El miedo a ser estigmatizados hace que algunos hondureños con síntomas de covid-19 no busquen ayuda médica hasta que su situación empeora.
Honduras llegó a tener una de las mayores tasas de letalidad por coronavirus de América Latina. En abril, una de cada 10 personas oficialmente contagiadas no sobrevivía.
Pero en las últimas semanas el país consiguió reducir esa proporción a menos de la mitad.
Sobre el valle de Sula, que aglutina grandes ciudades del norte y concentra cerca del 80% de defunciones por covid-19 en todo el país, el gobierno hondureño reconoció ya el pasado mes que las cifras de aquel momento eran “alarmantes” y que presagiaban “lo peor”.
“San Pedro Sula [la ciudad industrial del país] podría convertirse en la Guayaquil de Centroamérica”, llegó a alertar entonces el médico hondureño Carlos Umaña comparándola con el municipio ecuatoriano, uno de los más duramente afectados por el coronavirus en la región.
Pero la situación en la segunda urbe de Honduras y epicentro nacional del covid-19 cambió hasta el punto de que, el pasado domingo y lunes, los dos principales hospitales sampedranos no reportaron ninguna muerte por la enfermedad.
Y aunque los contagios en el país siguen al alza (3.100 casos y 151 muertes hasta este miércoles), el gobierno cree que el aumento en la tasa de recuperados (más del 11%) está ligado a la implementación de una estrategia made in Honduras que combina medicamentos y técnicas para hacer frente al virus en una etapa más temprana.
Su objetivo es evitar que los enfermos lleguen a requerir cuidados intensivos, especialmente preocupante para un débil sistema sanitario cuya capacidad máxima para atender pacientes en esta área es desolo 150 entre más de nueve millones de habitantes.
El médico hondureño Miguel Sierra-Hoffman fue quien ideó esta estrategia en Texas, Estados Unidos.
Lo hizo tras observar cómo tras la muerte en Europa de numerosos pacientes con covid-19 había infecciones inflamatorias y de hipercoagulación que podían acabar en casos de trombosis y que, a su juicio, demostraba que era necesario un cambio de enfoque en el tratamiento.
Catracho -como se llama coloquialmente a los hondureños- es el nombre elegido para este método cuyo nombre resultó un acróstico conformado por los nombres (en inglés) de sus principales componentes.
Estos son medicamentos como la colchicina, antiinflamatorios, tocilizumab, ivermectina, anticoagulantes y la hidroxicloroquina, la cual aún está en fase de estudio por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para determinar oficialmente si es eficaz frente al coronavirus y no supone riesgo alguno.
También contempla técnicas como la administración de oxígeno a alto flujo y la pronación (acostar al paciente boca abajo) a fin de evitar infecciones y la necesidad de ser intubado.
“Realmente no cambiamos ningún medicamento, solo empezamos a darlos desde el primer día del ingreso. En vez de dar los esteroides el día seis o 12, cuando la gente ya estaba ahogándose, los dimos al inicio”, le explica Sierra-Hoffman a BBC Mundo.
Tras su aplicación en un grupo experimental en los cinco hospitales cercanos al condado de Victoria donde trabaja, las personas recuperadas aumentaron a la par que disminuían las que necesitaban cuidados intensivos, de modo que Catracho pasó a ser administrado a todos los pacientes.
Fue entonces cuando, alertado por la alta letalidad de aquel momento en su país natal, trabajó con un grupo de colegas hondureños para seguir investigando el método Catracho que, en la actualidad, ya se implementa en tres de los hospitales más grandes de San Pedro Sula.
Según Óscar Díaz, jefe de Cuidados Intensivos del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) de esta ciudad y parte del grupo investigador, los resultados tras su puesta en marcha son claros.
“En cuatro semanas, redujimos en la mitad la mortalidad en cuidados intensivos en el IHSS y se redujo la estancia media en el hospital de 16 días a unos seis o siete actualmente”, le dice a BBC Mundo.
Según los médicos, entre el segundo y tercer día del ingreso ya se observa una mejoría paulatina en la mayoría de casos.
“Empezaron a mejorar sin llegar a cuidados intensivos, y si llegaban, estaban muchos menos días que los primeros (pacientes). A mediados de abril se vio una caída de la mortalidad, fue impresionante”, le dice a BBC Mundo la directora médica del IHSS a nivel nacional, Bessy Alvarado, quien no duda “basada en las evidencias” de que esta evolución es consecuencia directa del método Catracho.
Tras observar los primeros resultados, las autoridades sanitarias del gobierno hondureño decidieron aceptar Catracho como un ensayo clínico y aprobar su ejecución.
Según el viceministro de Salud de Honduras, Nery Cerrato, “pacientes en condiciones críticas salieron del hospital con éxito. Y para nosotros, fue en respuesta al tratamiento aplicado y que ha permitido que las unidades de cuidados intensivos no hayan colapsado”.
“Catracho podría ser el aporte más importante ante una enfermedad de la cual nadie tenia el conocimiento preciso”, asegura en entrevista con BBC Mundo.
