligeramente más estrecho y usa exactamente el mismo orificio de perforación para reemplazar el huevo que acaba de poner.
Y a este nuevo grupo se le conoce como Pseudoryhssa.
La naturaleza funciona así a veces. Las especies usan todos sus trucos posibles para sobrevivir y prosperar. Es una guerra constante.
Incluso hay una avispa que pone su huevo dentro de la larva de otra avispa que ya está dentro de una oruga, según Broad.
Probablemente una entre las especies conocidas como tarántulas como Pepsis, de quien el investigador revela que es la favorita de los estudiantes cuando visitan el museo.
La rutina de esta especie es la misma: la avispa cae sobre la araña, la detiene y luego coloca un huevo en que la larva puede penetrar.
Lo más impresionante es que la larva se asegura de no consumir demasiado temprano aquellos órganos que mantienen viva la tarántula.
Bueno, esas serían las avispas hadas, que pueden llegar a medir 0,2 milímetros. Tan pequeñas que se necesita un microscopio para apreciarlas.
Y sin embargo, a pesar de su tamaño, vuelan y vuelan hasta encontrar y parasitar los huevos de otras especies y organismos unicelulares.
“Las avispas probablemente nos dieron la idea del papel“, añade Gavin Broad. Después de masticar la madera, consiguen crear nidos de superficie y materia similar al papel marché.
La colección del museo tiene un nido de avispas de la década de los 40 hecho parcialmente de lana que las avispas reciclaron de una bufanda.
La pasión del investigador Gavin Broad por sus temas es obvia y enorme.
A la pregunta de por qué las avispas son tan odiadas, el investigador responde con gracia: “Simplemente, me hace llorar”, dice riendo.
“¿Por qué la gente no ama a las avispas? Son los leones del mundo de los insectos“.