Según datos oficiales, se han registrado más de 45.000 casos y 620 muertes entre el medio millón de personas de los territorios indígenas de Brasil, una estadística considerada una emergencia por la asociación indígena nacional del país, que afirma que el número de muertos es más alto.
Las comunidades indígenas están consideradas como un grupo prioritario en el lanzamiento de la vacuna contra la covid-19 en Brasil.
Pero los kuikuro están al frente de la carrera: en lugar de esperar la ayuda del gobierno, recaudaron dinero para suministros médicos, cerraron sus aldeas y aprovecharon su experiencia de un brote de sarampión para abordar la pandemia de forma temprana.
Según datos oficiales, se han registrado más de 45.000 casos y 620 muertes entre el medio millón de personas de los territorios indígenas de Brasil, una estadística considerada una emergencia por la asociación indígena nacional del país, que afirma que el número de muertos es más alto.
Pero entre los aproximadamente 900 kuikuro, que viven en ocho aldeas en la cuenca del Alto Xingu, no hubo muertes y solo alrededor de 160 infecciones. Todos han sido vacunados.
Su éxito en la lucha contra covid contrasta con el resto de Brasil, donde más de 300.000 personas han muerto y el presidente Jair Bolsonaro se ha opuesto al confinamiento, ha desacreditado las vacunas y promovido tratamientos no probados.
El líder de la comunidad, Yanamá Kuikuro, le contó a Pablo Uchoa de la BBC cómo manejaron el virus.
Vivo en el pueblo principal de Ipatse; aquí habitan 390 personas, incluidos niños.
El año pasado, vi la noticia del aumento en el número de casos de covid en Brasil. Hablé con mi hermano y jefe de la aldea de Ipatse, Afukaká Kuikuro, quien también había estado siguiendo las noticias.
Estaba matando a mucha gente y comprendimos el peligro. Así que reunimos a la comunidad varias veces antes de que llegara el virus aquí, para pensar juntos: ¿cómo podemos enfrentarnos a este nuevo virus? ¿Quién nos puede ayudar?
Cuando era niño, mi padre solía contarme sobre una epidemia de sarampión que mató a muchas personas aquí en el Alto Xingu.
Murió mucha gente: los kalapalo, los kamayurás. Entonces, cuando nos enteramos del nuevo virus, nuestros mayores lo recordaron de inmediato.
Pensamos, “tenemos que organizarnos. Tenemos que aislarnos”. Si le pedimos apoyo al gobierno, no llegará pronto.
Construimos una casa para que los pacientes se aislaran.
Como presidente de la asociación kuikuro, me puse en contacto con socios (en universidades y ONG).
Recaudaron 200.000 reales (unos US$36.500) a través del proyecto Colectivo Esperanza de la Amazonía y compramos cilindros de oxígeno, un concentrador de oxígeno y contratamos a un médico y una enfermera.
El gobierno estaba distribuyendo el “kit Covid” (una combinación de tratamientos no probados contra el virus) pero no lo aceptamos porque no estaba respaldado por estudios.
Hicimos nuestro protocolo, que era diferente al protocolo del gobierno.
Algunos miembros de la comunidad se enojaron conmigo porque les decía que no salieran del pueblo, les pedía que usaran mascarillas y se lavaran las manos.
Mucha gente pensó que estaba mintiendo.
Luego llegó el virus y me creyeron.
La gente de Kalapalo fue la primera en contagiarse. Los casos eran muy graves y las personas estaban siendo trasladadas a hospitales fuera (del territorio indígena) para ser intubados.
Algunos pacientes nos enviaron mensajes de audio diciendo que los hospitales no los estaban cuidando bien, que no les daban comida.
Algunas personas fueron tratadas en nuestro hospital, pero nadie necesitó oxígeno.
Alrededor de junio o julio, la covid ingresó a nuestro pueblo con personas que lo trajeron de otro municipio.
Nuestro médico hizo una prueba rápida y dio positivo. La familia se aisló.
Aproximadamente 160 personas habían sido infectadas en nuestra aldea y todas fueron aisladas. Ya habíamos hecho los preparativos y comprado comida (en pueblos cercanos).
El equipo de salud que los estaba monitoreando se la llevaría.
Recaudamos fondos (de nuevo) y esta vez recaudamos 44.000 reales (unos US$8.000).
Con ese dinero, nuestra organización comunitaria compró todas las cosas que estamos acostumbrados a comprar (en los pueblos): anzuelos, hilo de pescar, fósforos, algunos tipos de comida, combustible para nuestro generador y nuestra lancha.
Todo fue entregado a nuestro pueblo y desinfectado antes de traerlo.
El Ministerio de Salud nos informó que los indígenas, los profesionales de la salud y los quilombolas (comunidades de descendientes de esclavos) serían grupos prioritarios en el proceso de vacunación.
Algunas vacunas llegaron aquí en avión, algunas en automóvil, otras en barco.
Con la llegada de la vacuna, se estaban esparciendo muchas mentiras, muchas noticias falsas… mucha gente le decía a la población indígena que no debía vacunarse y algunas personas les estaban creyendo.
Pero Afukaká y yo, no lo creíamos. Hablamos mucho con la comunidad y les dijimos que no creyeran en las noticias falsas.
Ya habíamos recibido las primeras dosis de la vacuna (Sinovac). Pusimos las fotos (de nosotros recibiéndolas) en el sitio web como un ejemplo para que otras personas en Xingu también reciban la vacuna.
Todos aquí hemos sido vacunados.
Cuando me vacuné, pensé en las historias que escuché de mi padre. El sarampión mató a muchas personas, a los ancianos que tenían conocimiento de la historia y la cultura.
Pero después de la vacuna, no hubo muertes.
Cuando vi la covid-19, pensé, si todos los ancianos y los líderes mueren, no tendremos nuestra cultura.
Las vacunas nos han ayudado. Hoy nuestros niños están creciendo sin las enfermedades del pasado, como el sarampión, la tosferina y la varicela. Hoy los niños están creciendo sanos.
Nuestra lucha aquí aún no ha terminado. La situación en Mato Grosso es crítica, los casos están aumentando y el cupo de las UCI se están colpasando. Muchos jóvenes están muriendo con esta variante (P.1) del virus.
Estoy muy preocupado. ¿Cómo podemos organizarnos de nuevo? Sé que es muy difícil montar un minihospital aquí, pero muchas personas mueren en los hospitales de afuera.
Pero el año pasado y este año, cuando la gente se infectó en nuestro pueblo, pudimos vencer al virus aquí mismo.