Preguntada sobre su opinión en torno a esta estrategia de Honduras, la OMS recuerda que hasta la fecha ningún fármaco ha demostrado ser seguro y eficaz para tratar el coronavirus.
“En muchos países, los médicos están administrando a los pacientes con covid-19 medicamentos que no han sido aprobados para tratar esta enfermedad”, lo cual se considera “un uso no indicado”, le dijo a BBC Mundo una vocera de la OMS/OPS vía correo electrónico.
La hidroxicloroquina, parte de este método Catracho y usada tradicionalmente para tratar malaria y lupus, es uno de esos medicamentos.
Actualmente está siendo objeto junto a otros tres fármacos de un ensayo clínico internacional de la OMS -del que Honduras también forma parte- y con el que, tras ser administrados a pacientes de manera aleatoria, se podrá conocer cuál arroja mejores resultados frente al coronavirus.
Pero hasta entonces, algunos organismos como la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA, por sus siglas en inglés) alertaron contra el uso de la hidroxicloroquina fuera de hospitales o ensayos por el riesgo de que pudiera provocar dolencias cardíacas.
El doctor Sierra-Hoffman niega que ninguno de sus pacientes haya sufrido problemas de este tipo y destaca que también fue incluida en el tratamiento de Costa Rica, uno de los países con menor letalidad por covid-19 en América Latina.
El viceministro Cerrato dice que el uso de la hidroxiclorquina durante años para eliminar la malaria en el país “no tuvo complicaciones”, pero subraya que todos los pacientes son informados del tratamiento que se les va a aplicar para obtener antes su consentimiento.
“Consideramos que los resultados clínicos avalan que se continúe su uso en el país (dado que) no hay un tratamiento hasta ahora aceptado”, afirma.
El doctor Díaz insiste en que reducir el número de hospitalizaciones es crucial en Honduras, un país con “un sistema de salud bastante deficitario” y con insuficiente número de camas ya desde antes de la pandemia.
Para eso, el método Catracho se complementa con una primera fase ambulatoria, llamada protocolo Maíz, y en la que al paciente con síntomas leves se le recomienda usar hipoclorito de sodio y tomar varios medicamentos para reducir la carga viral e intentar evitar su ingreso en un centro médico.
Que este tratamiento pueda seguirse en casa podría ayudar a paliar un problema detectado en Honduras y que preocupa a los médicos: muchas personas no buscan ayuda por temor a ser discriminados por tener covid-19.
Según la directora médica del IHSS, buena parte de sus casos críticos más recientes fueron pacientes que retrasaron ir al hospital y llegaron ya muy graves.
“Estamos luchando contra la ignorancia y la estigmatización. Si usted tose en público, aquí lo quedan viendo feo”, le dice a BBC Mundo Carlos Umaña, presidente de la Asociación Médica del IHSS en la región noroccidental del país.
“Es algo que hemos tratado en campañas de información en medios locales, para que pacientes que llegan tarde y con graves infecciones, sobre todo en el sistema público, busquen tratamiento más temprano antes de entrar en fase de complicaciones”, apunta Díez.
A ese miedo y a la desinformación también atribuyen algunos incidentes en los que grupos de pobladores intentaron evitar el entierro de víctimas de coronavirus en sus municipios por temor al contagio.
La Secretaría de Salud aseguró que en algunos casos incluso los propios familiares rechazaron a los muertos por temor al contagio, por lo que fueron las autoridades las que tuvieron que encargarse del entierro en el cementerio.
El viceministro Cerrato reconoce que el gobierno no había informado suficientemente sobre las medidas de seguridad que se toman a la hora de trasladar los cadáveres, pero cree que estos incidentes tenderán a desaparecer gracias a la concienciación realizada desde los gobiernos locales.
Sobre el bajo número de pruebas de coronavirus realizadas en Honduras (entre 400 y 500 por día), Cerrato apunta a problemas logísticos como la adquisición de kits que no traían el equipo completo al inicio de la crisis.
“Esto nos ocasionó un retraso significativo en una situación de emergencia como esta”, reconoce.
Pero asegura que con la adquisición de nuevos laboratorios, el objetivo es llegar a hacer unas mil pruebas al día. El doctor Díaz, sin embargo, cree que serían necesarias unas 3.000.
“Nos preocupa mucho la tasa de positividad de las pruebas, que ronda más del 50%. La comunidad médica pedimos que el país haga más test para ver cuándo va a ser el pico de la pandemia”, reclama Umaña.
Díaz recuerda que “el gobierno está tratando de reabrir la economía por todas las dificultades que hay, pero es difícil sin tener un dato real de cuántas personas se han infectado”.
Sobre el método Catracho, su impulsor Sierra-Hoffman asegura que le encantaría que se implementara también fuera de Honduras y Texas, y segura que ya recibió llamadas de médicos de Ecuador y Guatemala interesándose por su enfoque.
“Con el uso de este tratamiento creemos que seguiremos reduciendo la letalidad y que vamos a poder aportar al mundo un esquema de tratamiento, aún en medio de las limitaciones que tiene un país como el nuestro”, concluye el viceministro Cerrato.