Los episodios de violencia armada registrados en las últimas semanas en los balnearios del Caribe mexicano han tenido repercusión internacional y causado alerta.
Desde Estados Unidos hasta Alemania, varios gobiernos han advertido a sus ciudadanos sobre los riesgos que podrían correr al visitar las playas paradisiacas de Cancún, Isla Mujeres, Puerto Morelos, Tulum y otras gemas de la Riviera Maya, en el estado de Quintana Roo, en la península de Yucatán, sureste del país.
El último fue un tiroteo ocurrido en Puerto Morelos el pasado jueves y que dejó dos “narcomenudistas” (vendedores de droga) muertos en el club de playa de un hotel lleno de turistas extranjeros, informó la Fiscalía General estatal.
Ante ello, el gobierno estadounidense recomendó a sus nacionales “evitar las multitudes” y “estar atentos a los alrededores”, pero solo siguió pidiendo reconsiderar los planes de viajar al país por la pandemia de covid-19, no por el peligro de violencia.
También tuvo repercusión internacional un incidente similar registrado el pasado 21 de octubre en Tulum. Una balacera cerca de un restaurante dejó dos fallecidas: la bloquera de viajes india Anjali Ryot y una ciudadana alemana. Las autoridades detuvieron a ocho personas por el suceso que relacionaron, asimismo, con la venta de drogas.
Fue el último de una serie de sucesos de ese tipo. Un taxista y un guardia de seguridad fueron asesinados a balazos en esta ciudad en septiembre, mientras que otro hombre murió tras recibir un disparo en el cuello en agosto.
Las autoridades estatales atribuyen la violencia a la “extorsión [y] la venta de drogas a extranjeros y mexicanos”.
“En Tulum tenemos unos 10 grupos de narcotraficantes y aquí en Puerto Morelos hay dos grupos peleando entre ellos”, le dijo el pasado viernes el fiscal general de Quintana Roo, Óscar Montes de Oca, a la emisora Imagen Radio.
Y añadió que los 20 millones de turistas que visitan Quintana Roo cada año están impulsando una fuerte demanda de drogas que alimenta la violencia.
Es un fenómeno que los hoteleros locales observan con preocupación.
“Lógicamente este tipo de narcomenudeo existe porque hay quien la consume (la droga). Es parte también de la responsabilidad del visitante”, le dice Antonio Chávez, el presidente de la Asociación de Hoteles de la Riviera Maya, a BBC Mundo.
Y como señala el analista en seguridad Víctor Sánchez, cuando hay turistas con alto poder adquisitivo, las bandas del narcotráfico buscan su tajada.
“Lo que hoy vivimos es la disputa de varias organizaciones criminales por el control de los mercados del narcomenudeo en Cancún y sus alrededores”, añade Sánchez.
A pesar de sus aguas turquesas y playas de arena fina, hasta hace décadas recientes Cancún no era la atracción turística que es hoy.
Una zona pantanosa, infestada de mosquitos, y sin vías de acceso, era habitada por pescadores hasta la década de 1970, cuando el gobierno mexicano vio su potencial.
Fue cuando se empezó a invertir dinero público y privado para construir hoteles, parques turísticos e infraestructura de playa como en ningún otro lugar de México.
Toda la actividad económica de Quintana Roo se volcó al turismo, expandido a toda la costa del Caribe, a tal grado que actualmente 95% del estado depende de los ingresos generados por ese sector, explica Chávez.
Y al turismo de masas le siguieron los carteles, que desde hace unos 20 años se disputan el control de la venta de la droga.
“Algunas de las primeras organización que incursionaron en la zona fueron el Cartel del Golfo y el Cartel de Sinaloa. Pero a lo largo de los años, sobre todo en estos últimos 10, se han ido sumando nuevas organizaciones”, explica Sánchez.
Así, los Beltrán Leyva, Los Caballeros Templarios y en los últimos años el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) también buscan un pedazo del pastel económico, apunta el especialista en seguridad.
“En esta lucha por el control del mercado de la venta al menudeo de droga, quien han tratado de expandir territorios y acabar con la competencia parece ser el CJNG, pero hay al menos otras tres organizaciones que siguen teniendo presencia en la zona: el Cartel de Sinaloa, el Cartel del Golfo, en su vertiente de Los Ciclones, y la organización de los Beltrán Leyva”, señala Sánchez.
El gran éxito de Cancún se expandió a los balnearios vecinos de Isla Mujeres, Puerto Morelos y la zona de la Riviera Maya, donde se ubican otras playas hermosas como la de Tulum.
David Ortiz, el líder de los hoteleros de Tulum, señala que el concepto que combinaba playas de descanso y el disfrute de la naturaleza ha perdido terreno frente al del destino de fiesta, con clubes con piscina y bares. Y los excesos que ha conllevado son evidentes, dice.
