Yu Kongjian recuerda el día en que estuvo a punto de morir en el río.
El arroyo White Sand, crecido por la lluvia, había inundado las terrazas de arroz en la comuna agrícola de Yu en China.
Yu, de solo 10 años, corrió entusiasmado hacia la orilla. De repente, la tierra bajo sus pies se derrumbó, arrastrándolo hacia las aguas en un instante aterrador.
Pero los bancos de sauces y juncos ralentizaron el flujo del río, lo que le permitió a Yu agarrar la vegetación y salir.
“Estoy seguro de que si el río fuera como es hoy, alisado con muros de hormigón antiinundación, me habría ahogado“, le dice a la BBC.
Fue un momento decisivo que afectaría no solo su vida, sino también al resto de China.
Yu Kongjian, uno de los pensadores de diseño urbano más destacados de China y decano de la prestigiosa Facultad de Arquitectura y Paisaje de la Universidad de Pekín, es el hombre detrás del concepto de las ciudades esponja que se están desarrollando en varias partes del país para gestionar las inundaciones.
Es una idea que, según él, otros lugares podrían adoptar, a pesar de que hay quienes cuestionan si el concepto de las ciudades esponja realmente podría funcionar para hacer frente a las inundaciones más extremas vinculadas al cambio climático.
¿Qué pasaría si una inundación fuera algo que aceptamos en lugar de temer?
Esta es la idea central detrás de la ciudad esponja del profesor Yu.
La manera convencional de gestionar inundaciones es construir tuberías o desagües para llevar el agua lo más raudamente posible, o reforzar las orillas de los ríos con hormigón para garantizar que no se desborden.
Pero una ciudad esponja hace lo contrario, buscando en cambio absorber la lluvia y ralentizar la escorrentía superficial.
Intenta hacerlo en tres áreas. La primera es en la fuente, donde al igual que una esponja con muchos agujeros, una ciudad intenta contener el agua con muchos estanques.
La segunda es a través del flujo, donde en lugar de tratar de canalizar el agua rápidamente en líneas rectas, los ríos serpenteantes con vegetación o humedales ralentizan el agua, como en el arroyo que le salvó la vida.
Esto tiene el beneficio adicional de crear espacios verdes, parques y hábitats de animales, y además purifica la escorrentía superficial con plantas que eliminan toxinas y nutrientes contaminantes.
La tercera área es el fregadero, donde el agua desemboca en un río, lago o mar.
El profesor Yu aboga por renunciar a esta tierra y evitar la construcción en áreas bajas. “No se puede luchar contra el agua, hay que dejarla ir”, dice.
Si bien existen conceptos similares en otros lugares, la ciudad esponja se destaca por utilizar procesos naturales para resolver los problemas de la ciudad, dice el experto en diseño sostenible, el doctor Nirmal Kishnani, de la Universidad Nacional de Singapur.
“En este momento tenemos una desconexión… pero la idea es que tenemos que encontrar el camino de regreso para vernos a nosotros mismos como parte de la naturaleza“.
Gran parte del concepto está influenciado por antiguas técnicas agrícolas que el profesor Yu aprendió creciendo en la provincia costera oriental de Zhejiang, como almacenar agua de lluvia en estanques para cultivos.
Esto le ha ganado muchos premios a Yu y a su empresa de paisajismo, Turenscape.
“Nadie se ahogaba, ni siquiera en la temporada de los monzones. Simplemente vivíamos con el agua. Nos adaptábamos al agua cuando llegaban las inundaciones”, dice.
Se fue a Pekín a los 17 años, donde estudió paisajismo y luego estudió diseño en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos.
Cuando regresó a su tierra natal, en 1997, China estaba sumida en el frenesí de la construcción que todavía vemos hoy.
Consternado por la “infraestructura gris y sin vida”, el profesor Yu comenzó a promocionar una filosofía de diseño urbano basada en conceptos tradicionales chinos.
Además de las ciudades esponja, aboga, por ejemplo, por un paisajismo rústico natural o una “revolución de los pies grandes”, en oposición a los parques demasiado cuidados que compara con la anticuada práctica china de vendar los pies de las mujeres para hacerlos más pequeños.
Él cree que las ciudades costeras de China y otros lugares con un clima similar han adoptado un modelo insostenible para construir.
“La técnica que evolucionó en los países europeos no se puede adaptar al clima monzónico. Estas ciudades fallan porque han sido colonizadas por la cultura occidental y copian su infraestructura y modelo urbano”, dice.
