Cuando un ladrón abrió una caja fuerte que había robado de una casa, encontró algo que sirvió para enviar a otro hombre a prisión. Pero en un giro extraordinario, también salvó al bandido de recibir una condena de cadena perpetua.
En sus primeros años de adolescencia, Matthew Hahn comenzó a consumir marihuana y luego pasó a las metanfetaminas.
Abandonó la escuela secundaria y recurrió al robo para pagar su consumo de drogas.
En 2001 salió de prisión por segunda vez después de cumplir una condena de cinco años.
Ya había sido condenado por dos delitos graves en virtud de la “Ley de los Tres Strikes” de California, que envía a cadena perpetua a las personas que cometen crímenes violentos por tercera vez.
Es decir, si lo arrestaban una vez más, pasaría el resto de su vida en prisión.
Hahn dice que le fue muy bien durante varios años: tenía un buen trabajo, iba a la escuela, iba a la universidad.
“Pero luego ocurrió una tragedia personal y mi incapacidad para enfrentarla me llevó a recaer”, cuenta.
Uno de sus amigos más cercanos de la infancia se quitó la vida, lo que, según dice Hahn, lo llevó a “atracones de drogas y a robar”.
Entonces, una noche en Los Gatos, California, en 2005, robó la caja fuerte que le salvaría la vida.
Lo primero que sacó de la caja fue un juego de pañales sucios, que fueron “una experiencia surrealista”.
“Había una serie de cosas en la caja fuerte: una pistola, fotografías, documentación personal del dueño, y finalmente, una tarjeta de memoria de una cámara digital. Cuando la puse en mi computadora, mostró fotografías del dueño de la caja fuerte abusando de un bebé o un niño”, detalla Hahn.
Al principio no se daba cuenta de lo que estaba viendo.
“La primera fotografía que vi era extraña, y sabía que había algo raro ahí, pero no estaba muy seguro de qué era. Y no fue hasta que vi las fotografías posteriores que me di cuenta de que estaba viendo a un adulto y un niño“, recuerda.
No era una opción para él ir a la policía y simplemente decir que había entrando en casas ajenas y encontrado evidencia de un crimen.
Sabía que tenía que hacer algo, pero también sabía que cualquier condena por un delito grave podría resultar en cadena perpetua.
Así que Hahn puso la tarjeta de la cámara en un monedero y escribió una nota con el nombre del dueño y la dirección de la casa de donde la había robado.
“Por favor, retiren a este animal de las calles”, añadió, y envió todo a la policía.
John “Robbie” Robertson Aitken, dueño de la caja fuerte, había denunciado el robo de la misma.
Cuando la policía recibió las fotos, llamó a Aitken con el pretexto de reunirse con él para hablar sobre su denuncia.
Hahn cree que fue entonces que el hombre confesó.
Para Hahn, ese no fue el final. Continuó robando casas y terminó bajo custodia después de que las autoridades rastrearan el número de serie de un artículo robado que vendió en eBay.
Entonces se enfrentaba a su tercer “strike”.
“¿Qué te pasó si te estaba yendo tan bien?”, le preguntó el oficial que lo arrestó y lo conocía de detenciones anteriores.
“Bueno, al menos les di a Aitken”, dijo Hahn, explicando cómo había enviado las fotos.
Mientras Hahn estaba en la cárcel en espera de juicio, el fiscal distrital que procesaba a Aitken le preguntó si estaría dispuesto a testificar que había robado la caja fuerte.
Debido a que Hahn estaba acusado de múltiples delitos graves y a que ya tenía dos “strikes”, se enfrentaba a “400 años de prisión”.
Pero decidió testificar sobre su crimen, “a expensas de su capacidad de presentar su propia defensa”, asegura.
Una vez que confesó que había robado la caja fuerte, ya no podía presentar una defensa viable para su propio caso, cuenta.
Aitken enfrentaba al menos 25 años de prisión por sus crímenes, y la discrepancia en su sentencia y la de Hahn llevó a que surgieran peticiones de apoyo a Hahn y a una oferta de un acuerdo de culpabilidad por parte del fiscal distrital.
Al final fue enviado a prisión por 14 años y cuatro meses, pero cumplió siete.
Mientras estuvo preso, Hahn se decidió a que esa sería la última vez que experimentaría la cárcel.
Comenzó la recuperación de su adicción a las drogas, además de estudiar los libros que le dio la madre de la víctima de Aitken y a meditar.
Después de la prisión se graduó en la Universidad de California en Berkeley. A causa de su prontuario, le resultaba difícil encontrar trabajo, por lo que se convirtió en electricista.
“Tengo un gran trabajo”, afirma, y le dice a la BBC que él y su esposa acaban de comprar una casa. “Hoy están sucediendo cosas asombrosas en mi vida. Definitivamente he superado la prisión“.
“Pero no me malinterpreten. Lo primero que pensé cuando me aceptaron la oferta de la casa fue ‘hace apenas 10 años vivía en una celda y ahora voy a tener mi propia casa'”.
Hahn dice que su mayor arrepentimiento es el daño que les causó a personas desconocidas. Desearía poder remediarlo.
“Creo que lo mejor que puedo hacer es pagar la restitución por los crímenes, algo que ya hice. Y hago mi mejor esfuerzo para contar mi historia [y] ayudar a otras personas que están luchando con la adicción a no seguir el mismo camino”, señala.
* Matthew Hahn le contó su historia a Emma Barnett en BBC Radio 5 Live. Escucha la entrevista completa en BBC Sounds.