“Tenemos una oferta turística muy amplia. En el caso de Tulum, tenemos desde luego turismo de descanso, familiar, de bienestar, de quienes buscan cosas como el yoga”, le dice Ortiz a BBC Mundo,
“Pero también aquel que busca fiesta (…). Y mientras se impulse ese tipo de turismo, no debe de sorprender que prolifere el narcomenudeo“, advierte.
Antonio Chávez coincide: “Hay personas que buscan descanso familiar, (hacer turismo) cultural, gastronómico, y hay quien busca la fiesta, lógicamente, y ese tipo de segmento es el que tenemos detectado que entra en este tipo de juegos”.
Festivales de playa, hoteles con “todo incluido” y barra libre de bebidas alcohólicas, centros nocturnos y fiestas temáticas son algunas de las ofertas que atraen a los viajeros extranjeros, principalmente a los más jóvenes.
Aunque los vendedores de droga han evitado la violencia en las zonas turísticas para no ahuyentar a los visitantes, las disputas territoriales se han trasladado peligrosamente en los últimos años hacia las playas, apuntan los expertos.
Víctor Sánchez, analista especializado en los grupos del narcotráfico mexicano, explica que la premisa de las bandas criminales con respecto a zonas turísticas es la de “el control del mercado, pero sin dañar el mercado”.
La violencia de los carteles se limita a las áreas en las que vive la población local y pocas veces “cruzan la línea” de las zonas en las que se concentran los visitantes.
“Lo que tratan no es de controlar el destino con violencia, sino de limitar la violencia. Cuando esto no es posible y se desborda, termina habiendo una guerra muy abierta entre células criminales, y esto provoca que se ahuyente a los turistas”, explica.
Según datos del Inegi, la violencia letal en Quintana Roo tuvo un vertiginoso ascenso entre 2014 y 2018. La tasa de homicidios se sextuplicó en ese periodo. Pero en los dos años siguientes, el número de asesinatos disminuyó casi 25%.
De acuerdo a una encuesta anual sobre víctimas del delito (Envipe 2021), las extorsiones de bandas a comercios llamadas “cobro de piso” superaron por 10 puntos el promedio nacional (24-14,3).
El consumo y venta de droga son vistos por la población local a una escala similar al promedio del país.
“Cuando hablamos de violencia en sitios turísticos hay que dividirlo: puede haber violencia en la ciudad, pero que no necesariamente sea percibida de manera directa por los turistas”.
“La violencia cruzó esa frontera de dañar al turista y eso habla de que hay un enfrentamiento que las propias organizaciones no han podido mantener en las otras partes de la ciudad”, considera Sánchez.
Según Ortiz, las ciudades turísticas que nacieron luego de Cancún no estuvieron bien planeadas como ese balneario, lo que se ve en la carencia de servicios públicos.
“Lo vemos en la policía, probablemente insuficiente para el número de visitantes y habitantes que tenemos”, señala, haciendo referencia, por ejemplo, a Tulum.
Tras la balacera que dejó dos turistas extranjeras en Tulum, el secretario de la Defensa Nacional (Sedena), Luis Cresencio Sandoval, confirmó que 450 elementos de las fuerzas armadas ya se establecieron en la zona para reforzar la seguridad, después de que el presidente Andrés Manuel López Obrador anunciara que se blindaría el municipio y toda la Riviera Maya.
Antes del boom de Cancún y la Riviera May, la gema del turismo mexicano era Acapulco.
El puerto del Pacífico era el balneario nacional e internacional por excelencia, con un crecimiento en infraestructura turística constante hasta la década de 2000.
Su popularidad fue decayendo en los últimos 20 años, en buena parte por la violencia que derivada del narcotráfico, incluso en las zonas turísticas.
“Lo que hoy está pasando en Cancún y las zonas aledañas se parece mucho a cómo empezó Acapulco hace varios años”, dice Sánchez.
“Si no se cuida el proceso y no hay intervención gubernamental, esto en el mediano plazo puede derivar en un mayor incremento de violencia, sobre todo en zonas turísticas. Y esto es dañar la imagen de Cancún, de la Riviera Maya”, añade.
Pero Antonio Chávez considera que aún no es así y que la coordinación de empresas turísticas con las autoridades, la persecución de criminales y la fuerte presencia de fuerzas de seguridad hacen que el Caribe mexicano esté lejos de ser otro Acapulco.
“Es algo de lo que somos muy consciente entre la población, porque si no peligran puestos de trabajo y las inversiones que hay en la región. No se va a permitir que este tipo de cosas sigan ocurriendo”, señala Chávez sobre los incidentes de violencia en las playas.
“Y lo importante, vemos en ambos casos [el de Tulum en octubre y Puerto Morelos este mes] que ya se está haciendo una labor ya de investigación y castigo”, añade.
Para Ortiz, es necesario “buscar la causa raíz que da origen a estos problemas; la proliferación del narcomenudeo”.
“Tenemos que pensar qué queremos como destino, si importa mucho más el bienestar, el descanso que la fiesta”.
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