Inicialmente enfrentó la oposición del establishment, algunos de los cuales estaban molestos por su crítica vocal de la ingeniería china, incluidos proyectos de orgullo nacional como la presa de las Tres Gargantas.
Esto, junto con su experiencia en Harvard y los aplausos de Occidente, le valieron acusaciones de ser un traidor y un “espía occidental” que socava el desarrollo de China.
El profesor Yu, que se considera un hijo de la Revolución Cultural, encuentra esta idea ridícula.
“No soy occidental, soy un tradicionalista chino”, dice riendo. “Tenemos miles de años de experiencia, tenemos la solución que no puedes ignorar. Tenemos que seguir nuestros métodos chinos”.
Ha apelado astutamente al sentido de patriotismo de los funcionarios chinos al hacer lobby por las ciudades esponja, ayudado por la cobertura mediática que han recibido sus ideas luego de las catastróficas inundaciones de alto perfil en Pekín y Wuhan en los últimos años.
Valió la pena. En 2015, tras obtener el respaldo del presidente Xi Jinping, el gobierno anunció un plan multimillonario y un objetivo ambicioso: para 2030, el 80% de las áreas municipales de China deben tener elementos de una ciudad esponja y reciclar al menos el 70% de las lluvias.
Alrededor del mundo, cada vez más lugares están luchando para hacer frente a lluvias más extremas, un fenómeno que los científicos han relacionado con el cambio climático.
A medida que las temperaturas aumentan con el calentamiento global, se evapora más humedad en la atmósfera, provocando lluvias más intensas.
Y dicen que empeorará: en el futuro, las lluvias serán más intensas y severas de lo que se esperaba.
Pero con tormentas más fuertes, ¿serán realmente las ciudades esponja la respuesta?
Algunos expertos no están seguros. “Es posible que las ciudades esponja solo sean buenas para tormentas leves o pequeñas, pero con el clima extremo que estamos viendo ahora, todavía necesitamos combinarlo con infraestructura como desagües, tuberías y tanques”, dice el experto en manejo de inundaciones Faith Chan de la Universidad de Nottingham Ningbo, en China.
También señala que para muchas ciudades densas donde el espacio es caro, puede ser difícil implementar algunas de las ideas de Yu, como proporcionar tierras para las llanuras aluviales.
A pesar de gastar millones de yuanes, China todavía sufre inundaciones catastróficas.
El verano pasado, una serie de inundaciones causaron la muerte de 397 personas, afectaron a 14,3 millones y generaron pérdidas económicas de US$21.800 millones, según estimaciones de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Pero el profesor Yu insiste en que la antigua sabiduría china no puede estar equivocada, y que estos fracasos se deben a que los funcionarios locales han ejecutado su idea de manera inadecuada o poco sistemática.
La inundación de Zhengzhou a principios de este año, dice, fue un ejemplo clásico. La ciudad había pavimentado sobre sus estanques, por lo que no se retuvo suficiente agua río arriba cuando comenzó la lluvia.
El río principal se canalizó hacia desagües de concreto, lo que provocó que el flujo de agua se acelerara “como un inodoro con descarga de agua”, dice.
Y había importantes infraestructuras, como hospitales, construidas sobre tierras bajas.
“Una ciudad esponja podría manejar cualquier inundación; si no lo hace, no es una ciudad esponja. Tiene que ser resiliente”, dice.
Otra duda es si el concepto de la ciudad esponja es realmente exportable.
El profesor Yu dice que países propensos a inundaciones como Bangladesh, Malasia e Indonesia podrían beneficiarse del modelo, y algunos lugares como Singapur, Estados Unidos y Rusia han comenzado a implementar conceptos similares.
Pero gran parte del éxito de la proliferación de las ciudades esponja en China se debe posiblemente a su gobierno centralizado y sus abundantes arcas estatales.
El profesor Yu dice que una ciudad esponja costaría sólo “una cuarta parte” de las soluciones convencionales, si se hace bien.
Argumenta que construir en terrenos más altos y asignar terrenos para inundaciones, por ejemplo, es más barato que construir un sistema de tuberías y tanques.
Muchos de los proyectos de Turenscape hoy en día tienen como objetivo reparar infraestructura anti-inundaciones que costó millones, y este dinero podría haberse ahorrado si los funcionarios hubieran seguido los principios de la ciudad esponja en primer lugar, dice.
Usar concreto para manejar una inundación es —asegura—, como “beber veneno para saciar la sed… es una visión miope“.
“Tenemos que cambiar la forma en que vivimos para adaptarnos al clima. Si no siguen mi solución, fracasarán”.
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